En un soleado pueblo costero, vivía una niña llamada Valeria, conocida por todos por su bondad y alegría. Valeria estaba a punto de cumplir ocho años, y este año, había decidido celebrar su cumpleaños en la playa, su lugar favorito.
La mañana de su cumpleaños, Valeria se levantó temprano, emocionada por el gran día. Mientras se ponía su vestido amarillo, el sol entraba por la ventana, iluminando su habitación con rayos de luz que parecían bailar en las paredes.
«¡Hoy va a ser un día maravilloso!» exclamó Valeria, girando frente al espejo.
Después de desayunar su comida favorita, panqueques con miel y frutas, ayudó a su mamá a cargar el coche con todo lo necesario para la fiesta: sombrillas, toallas, una nevera llena de jugos y sándwiches, y, por supuesto, una gran tarta de chocolate decorada con delfines y estrellas de mar.
Al llegar a la playa, Valeria corrió hacia la arena, dejando huellas que se borraban con las olas. Poco a poco, sus amigos comenzaron a llegar, cada uno con un regalo y una enorme sonrisa. Juntos, extendieron las mantas sobre la arena y colocaron las sombrillas, creando un pequeño paraíso de colores bajo el sol.
Los niños jugaron al fútbol, construyeron castillos de arena y buscaron conchas y caracoles a lo largo de la orilla. Valeria se sentía como la niña más afortunada del mundo, rodeada de amigos en un día tan especial.
Cuando llegó la hora de comer, todos se sentaron alrededor de la tarta. Valeria sopló las velas bajo el cielo azul, mientras sus amigos cantaban «¡Feliz cumpleaños!» con voces alegres y entusiastas.
Después de la comida, la madre de Valeria organizó juegos y concursos. Había carreras de relevos, búsqueda del tesoro y un concurso de baile. La risa y los gritos de emoción llenaban el aire, y los adultos observaban con una sonrisa, recordando sus propios días de infancia.
Al atardecer, cuando el sol comenzaba a bajar y el cielo se teñía de naranja y rosa, Valeria y sus amigos se sentaron en círculo para compartir historias. Uno de sus amigos, Marco, sacó una guitarra y comenzaron a cantar canciones. Valeria se sintió abrumada por la felicidad, mirando a cada uno de sus amigos y sintiendo una inmensa gratitud.
«Gracias a todos por estar aquí,» dijo Valeria, su voz suave pero clara sobre el sonido de las olas. «Cada uno de ustedes hace mi vida más especial.»
La fiesta terminó con un último juego: lanzar deseos al mar. Cada niño escribió un deseo en un papel biodegradable y, juntos, corrieron hacia el agua para dejar que las olas se los llevaran, esperando que el mar hiciera magia.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.