Había una vez, en un reino lejano, un mago llamado Alaric, conocido por sus mágicos hechizos y su gran sabiduría. Su cabello era plateado como el brillo de las estrellas y su túnica destellaba colores que cambiaban con la luz del sol. Alaric vivía en una torre alta en medio de un bosque espeso, en compañía de su fiel ayudante, un pequeño duende llamado Rocco. Rocco era travieso, pero en su corazón guardaba una gran lealtad hacia su amigo, siempre dispuesto a ayudarle en las tareas del día a día.
Un día, mientras Alaric estaba concentrado en un antiguo libro de hechizos, Rocco llegó corriendo con una expresión de emoción en su rostro y sus ojos brillando como caramelo. «¡Alaric, Alaric! ¡He escuchado rumores en el pueblo sobre un niño llamado Tomás! Dicen que puede escuchar el lenguaje de los animales,» exclamó. El mago levantó una ceja intrigado.
«¿De verdad? Eso es algo muy especial. Debemos conocer a este niño,» respondió Alaric, cerrando su libro. En un abrir y cerrar de ojos, el mago hizo un gesto con su varita y un destello de luz les llevó hasta la aldea donde Tomás vivía.
Cuando llegaron, encontraron al niño rodeado de aves, que piaban y revoloteaban a su alrededor. Tomás les hablaba con una sonrisa, entendiendo cada palabra que le decían. Alaric se acercó con Rocco, observando con curiosidad. Mientras el mago se adentraba en la escena, Tomás lo vio y dejó de hablar con las aves. «Hola, señor,» dijo el niño, un poco tímido. «¿Quién es usted?»
«Soy Alaric, el mago. Y él es mi ayudante, Rocco,» se presentó. Rocco, por su parte, hizo una reverencia exagerada que hizo reír a Tomás. «Hemos oído hablar de tu talento especial. ¿Es cierto que puedes hablar con los animales?»
Tomás asintió, un poco orgulloso. «Sí. A veces solo tengo que escucharlos y ya puedo entender lo que dicen.»
«Eso es maravilloso, Tomás,» dijo Alaric, admirando al niño. «Los animales tienen muchas historias que contar. ¿Te gustaría venir a mi torre y aprender más sobre la magia?»
Los ojos de Tomás brillaron como dos estrellas. «¡Claro que sí! Sería increíble.» Así comenzó la amistad entre Alaric, Rocco y Tomás.
Al llegar a la torre, Alaric mostró a Tomás su biblioteca de hechizos y sus pociones mágicas. Rocco, mientras tanto, se dedicaba a contarle historias sobre las travesuras que había vivido con el mago. Pasaron los días explorando juntos, pero Alaric se dio cuenta de que había algo más que necesitaban aprender.
Un día, mientras estaban en el bosque, escucharon un llanto suave que provenía de detrás de unos arbustos. Al acercarse, encontraron a una pequeña zorra atrapada en un arbusto espinoso. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su pelaje, desaliñado.
«Oh, por favor, ayúdame,» suplicó la zorra, con la vocecita temblorosa. «Me he perdido y no puedo volver a casa. Tengo miedo.»
Tomás sintió compasión por la zorra y se agachó para hablarle. «No te preocupes. Vamos a ayudarte. Alaric, ¿puedes usar tu magia para liberarla?»
Alaric sonrió al ver la empatía de Tomás. «A veces, la magia más poderosa no necesita usarse. A veces, solo necesitamos un acto de bondad.» Con mucho cuidado, Alaric y Rocco ayudaron a la zorra a desenredarse.
Una vez liberada, la zorra se sacudió y miró a Tomás con gratitud. «Eres muy amable. Gracias por ayudarme. Mi nombre es Lila.»
«Encantado de conocerte, Lila,» dijo Tomás, sonriendo. «¿Sabes cómo volver a casa?»
«Creo que sí, pero he perdido mucha confianza,» dijo Lila, con una voz temblorosa. «Los demás animales de la selva se burlaron de mí porque no podía encontrar el camino sola.»
Tomás se sintió triste al escuchar eso. «No deberías dejar que otros te hagan sentir menos. Todos necesitamos ayuda a veces.»
«Eso es muy cierto,» intervino Alaric. «Y recuerda, Lila, tu valentía y tu voluntad de pedir ayuda son cualidades valiosas. No estás sola en esto.»
Lila sonrió débilmente, sintiéndose un poco más fuerte. «Gracias. Tal vez puedo volver a casa con un poco de ayuda.» Alaric, Rocco y Tomás se ofrecieron para acompañarla y juntos iniciaron el viaje hacia el hogar de Lila.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.