Cuentos de Valores

Rayan descubre su ritmo en el colegio

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y alegría, un niño llamado Rayan. Rayan era un niño de cuatro años que iba al colegio cada día con una sonrisa enorme en su rostro. Su mochila estaba llena de dibujos, juguetes y un montón de ganas de aprender. Sin embargo, había algo que le preocupaba un poco: no sabía cuál era su habilidad especial en el colegio. Sus compañeros, como la Seño, sus amigos y los profesionales que cuidaban de él, siempre decían que cada niño tiene un talento único, pero Rayan aún no lo había descubierto.

Una mañana radiante, Rayan llegó a la escuela muy emocionado. El sol brillaba y los pájaros cantaban felices. Al entrar a su salón, vio a sus compañeros, que eran Susana, una niña muy risueña que siempre sabía contar cuentos; y Leo, un niño que adoraba hacer dibujos preciosos. La Seño, que era una mujer amable y cariñosa, les saludó a todos.

— ¡Buenos días, niños! —dijo la Seño con una voz suave—. Hoy vamos a hacer algo muy especial. Vamos a descubrir nuestros talentos.

Rayan se sintió un poco más animado al escuchar esto. Quizás hoy sería el día en que por fin descubriría cuál era su ritmo, su don. La Seño les dijo que ella había preparado muchas actividades para que cada uno pudiera mostrar lo que sabía hacer.

Primero, la Seño sugirió que hicieran una ronda de talentos. Todos los niños se sentaron en círculo y, uno por uno, mostraron lo que sabían hacer. Susana se levantó con entusiasmo.

— ¡Yo sé contar cuentos! —dijo, y comenzó a narrar una historia sobre un dragón y una princesita que vivían en un castillo encantado. Todos los niños escuchaban con atención y sonrisas, disfrutando de cada palabra.

Luego, fue el turno de Leo.

— ¡Yo puedo dibujar un dinosaurio! —anunció, y tomó un trozo de papel y un color. En un instante, un hermoso dinosaurio de colores apareció en la hoja. Todos aplaudieron emocionados, admirando el talento de Leo.

A continuación, llegó el momento de Rayan. Con un nudo en la garganta, se levantó y miró a sus compañeros. No sabía qué mostrar, y eso le hacía sentir un poco nervioso. La Seño le sonrió con aliento.

— Tienes tiempo, Rayan. Haz lo que quieras.

Entonces, la pequeña clase se quedó en silencio mientras pensaba qué podría hacer. De repente, se acordó de algo. Desde pequeño, Rayan solía bailar con su mamá en la sala de casa. Así que, con un poco de valor, Rayan respiró hondo y empezó a moverse al ritmo de una canción que solo él escuchaba en su mente. Saltó, giró y se movió como si estuviera flotando en el aire.

— ¡Wow, Rayan! —gritó Susana—. ¡Bailas muy bien!

Rayan sonrió, sintiéndose más seguro. Se dio cuenta de que estaba divirtiéndose y disfrutando de su movimiento. Cuando terminó de bailar, todos sus compañeros aplaudieron con alegría.

— ¡Eres un gran bailarín, Rayan! —dijo Leo, admirado.

La Seño aplaudió también y dijo:

— ¡Qué hermosos talentos hemos descubierto hoy! Cada uno de ustedes tiene una habilidad única, y eso es lo más bonito de este colegio: aprender a conocernos y valorarnos.

Rayan sintió una calidez en su pecho. Finalmente, había descubierto su ritmo, y eso era bailar. Pero había otra cosa que aún no había notado. Esa tarde, mientras exploraban el colegio, se encontraron con un nuevo amigo. Era un pequeño perro, llamado Tobi, que estaba perdido y asustado.

— ¡Miren! —exclamó Rayan—. ¡Es un perrito!

Tobi se acercó temerosamente, moviendo la cola. Rayan agachó la cabeza y le habló con dulzura.

— ¡Hola, pequeño! No tengas miedo. ¡Estamos aquí para ayudarte!

Sus compañeros lo siguieron y, juntos, comenzaron a jugar con Tobi. La Seño, al ver esto, decidió que era importante ayudar al perrito.

— Chicos, creo que debemos llevar a Tobi a la oficina para ver si tiene dueño. Si no, podemos buscarle un hogar.

Rayan y sus compañeros asumieron la responsabilidad de cuidar de Tobi. Pensaron en darle agua, comida y mucho cariño. Era un trabajo en equipo, y Rayan sentía que esa experiencia también era un talento.

Cuando llegaron a la oficina, las Profes, encargada de los animales, les dijo que era muy importante que los niños aprendieran sobre la responsabilidad y el amor hacia los animales. Mientras le daban de comer a Tobi y lo acariciaban, Rayan se dio cuenta de que cuidar de un animal era un talento también, y que su corazón se llenaba de alegría al ver a Tobi feliz.

Finalmente, la Seño dijo:

— Chicos, ¿qué tal si hacemos una presentación de talentos en la escuela esta semana? Rayan, tú puedes bailar y todos juntos podemos demostrar cómo cuidar y amar a un animal.

Todos estaban entusiasmados con la idea. Por eso, durante los siguientes días, Rayan y sus compañeros se dieron a la tarea de preparar una presentación especial. Rayan practicaba su baile de día y de noche, cada vez sintiéndose más seguro. Con cada paso que daba, su amor por el baile y por cuidar de Tobi crecía.

Llegó el día de la presentación. La escuela estaba llena de risas y emoción. Los padres de los niños y otros compañeros estaban listos para ver el talento de los pequeños. Mientras Rayan estaba detrás del escenario, sentía mariposas en el estómago, pero sabía que estaba bien preparado.

Cuando fue su turno, salió corriendo mientras todos aplaudían. Rayan comenzó a bailar, y a la vez, sus compañeros mostraban cómo cuidar de Tobi, haciendo una coreografía que combinaba el baile con el juego. Todos reían y disfrutaban del espectáculo.

Susana narraba, Leo mostraba los dibujos de Tobi mientras él saltaba feliz, y Rayan danzaba. Al final de la presentación, todos los aplausos resonaron por todo el aula. La Seño, con lágrimas de alegría, abrazó a todos.

— Estoy tan orgullosa de ustedes. Han demostrado lo que significa trabajar juntos, conocer y valorar nuestros talentos y cuidar de los demás.

Rayan se sintió tan feliz en ese momento. No solo había descubierto su ritmo y su amor por el baile, sino también la importancia de la solidaridad y la amistad. Y lo más bonito fue que todos juntos habían sido capaces de ayudar a Tobi, quien ahora tenía un hogar con ellos.

La Profes les dio a cada uno una medalla como reconocimiento por su esfuerzo, pero Rayan entendió que lo más valioso no era la medalla, sino el cariño y la amistad que compartía con sus compañeros.

Desde ese día, Rayan siempre se acordaba de cómo había encontrado su ritmo en la vida. Aprendió que cada uno tiene su propio talento, pero lo mejor de todo es lo que se puede lograr cuando se comparte. Tenía el ritmo de su baile, la alegría de su amistad, y el cariño hacia aquellos que necesitan ayuda.

Y así, Rayan, junto a la Seño, Susana, Leo, y Tobi, viviendo siempre al compás de la solidaridad y el buen corazón, les enseñaron a todos en el pueblo que el talento se encuentra en muchas formas, y que lo importante es disfrutar y ayudar. Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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