Cuentos de Valores

Un Solo Helado Para Dos Sonrisas

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo lleno de colores y risas, vivían dos hermanos llamados Sofía y Mateo junto a su papá. Sofía tenía cinco años y Mateo apenas cuatro. Los dos niños eran muy juguetones y siempre compartían sus secretos y aventuras, aunque a veces discutían por cosas pequeñas, pero al final siempre se reconciliaban con un abrazo.

Un día soleado, mientras paseaban por el parque, Sofía y Mateo vieron un carrito de helados que llamaba mucho su atención. Los conos de helado parecían enormes y estaban llenos de muchos colores: rosa, amarillo, verde y marrón. En la cabeza de Sofía apareció una idea dulce y brillante como el sol.

—Papá, ¿podemos comprar un helado? —preguntó Sofía con una sonrisa muy grande.

Mateo también saltó de emoción y dijo:

—¡Helado, helado! Yo quiero uno también, por favor.

El papá sonrió, pero luego su rostro cambió a una expresión preocupada. Miró en sus bolsillos y vio que no tenía dinero para comprar dos helados.

—Hijo, Sofía —dijo mientras se agachaba para mirar a los niños a los ojos—, hoy solo tengo dinero para comprar un helado. Lo siento mucho.

Sofía y Mateo se miraron, un poco tristes, pero Mateo comenzó a sentir una tristeza más grande y, de repente, empezó a llorar porque él quería su propio helado. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y su llanto se hizo más fuerte.

—¡Quiero mi helado! —sollozó Mateo—. ¡No es justo!

Sofía se acercó a su hermanito y le puso la mano en el hombro para consolarlo.

—Mateo, no llores —dijo con voz suave—. Solo tenemos un helado, pero podemos compartirlo. Seguro que está bien y lo vamos a disfrutar juntos.

Mateo miró a su hermana, todavía con lágrimas en los ojos, pero comenzó a secarse las mejillas con la manga de su camiseta.

—¿De verdad compartirás conmigo tu helado? —preguntó con voz temblorosa.

—Claro que sí —respondió Sofía sonriendo—. Somos hermanos y compartir es cuidar a la persona que quieres.

El papá escuchaba la conversación y se sintió orgulloso de sus hijos. Compró un helado en un gran cono para Sofía y Mateo. Se sentaron todos en una banca del parque para disfrutarlo.

Sofía sostuvo el helado en sus manos y lo primero que hizo fue partir un pedacito para dárselo a Mateo. Él chupó el helado lentamente, y poco a poco su tristeza se transformó en alegría. Compartir el helado era como compartir la felicidad, y los dos niños estaban muy contentos.

El papá también se unió a la conversación y les explicó:

—Sofía, Mateo, compartir es uno de los valores más importantes que podemos aprender. Cuando compartimos, mostramos amor y cariño por los demás, y eso nos hace felices porque no solo pensamos en nosotros, sino también en quienes queremos.

Sofía y Mateo asintieron con la cabeza, comprendiendo mejor lo que su papá les decía. Mateo dejó de llorar y empezó a reír, mientras con la lengua trataba de alcanzar el siguiente bocado de helado.

Después de terminar el helado, decidiron dar un paseo por el parque. Siguiendo al papá, los niños vieron a otros niños jugando y riendo. Sofía, que siempre era muy amable, le dijo a Mateo:

—¿Ves? Cuando compartimos, todos somos felices. Igual que los niños que están jugando juntos y compartiendo sus juegos.

Mateo respondió:

—Quiero compartir mis juguetes cuando llegue a casa, para que mis amigos estén contentos también.

El papá sonrió mucho y dijo:

—Eso es maravilloso, Mateo. Compartir no solo es para las cosas grandes como un helado, sino también para los momentos pequeños, como jugar con tus amigos o ayudar a tu hermana.

Mientras caminaban, pasaron por una señora que parecía cansada y llevaba muchas bolsas pesadas. Sofía se detuvo y le pidió a papá:

—Papá, ¿podemos ayudar a esa señora? Está muy cansada.

El papá asintió y los niños corrieron a su lado.

—Señora, ¿quiere que le ayudemos a cargar sus bolsas? —preguntó Sofía.

La señora sonrió con gratitud y aceptó encantada. Antes de irse, les dijo:

—Gracias por ser tan amables, pequeños. Compartir y ayudar hace que el mundo sea un lugar mejor.

Esa noche, al llegar a casa, Sofía y Mateo prepararon su rincón de juegos. Mateo tomó uno de sus camiones y se lo ofreció a Sofía.

—¿Quieres jugar conmigo? —preguntó.

—¡Sí! —respondió hermana feliz—. Gracias por compartir tu camión.

Los niños jugaron juntos hasta que el cansancio llegó y se acostaron en sus camas. Antes de dormir, Mateo abrazó a Sofía y dijo:

—Gracias por compartir conmigo el helado hoy. Me hizo muy feliz.

Sofía respondió con una sonrisa dulce y dijo:

—Y gracias a ti, porque si no hubieras llorado, no habríamos aprendido a compartir tan bien.

El papá los miró desde la puerta y pensó que, aunque el dinero no siempre alcanza para todo, el amor y la generosidad entre los hermanos siempre puede convertir cualquier momento en algo maravilloso.

Esa noche, los niños soñaron con lugares mágicos donde los helados nunca se acababan, y todas las personas compartían lo que tenían para que nadie estuviera triste. Aprendieron que el valor de compartir es como un regalo invisible que hace que el corazón sea más grande y fuerte.

Y así, en esa pequeña casa llena de amor, Sofía, Mateo y su papá entendieron que a veces, tener solo un helado puede ser mucho más dulce cuando se comparte con alguien que quieres.

**Conclusión:** La historia de Sofía y Mateo nos enseña que compartir no solo es dar algo que tenemos, sino también mostrar amor y cuidar a las personas que amamos. Cuando compartimos, multiplicamos la alegría y el cariño, porque el verdadero tesoro está en estar juntos y ayudarnos siempre, aun cuando las cosas no sean fáciles. Compartir es un acto de amor que hace que el corazón crezca y que las sonrisas sean más grandes y brillantes.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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