Milton era un niño pequeñito con ojos grises como el cielo nublado y cabello claro que brillaba bajo el sol. Siempre tenía una sonrisa en su rostro, una sonrisa que podía iluminar el día más oscuro. Vivía con su mamá y su papá en una casa rodeada de flores, ligustrinas y palmeras. Su hogar era un lugar mágico donde la naturaleza y el amor se entrelazaban para crear un ambiente lleno de alegría y paz.
El papá de Milton era un hombre de cabello castaño y ojos verdes. Le gustaba mucho trabajar en el jardín, plantando pensamientos que le recordaban a su madre, la abuela María. La abuela María amaba las flores y siempre tenía un jardincito lleno de colores. Para él, cuidar el jardín era una forma de honrar su memoria y mantener vivo su legado.
La mamá de Milton tenía ojos marrones, cabello claro y una voz muy dulce. Le encantaba leer y aprender cosas nuevas. Siempre tenía un libro en las manos y le contaba historias maravillosas a Milton antes de dormir. Milton adoraba escuchar las historias de su mamá, que lo llevaban a mundos lejanos llenos de aventuras y descubrimientos.
En su casa, Milton vivía rodeado de seis perritos que llenaban el jardín con sus travesuras y juegos. Los fines de semana, a veces iban a visitar a su tío Óscar y a su tía Olga, quienes vivían en el campo. Ambos tenían setenta y tantos años y eran personas muy sabias y respetuosas.
El tío Óscar era una persona muy familiar. Le encantaba el campo y pasaba sus días cosechando, alimentando al ganado y trabajando en las parcelas. Siempre tenía anécdotas interesantes sobre la familia y le gustaba contar historias sobre su padre, el bisabuelo Isidoro, que había sido un hombre muy trabajador y sabio. La tía Olga, por su parte, era una mujer elegante y fina. A pesar de su edad, siempre estaba llena de energía y disfrutaba de las visitas de su familia.
Óscar y Olga tenían dos hijos: Alexis y Rosario. Rosario, la madrina de Milton, era una mujer muy elegante y refinada. Alexis, en cambio, era muy trabajador y familiar. Trabajaba en el campo, ya sea sembrando o cuidando del ganado. Le encantaba asar carne y preparar comidas deliciosas para toda la familia. Alexis estaba casado con Yoana y vivían en el campo con sus dos hijos, Agustina y Lucas, que tenían entre dieciocho y veinte años.
Un fin de semana, la familia de Milton decidió ir a pasar unos días en la casa de su tío Óscar y su tía Olga. Milton estaba emocionado porque siempre disfrutaba de las visitas al campo. Le encantaba correr entre los árboles, jugar con los animales y escuchar las historias de su tío Óscar.
Cuando llegaron, fueron recibidos con abrazos y sonrisas. El tío Óscar estaba feliz de verlos y tenía muchas cosas que contarles. Después de un delicioso almuerzo preparado por Alexis y Yoana, se sentaron todos en el porche de la casa a disfrutar de la tarde.
«¿Sabes, Milton?» dijo el tío Óscar mientras se acomodaba en su silla. «Hoy quiero contarte una historia muy especial sobre tu bisabuelo Isidoro. Él fue un hombre muy valiente y siempre vivió siguiendo sus valores. Gracias a él, nuestra familia aprendió la importancia de la honestidad, el respeto y la generosidad.»
Milton, con sus ojitos grises brillando de curiosidad, se acomodó en el regazo de su mamá y se preparó para escuchar la historia.
«Tu bisabuelo Isidoro era un hombre que siempre ayudaba a los demás. Una vez, durante una sequía muy fuerte, los campos no producían suficiente alimento y muchas familias estaban pasando hambre. Pero tu bisabuelo no se quedó de brazos cruzados. Decidió compartir lo poco que tenía con sus vecinos, incluso si eso significaba que su propia familia tendría que hacer sacrificios. Gracias a su generosidad, muchas personas pudieron sobrevivir ese difícil momento.»
La tía Olga asintió, recordando esos tiempos difíciles. «Isidoro siempre decía que la verdadera riqueza no estaba en el dinero, sino en las personas que amamos y en los actos de bondad que hacemos por los demás.»
«Así es,» continuó el tío Óscar. «Y esa es una de las razones por las que siempre debemos ser generosos y ayudar a quienes lo necesitan. Porque cuando compartimos lo que tenemos, no solo estamos haciendo una buena acción, sino que también estamos creando lazos de amistad y fortaleciendo nuestra comunidad.»
Milton escuchaba atentamente, absorbiendo cada palabra. Le encantaban las historias sobre su bisabuelo y los valores que había transmitido a su familia.
«Otro valor muy importante que aprendimos de él es el respeto,» dijo el tío Óscar. «Isidoro siempre respetaba a todos, sin importar su edad, su origen o su situación. Él creía que todos merecían ser tratados con dignidad y que cada persona tenía algo valioso que ofrecer.»
La mamá de Milton acarició su cabello claro y añadió, «Y eso es algo que siempre debemos recordar, Milton. El respeto es fundamental para vivir en armonía con los demás. Debemos escuchar a los otros, entender sus puntos de vista y tratarlos con amabilidad.»
El papá de Milton, que había estado escuchando en silencio, sonrió y dijo, «Y no olvidemos la honestidad. Tu bisabuelo siempre decía que la verdad era lo más importante. A veces, decir la verdad puede ser difícil, pero es la base de la confianza y la integridad.»
Milton asintió, comprendiendo la importancia de estos valores. Sabía que, aunque era pequeño, podía empezar a practicarlos en su vida diaria. Decidió que siempre sería generoso, respetuoso y honesto, tal como su bisabuelo Isidoro le había enseñado a su familia.
Esa noche, después de una cena deliciosa preparada por Yoana, la familia se sentó alrededor del fuego para continuar compartiendo historias y risas. Agustina y Lucas contaron sobre sus estudios y sus planes para el futuro, mientras que Alexis habló de las últimas cosechas y del trabajo en el campo.
Antes de irse a dormir, Milton se acercó a su tío Óscar y le dijo, «Tío, gracias por contarme las historias de mi bisabuelo. Quiero ser como él cuando crezca.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.