En un rincón lleno de luz y color de la ciudad, había un parque donde los niños se reunían cada tarde para jugar. Los árboles susurraban historias al viento, y el cielo azul era el lienzo perfecto para los sueños de cualquiera. Entre risas y juegos, Martín observaba desde un banco, con un poco de tristeza en sus ojos. Aunque quería unirse, su discapacidad le dificultaba correr y saltar como los demás.
Un día, algo mágico sucedió. Martín recibió un globo rojo, tan brillante y lleno de vida como el corazón que latía en su pecho. Pero, en un descuido, el globo escapó de sus manos, elevándose hacia el cielo, danzando entre los árboles hasta perderse de vista. Martín intentó seguirlo, pero sabía que sería difícil recuperarlo por sí solo.
Fue entonces cuando apareció Carla, con su silla de ruedas y una sonrisa que iluminaba todo el parque. «¿Te ayudo a buscar tu globo?» Preguntó, extendiendo su mano en señal de amistad. Martín, sorprendido y agradecido, asintió con entusiasmo. Juntos, emprendieron la búsqueda del globo perdido, explorando cada rincón del parque, riendo y compartiendo historias.
La búsqueda los llevó a aventuras inesperadas: desde esquivar gotas de agua bajo los aspersores hasta saludar a las ardillas curiosas. Cada momento era una oportunidad para conocerse mejor y fortalecer su recién nacida amistad.
Finalmente, después de un emocionante juego de detectives, encontraron el globo rojo atrapado en las ramas de un árbol alto. Con la ayuda de un amable jardinero y su larga vara, lograron rescatarlo. Martín, con el globo nuevamente en sus manos, se sintió el niño más feliz del mundo, no solo por recuperar su preciado globo, sino por haber encontrado una amiga en Carla.
Carla le explicó a Martín que, aunque a veces tenía dificultades para moverse libremente, había aprendido a ver el mundo desde una perspectiva única, encontrando maneras creativas de superar los obstáculos. Martín escuchaba con admiración, dándose cuenta de que, a pesar de las diferencias, ambos compartían la misma valentía y deseo de vivir aventuras.
Desde ese día, el parque se convirtió en su lugar especial. Juntos, inventaron juegos que podían disfrutar sin importar sus limitaciones físicas, demostrando a todos que la amistad y la imaginación no conocen barreras.
Las tardes se llenaron de risas y juegos inclusivos, inspirando a otros niños a unirse y aprender el valor de la diversidad y el apoyo mutuo. Martín y Carla se convirtieron en los mejores amigos, uniendo a todos en el parque con su ejemplo de amistad inquebrantable.
Con el tiempo, el globo rojo se desinfló, pero la amistad entre Martín y Carla solo creció más fuerte. Celebraban cada encuentro con la misma emoción del primer día, recordando siempre cómo un simple globo había sido el inicio de una amistad eterna.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.