Había una vez un niño llamado Felipe que tenía diez años y el cabello castaño corto. Felipe era un niño amable y valiente, pero a veces se sentía inseguro cuando estaba en la escuela. Tenía un amigo muy especial llamado Riky, un pequeño animalito que parecía un mapache pero con un brillo mágico que lo hacía único. Riky siempre estaba a su lado, dándole ánimo y compañía.
Un día, Felipe enfrentó uno de los retos más grandes en su escuela. Había un grupo de niños que se burlaban de él y lo hacían sentir mal. Felipe no entendía por qué estos niños eran tan crueles, y a veces deseaba no tener que ir a la escuela para no enfrentarse a ellos. Pero Felipe también sabía que debía ser valiente y enfrentar sus miedos.
Esa mañana, mientras caminaba hacia la escuela con Riky a su lado, Felipe se sentía particularmente triste. Los insultos de los otros niños le pesaban en el corazón. «Riky, no sé cómo voy a superar esto,» dijo Felipe con la voz entrecortada.
Riky, con su voz suave y cálida, le respondió, «Felipe, recuerda que eres fuerte y valiente. No dejes que las palabras de otros te hagan dudar de quién eres.»
Cuando Felipe llegó a la escuela, se encontró con una hermosa y misteriosa mujer en la entrada. Tenía un aura etérea y una presencia que inspiraba paz y confianza. La mujer sonrió a Felipe y le dijo, «Hola, Felipe. Mi nombre es Luna. Estoy aquí para ayudarte.»
Felipe se sorprendió. «¿Cómo sabes mi nombre?» preguntó.
Luna respondió con una sonrisa, «Sé muchas cosas sobre ti, Felipe. Sé que eres valiente y que tienes un corazón lleno de bondad. Estoy aquí para recordarte tus valores y ayudarte a definir tus metas.»
Felipe sintió una calidez en su corazón al escuchar las palabras de Luna. «¿Puedes ayudarme con los niños que se burlan de mí?» preguntó.
Luna asintió. «Sí, pero primero debes recordar lo importante que eres y lo valioso que es tu corazón. Ven, te mostraré algo.»
Luna llevó a Felipe y a Riky a un lugar mágico detrás de la escuela, un jardín lleno de flores y árboles brillantes. En el centro del jardín había un espejo grande y antiguo. Luna se acercó al espejo y dijo, «Mira tu reflejo, Felipe. ¿Qué ves?»
Felipe miró el espejo y vio su propio reflejo. Al principio, solo vio a un niño normal, pero luego, el espejo comenzó a mostrarle todas las cosas buenas que había hecho: ayudar a sus amigos, ser amable con los demás, y ser valiente en momentos difíciles. Felipe vio cómo su bondad y valentía brillaban como un sol en el espejo.
«Eso es lo que eres, Felipe,» dijo Luna. «Eres una persona increíble con un corazón puro. No dejes que las palabras crueles de los demás te hagan olvidar quién eres.»
Felipe sonrió, sintiendo una nueva fuerza en su interior. «Gracias, Luna. Ahora sé que puedo enfrentar a esos niños.»
Luna le dio un abrazo cálido y dijo, «Recuerda siempre tus valores y sigue tus metas. No importa cuán difícil sea el camino, siempre encontrarás la fuerza en tu corazón.»
Felipe regresó a la escuela con Riky a su lado, sintiéndose más fuerte y confiado. Cuando los niños comenzaron a burlarse de él de nuevo, Felipe respiró hondo y recordó las palabras de Luna. Con una voz firme, les dijo, «Sé que intentan hacerme sentir mal, pero sus palabras no me definirán. Yo sé quién soy, y no dejaré que me hagan daño.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.