Cuentos de Amistad

Camila y Pablo: Amigos a la Distancia

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y flores, dos niños que eran los mejores amigos del mundo. Camila era una niña con rizos marrones que siempre llevaba un vestido rosado que brillaba bajo el sol. Pablo, por otro lado, tenía el cabello negro y liso, y le encantaba vestir con su camiseta azul y pantalones cortos verdes.

Camila y Pablo se conocieron un día soleado en el parque. Camila estaba recogiendo flores para hacer una corona, mientras Pablo corría detrás de una mariposa que volaba cerca de las flores. De repente, la mariposa se posó sobre una flor justo al lado de Camila. Ambos niños se miraron, y entonces, Camila le sonrió a Pablo y le ofreció una flor. Desde ese momento, se hicieron amigos inseparables.

Todos los días, después de la escuela, Camila y Pablo se encontraban en el parque. Jugaban a correr, a esconderse entre los árboles, y a saltar de alegría cuando encontraban una nueva flor o veían un arcoíris en el cielo. Sus risas llenaban el aire, y todo el mundo en el pueblo sabía que esos dos niños eran los mejores amigos.

Pero un día, algo cambió. El papá de Pablo recibió una oferta de trabajo en una ciudad lejana, y eso significaba que Pablo y su familia tendrían que mudarse. Camila no podía creer lo que escuchaba cuando Pablo le contó la noticia en el parque.

«¿Nos vamos a mudar lejos?» preguntó Camila con los ojos llenos de lágrimas.

«Sí, pero no quiero dejar de ser tu amigo,» respondió Pablo, también triste.

Ambos se abrazaron fuerte, sin querer separarse nunca. Pero sabían que, aunque Pablo se mudara, su amistad no tendría que acabar. Pablo tuvo una idea.

«¡Vamos a ser amigos a la distancia!» dijo con una sonrisa.

«¿Cómo?» preguntó Camila, secándose las lágrimas.

«Podemos enviarnos cartas y dibujos, y contar todas nuestras aventuras,» explicó Pablo. «Así, aunque estemos lejos, siempre estaremos cerca.»

Camila sonrió. Le gustaba mucho la idea. Así que, al día siguiente, Pablo y su familia se mudaron a la ciudad lejana, pero antes de irse, le entregó a Camila una cajita especial.

«Cada vez que me extrañes, abre esta cajita,» le dijo. Camila asintió, guardando la cajita en su bolsillo.

El primer día sin Pablo fue muy triste para Camila. Fue al parque, pero ya no era lo mismo sin su amigo. Se sentó bajo su árbol favorito y sacó la cajita que Pablo le había dado. Dentro de la cajita había una pequeña carta que decía: «Querida Camila, sé que estás triste, pero recuerda que siempre seré tu amigo, no importa dónde esté. Piensa en mí cuando veas una mariposa.»

Camila sonrió al leer la carta y miró a su alrededor. Justo en ese momento, una mariposa pasó volando cerca de ella, y Camila sintió que Pablo estaba cerca, aunque estuviera lejos.

A partir de ese día, Camila y Pablo comenzaron a enviarse cartas. Camila le contaba a Pablo sobre las nuevas flores que encontraba en el parque, y Pablo le escribía sobre los árboles grandes que había en su nuevo hogar. También se enviaban dibujos de sus aventuras imaginarias, donde viajaban en globos gigantes o caminaban sobre el arcoíris.

Aunque la distancia entre ellos era grande, cada carta y dibujo hacía que se sintieran cerca. Cuando Camila recibía una carta de Pablo, corría al parque, se sentaba bajo su árbol favorito, y leía las palabras de su amigo mientras una mariposa revoloteaba cerca. Y cuando Pablo recibía una carta de Camila, la leía junto a un gran roble en su nueva ciudad, imaginando que estaban juntos en su parque de siempre.

Un día, Pablo le envió a Camila un dibujo muy especial. Era un dibujo de ellos dos, tomados de la mano, con una línea que iba desde el pueblo de Camila hasta la ciudad de Pablo. Encima de ellos, un arcoíris conectaba ambos lugares, mostrando que, aunque estuvieran lejos, siempre estarían unidos por su amistad.

Camila guardó ese dibujo en la cajita especial que Pablo le había dado, y cada vez que se sentía sola, lo miraba y sonreía, sabiendo que su amigo pensaba en ella.

Pasaron los meses y las estaciones cambiaron. Llegó el otoño, y las hojas del parque comenzaron a caer, llenando el suelo de colores naranjas y amarillos. Luego vino el invierno, con nieve blanca cubriendo todo el paisaje. Camila se abrigaba bien y seguía yendo al parque, enviando cartas a Pablo sobre cómo la nieve hacía que todo pareciera un cuento de hadas. Y Pablo le respondía, contándole cómo en su nueva ciudad también caía nieve, pero que extrañaba las flores del parque donde jugaban juntos.

Un día, Camila recibió una carta diferente. Era más grande de lo usual y estaba decorada con dibujos de estrellas y lunas. Dentro de la carta, Pablo le contaba que había hecho nuevos amigos en su nueva escuela, pero que nunca había olvidado a su mejor amiga, Camila. Le decía que, aunque tuviera nuevos amigos, su amistad con ella siempre sería especial.

Camila sintió su corazón calentarse al leer las palabras de Pablo. Ella también tenía otros amigos en su escuela, pero sabía que nada podría reemplazar la amistad que tenía con Pablo.

Finalmente, llegó la primavera, y con ella, las flores comenzaron a florecer nuevamente en el parque. Un día, mientras Camila estaba recogiendo flores, vio algo que la hizo sonreír de oreja a oreja. Era Pablo, corriendo hacia ella desde el otro lado del parque.

«¡Pablo!» gritó Camila, corriendo a su encuentro.

«¡Camila!» respondió Pablo, abrazándola fuerte.

Resulta que la familia de Pablo había decidido volver al pueblo, y Pablo no podía esperar para ver a su mejor amiga de nuevo. Aunque habían pasado mucho tiempo separados, su amistad no había cambiado en absoluto. De hecho, se sentían más unidos que nunca.

Desde ese día, Camila y Pablo volvieron a jugar juntos en el parque todos los días, como antes. Pero ahora sabían que, aunque estuvieran lejos, siempre serían amigos a la distancia. Y así, su amistad continuó creciendo, llena de risas, cartas, y muchos momentos felices.

Y colorín colorado, este cuento de amigos a la distancia ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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