En un rincón olvidado del mundo, más allá de los vastos océanos y las montañas eternas, se encontraba el pequeño pueblo de Liria, rodeado por un bosque tan antiguo como el tiempo mismo. En este lugar, donde las historias y leyendas cobraban vida, vivían tres hermanas: Kenia, Rachel, y Brindi. Aunque compartían el mismo hogar y sangre, sus personalidades no podían ser más distintas.
Kenia, la mayor, era la protectora, siempre serena y reflexiva, con una sabiduría que iba más allá de sus años. Su cabello castaño claro, adornado con flores silvestres, reflejaba su conexión con la naturaleza. Rachel, la del medio, era el espíritu libre del trío, valiente y aventurera, con mechones azules que ondeaban al viento como las olas del mar. Brindi, la menor, era la soñadora, tranquila y gentil, su cabello lavanda simbolizaba su ternura y su creatividad sin límites.
Un día, mientras regresaban a casa desde la escuela, un atajo a través del bosque las llevó frente a un agujero oscuro y profundo que nunca antes habían visto. La curiosidad, mezclada con una pizca de temor, las impulsó a acercarse. Lo que parecía ser una simple cavidad en el suelo se reveló como la entrada a un mundo desconocido y misterioso.
«Deberíamos volver,» susurró Brindi, su voz temblorosa reflejando su incertidumbre.
«Pero piensa en lo que podríamos descubrir,» contestó Rachel, con sus ojos brillando de emoción y aventura.
Kenia, considerando ambas perspectivas, tomó la decisión. «Iremos juntas. Nada podrá vencernos si permanecemos unidas,» dijo con determinación.
Así, tomadas de la mano, las tres hermanas se adentraron en la oscuridad. Lo que encontraron fue un mundo subterráneo iluminado por cristales mágicos y vastos campos de flores luminosas. Pero también descubrieron que no podían regresar; la entrada se había cerrado detrás de ellas.
Exploraron este nuevo mundo, maravilladas por sus bellezas y terrores. Pronto, sin embargo, se encontraron frente a un desafío mayor: un laberinto custodiado por criaturas de sombras, cuyo fin era poner a prueba el valor y la unidad de aquellos que osaban entrar.
Las diferencias entre las hermanas, que antes parecían insignificantes, se convirtieron en obstáculos. Rachel, impulsiva, quería avanzar sin planear; Brindi temía cada sombra y paso; y Kenia luchaba por mantener la calma y guiarlas. Sin embargo, cada prueba del laberinto les enseñó una lección valiosa: la importancia del equilibrio entre la valentía y la cautela, la acción y la reflexión.
Fue en el corazón del laberinto donde se enfrentaron a su prueba final. Una criatura hecha de oscuridad pura se alzaba ante ellas, sus ojos brillando con un desafío silencioso. Las hermanas se dieron cuenta de que solo trabajando juntas podrían superarla. Rachel y Brindi combinaron sus fuerzas, distrayendo a la criatura, mientras Kenia buscaba su punto débil. En el momento decisivo, unieron sus voces en una melodía antigua que Brindi solía cantarles para dormir, una canción de amor y unidad. La criatura, incapaz de resistir la pureza y la fuerza de su lazo, se disolvió en la luz, dejando el camino libre.
Al salir del laberinto, encontraron un campo abierto, bajo un cielo estrellado que nunca habían visto. Frente a ellas, se reveló un portal, brillando con promesa y esperanza. Era el camino de regreso a casa, un regalo de la tierra mágica por haber aprendido la lección más valiosa: el poder de trabajar en equipo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.