Cuentos de Valores

Las Tartas de Manzana de Abuela María

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 7 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y flores coloridas, una niña llamada Olga. Olga vivía con su mamá, Laura, y su abuela María en una casa acogedora con un jardín donde los colores brillaban bajo el sol.

Un día, mientras jugaba en el jardín, Olga escuchó a su abuela contarle a su mamá una historia muy especial. María, con una mirada nostálgica, le contaba a Laura sobre las tartas de manzana que preparaba su propia madre cuando ella era pequeña.

«Las manzanas de aquel entonces eran las más dulces y jugosas que jamás he probado», decía María con una sonrisa. «Pero ahora, con los cambios que ha sufrido la tierra, es difícil encontrar manzanas tan deliciosas como aquellas.»

Olga, escuchando atentamente, se acercó con curiosidad. «¿Abuela, qué le pasó a las manzanas?», preguntó con su voz inocente y llena de curiosidad.

María acarició el cabello de Olga y le explicó sobre el cambio climático, cómo había afectado a la tierra y a las manzanas que tanto amaba. Olga, con sus ojos llenos de determinación, prometió que cuando fuera mayor haría todo lo posible para cuidar la tierra.

Los días pasaban, y Olga crecía aprendiendo sobre la naturaleza y cómo protegerla. Laura, su madre, la enseñó a plantar árboles y cuidar el jardín. Juntas creaban un pequeño oasis lleno de vida en su hogar.

Una tarde, mientras regaban las plantas, Olga tuvo una idea brillante. «¡Mamá, abuela! ¿Y si plantamos nuestro propio árbol de manzanas?», exclamó emocionada.

La idea encantó a María y Laura, y juntas decidieron plantar un pequeño manzano en el jardín. Día tras día, Olga cuidaba con amor y dedicación su manzano, hablándole y regándolo con agua fresca.

Con el paso de los años, el manzano creció fuerte y robusto, llenándose de flores blancas en primavera y de manzanas rojas y brillantes en otoño. Olga, ahora una adolescente, miraba su árbol con orgullo y alegría.

Finalmente, llegó el día en que pudieron recoger las manzanas. Eran grandes, jugosas y dulces, casi como las que María recordaba de su infancia. Juntas, Olga, Laura y María prepararon una tarta de manzana en la cocina, siguiendo la antigua receta de la bisabuela de Olga.

Mientras la tarta se horneaba, llenando la casa con un aroma delicioso, María tomó las manos de Olga y Laura. «Gracias por hacer realidad un pedacito de mi infancia», dijo con lágrimas de felicidad en los ojos.

Al probar la tarta, Olga supo que no solo habían creado un postre delicioso, sino también un futuro más prometedor. Con cada bocado, sentían el sabor de la esperanza, el amor y el compromiso con el mundo que les rodeaba.

Y así, Olga aprendió que incluso los actos más pequeños, como cuidar un árbol, pueden hacer una gran diferencia. Prometió continuar protegiendo la naturaleza y enseñar a otros a hacer lo mismo, manteniendo viva la dulzura de las manzanas de su abuela por generaciones.

Con el tiempo, el jardín de Olga se convirtió en un refugio para aves, mariposas y toda clase de pequeñas criaturas. Los vecinos del pueblo venían a admirar la belleza de su jardín y a probar las deliciosas manzanas. Olga, con su pasión y dedicación, había inspirado a muchos a cuidar el medio ambiente.

La historia de Olga y su manzano se contaba de generación en generación, recordando a todos la importancia de cuidar la tierra. Y aunque María ya no estaba, su amor y sus enseñanzas vivían en cada manzana que crecía en el jardín de Olga.

Olga, ahora adulta, seguía comprometida con su misión. Había estudiado ciencias ambientales y trabajaba en proyectos para proteger la naturaleza. Su ejemplo inspiraba a niños y adultos por igual a tomar acciones para cuidar el planeta.

Cada otoño, Olga organizaba una fiesta de la cosecha en su jardín, invitando a todo el pueblo a disfrutar de las manzanas y compartir historias. Era una celebración de la comunidad, la naturaleza y el poder del cambio positivo.

Laura, orgullosa de su hija, siempre estaba a su lado, apoyándola en cada iniciativa. Juntas, crearon un programa de educación ambiental para los niños del pueblo, enseñándoles sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

El jardín de Olga se convirtió en un símbolo de esperanza y acción. La gente venía de lejos para ver el famoso manzano y aprender sobre sostenibilidad y cuidado ambiental.

Olga nunca olvidó la promesa que hizo de niña a su abuela María. Continuó su legado, mostrando al mundo que incluso el acto más pequeño puede tener un gran impacto.

Y así, la historia de Olga, su abuela María, y el manzano se convirtió en una leyenda, un recordatorio de que todos podemos hacer la diferencia y proteger nuestro planeta para las futuras generaciones.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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