Cuentos de Amistad

El valor de compartir en el aula

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un salón de clases lleno de colores y sonrisas, había una maestra llamada Claudia que siempre trataba de que todos los niños participaran en las actividades. Ella creía que cada niño tenía algo valioso que aportar, y que cada opinión o idea era importante. Entre sus alumnos, había un grupo de amigos que siempre estaban dispuestos a levantar la mano y compartir sus ideas. María, Pablo, y Estrella eran los más participativos de la clase. Siempre estaban emocionados por contribuir, ya fuera respondiendo preguntas o ayudando a los demás con sus tareas.

María era una niña muy creativa. Le encantaba dibujar y siempre tenía nuevas ideas que compartía con el resto de la clase. Pablo era el chico que sabía mucho sobre animales. Cada vez que la maestra hablaba sobre la naturaleza, él levantaba la mano emocionado, listo para compartir alguna curiosidad. Estrella, por su parte, era muy buena con los números. Las matemáticas eran su asignatura favorita, y siempre estaba dispuesta a ayudar a sus compañeros cuando tenían alguna duda.

Pero en esa misma clase había un niño llamado Lucas que, aunque tenía muchas ideas interesantes en su cabeza, nunca se atrevía a levantar la mano. Lucas era tímido y tenía miedo de que, si decía algo, los demás se burlaran de él. Cada vez que la maestra pedía la opinión de los alumnos, Lucas bajaba la cabeza y esperaba que no lo llamaran. No era que no supiera las respuestas, sino que le daba mucha vergüenza hablar en voz alta frente a todos.

Valentino, otro de los compañeros de Lucas, notaba lo que sucedía. Valentino era un niño muy observador, y se daba cuenta de que Lucas se sentía inseguro. Aunque Valentino siempre participaba en las clases, también quería que su amigo Lucas lo hiciera. Sabía que Lucas era muy inteligente, y que tenía muchas cosas buenas que decir, pero no encontraba la manera de animarlo a participar.

Un día especial en clase

Un día, la maestra Claudia decidió hacer una actividad especial. Quería que todos los niños compartieran algo que les gustara mucho, algo que los hiciera sentir felices. Podía ser un libro, un juguete, o incluso una historia que quisieran contar.

—Hoy quiero que todos compartan algo que les apasione —dijo la maestra con una sonrisa—. No importa si es algo grande o pequeño, lo importante es que sea algo que les haga felices.

María fue la primera en levantar la mano. Ella trajo un dibujo que había hecho de un paisaje lleno de colores. Lo mostró a toda la clase y explicó cómo cada color representaba una emoción diferente. A todos les encantó su dibujo.

Luego fue el turno de Pablo. Él trajo una foto de su perro y contó una historia divertida sobre cómo su perro había aprendido a hacer trucos nuevos. La clase se rió y aplaudió su historia.

Estrella, con su amor por las matemáticas, compartió un acertijo numérico que hizo que todos se pusieran a pensar. Incluso la maestra Claudia se sorprendió por lo rápido que Estrella resolvía los problemas.

Pero cuando llegó el turno de Lucas, él se quedó quieto en su asiento. Sabía exactamente lo que quería compartir, pero el miedo a que los demás se rieran lo paralizaba. Sus manos temblaban un poco y su corazón latía rápido.

El apoyo de un amigo

Valentino, que estaba sentado cerca de Lucas, notó que su amigo estaba nervioso. Se inclinó hacia él y le dijo en voz baja:

—Oye, Lucas, no tienes que tener miedo. Todos queremos escuchar lo que tienes que decir. Estoy seguro de que será algo genial.

Lucas miró a Valentino, agradecido por su apoyo. Respiró hondo y, con un poco más de confianza, levantó la mano. La maestra Claudia, al verlo, sonrió con amabilidad.

—Adelante, Lucas, cuéntanos lo que has traído —le dijo la maestra.

Con un poco de timidez, Lucas sacó un pequeño cuaderno de su mochila. Era un cuaderno en el que él escribía historias sobre mundos imaginarios, llenos de aventuras y personajes increíbles. Era algo que lo hacía muy feliz, pero nunca antes había mostrado sus escritos a nadie.

—Me gusta escribir historias —dijo Lucas, con la voz un poco temblorosa—. Escribo sobre mundos que me imagino, con héroes y aventuras. Este es uno de mis cuadernos, y quería compartirlo con ustedes.

La clase se quedó en silencio por un momento, escuchando atentamente. Luego, la maestra Claudia sonrió y dijo:

—¡Qué maravilloso, Lucas! Me encantaría que nos leyeras una parte de tu historia. Estoy segura de que será muy interesante.

Animado por las palabras de la maestra y la mirada alentadora de Valentino, Lucas abrió su cuaderno y comenzó a leer una de sus historias. Mientras leía, su voz fue ganando confianza, y poco a poco se olvidó de sus miedos. La clase escuchaba con atención, fascinada por el mundo que Lucas había creado en su imaginación.

Cuando terminó de leer, la clase entera estalló en aplausos. Lucas no podía creer lo que estaba pasando. Todos sus compañeros, incluidos María, Pablo y Estrella, lo felicitaron por su historia. Nadie se había burlado de él, al contrario, lo habían aplaudido y lo habían hecho sentir importante.

Una amistad que crece

Después de esa clase, algo cambió en Lucas. Ya no sentía tanto miedo de hablar en público. Sabía que sus amigos lo apoyaban y que no tenía que tener miedo de compartir lo que le gustaba. Gracias a las palabras de aliento de Valentino y el apoyo de sus compañeros, Lucas comenzó a participar más en las actividades de clase. A veces compartía más de sus historias, otras veces ayudaba a resolver problemas o daba su opinión sobre diferentes temas.

La maestra Claudia estaba muy contenta de ver cómo Lucas había superado su timidez y se había convertido en un participante activo en la clase. Sus compañeros también estaban felices de verlo más seguro de sí mismo.

—Nunca tuve que tener miedo —pensó Lucas un día mientras caminaba hacia la escuela—. Mis amigos siempre estuvieron ahí para apoyarme.

Desde ese momento, la amistad entre Lucas y Valentino se hizo aún más fuerte. Y no solo con él, sino con todos sus compañeros. Se dio cuenta de que compartir lo que uno siente o lo que uno sabe es algo valioso, y que tener amigos que te apoyen hace que cualquier miedo desaparezca.

Conclusión

El salón de clases se convirtió en un lugar donde todos compartían y se apoyaban mutuamente. Y Lucas aprendió que, con la ayuda de los amigos, es más fácil superar los miedos. Nunca más tuvo miedo de levantar la mano o de compartir lo que le apasionaba. Y cada vez que lo hacía, recordaba las palabras de Valentino: “No tienes que tener miedo. Todos queremos escuchar lo que tienes que decir”.

La verdadera amistad no solo consiste en pasar buenos momentos juntos, sino en apoyarse mutuamente, ayudar a los amigos a superar sus miedos y estar ahí para ellos cuando más lo necesitan. Gracias a esa lección, Lucas no solo ganó confianza, sino que también fortaleció su amistad con todos sus compañeros.

Colorín colorado, este cuento se ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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