Había una vez en un pequeño pueblo un grupo de cinco amigos muy especiales. Se llamaban Max, Lu, Lila, Sam y Rebeca. Estos amigos pasaban todos los días juntos, jugando y explorando el mundo que los rodeaba. Cada uno era diferente, pero eso los hacía aún más especiales.
Max era un niño con el pelo rizado y marrón, siempre tenía una gran sonrisa en su rostro. Le encantaba correr y saltar, y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Lu, por otro lado, era una niña con el cabello corto y negro. Usaba gafas y le gustaba mucho leer libros. Lila tenía el cabello largo y rubio, siempre llevaba una flor en el pelo y adoraba las flores y la naturaleza. Sam era un niño con el pelo rojo y muchas pecas en su cara. Era muy divertido y siempre hacía reír a los demás con sus bromas. Rebeca tenía la piel oscura y el pelo rizado, le encantaba bailar y siempre estaba moviéndose al ritmo de alguna canción.
Un día, mientras jugaban en el parque, se encontraron con un niño nuevo. Parecía un poco triste y solitario. Max, siendo tan amigable como siempre, se acercó y le dijo: «¡Hola! Soy Max, ¿quieres jugar con nosotros?»
El niño, que se llamaba Tomás, sonrió tímidamente y aceptó la invitación. Pronto, Tomás se unió al grupo de amigos y comenzaron a jugar juntos. Sin embargo, al poco tiempo, algunos niños mayores llegaron al parque y empezaron a burlarse de Tomás porque era diferente. Tenía la piel más oscura que los demás y hablaba con un acento diferente.
Max, Lu, Lila, Sam y Rebeca se sintieron muy mal al ver cómo trataban a su nuevo amigo. Decidieron que no podían quedarse callados y debían hacer algo al respecto. Max, con su gran valentía, se acercó a los niños mayores y les dijo: «No está bien burlarse de alguien solo porque es diferente. Todos somos amigos aquí y merecemos respeto.»
Lu, siempre sabia, añadió: «Cada uno de nosotros es especial a su manera. Las diferencias nos hacen únicos y debemos celebrarlas, no usarlas para lastimar a otros.»
Lila, con su amor por la naturaleza, dijo: «Así como cada flor es diferente y hermosa, cada persona es única y tiene su propia belleza.»
Sam, con su sentido del humor, intentó romper la tensión diciendo: «¿Saben qué es lo mejor de tener amigos diferentes? Siempre hay algo nuevo y emocionante que aprender de cada uno.»
Rebeca, moviéndose al ritmo de una melodía imaginaria, añadió: «La vida es como una gran danza, y todos tenemos un papel importante en ella. Juntos, hacemos una coreografía hermosa.»
Los niños mayores se sintieron un poco avergonzados por lo que habían hecho. Nunca antes habían pensado en cómo sus palabras podían lastimar a otros. Poco a poco, comenzaron a entender lo que los amigos de Tomás estaban tratando de decir.
Uno de los niños mayores, llamado Carlos, dio un paso adelante y dijo: «Lo siento, Tomás. No debimos haberte tratado así. ¿Quieres jugar con nosotros también?»
Tomás sonrió, agradecido por la disculpa, y pronto todos estaban jugando juntos, sin importar las diferencias. Aprendieron que todos eran iguales, no por cómo se veían, sino por lo que tenían en sus corazones. Desde ese día, el parque se convirtió en un lugar donde todos los niños eran bienvenidos y respetados, sin importar sus diferencias.
A medida que los días pasaban, Max, Lu, Lila, Sam, Rebeca y Tomás se hicieron aún más unidos. Les encantaba compartir historias y aprender unos de otros. Descubrieron que cada uno tenía talentos y habilidades únicos que hacían que su grupo de amigos fuera especial.
Max, con su amor por la aventura, siempre encontraba nuevos lugares para explorar. Lu compartía sus cuentos y libros, transportándolos a mundos mágicos. Lila les enseñaba sobre las plantas y las flores, mostrándoles cómo cuidar de la naturaleza. Sam, con su humor, mantenía a todos riendo y felices. Y Rebeca, con su pasión por la música y la danza, enseñaba a sus amigos a mover el cuerpo y disfrutar del ritmo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.