Cuentos de Amistad

Juan y Pepe Hacen Bailar el Trompo

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo lleno de árboles y flores, vivían dos grandes amigos llamados Juan y Pepe. Juan era un niño de ocho años con el pelo corto y castaño, y ojos verdes como las esmeraldas. Siempre vestía su camiseta roja favorita y unos pantalones cortos azules. Pepe, por su parte, tenía el pelo negro y rizado, y unos ojos marrones que brillaban con curiosidad. Solía usar una camiseta verde y pantalones cortos beige.

Un día soleado, después de la escuela, Juan y Pepe se encontraron en el parque. Habían terminado sus tareas y estaban listos para pasar la tarde jugando. Juan llegó corriendo con una gran sonrisa en el rostro, sosteniendo un trompo en la mano.

—¡Pepe, mira lo que tengo! —exclamó Juan, mostrando su trompo de madera decorado con colores brillantes.

—¡Wow, Juan! ¡Qué bonito es! —dijo Pepe, acercándose para verlo mejor—. Yo también tengo uno, espera aquí.

Pepe corrió a su casa, que estaba justo al lado del parque, y regresó rápidamente con su propio trompo. Era un trompo azul con una franja blanca en el medio. Los dos amigos se sentaron en el césped y comenzaron a hablar sobre sus trompos y las cosas que podían hacer con ellos.

—Mi papá me enseñó a hacerlo bailar —dijo Juan, mientras enrollaba la cuerda alrededor de su trompo—. Es muy divertido. ¿Quieres que te enseñe?

—¡Sí, por favor! —respondió Pepe con entusiasmo.

Juan se puso de pie y mostró a Pepe cómo enrollar la cuerda alrededor del trompo de la manera correcta. Luego, con un movimiento rápido y preciso, lanzó el trompo al suelo. El trompo comenzó a girar y girar, haciendo un zumbido suave mientras bailaba sobre el pavimento.

—¡Mira cómo baila! —dijo Juan, observando el trompo con orgullo.

Pepe intentó imitar a su amigo, pero su trompo no giraba tan bien. Se caía al suelo después de unos pocos segundos. Juan, viendo la frustración de su amigo, se acercó para ayudarlo.

—No te preocupes, Pepe. Al principio es un poco difícil, pero con práctica lo lograrás. Intenta de nuevo y esta vez hazlo más despacio.

Pepe asintió y siguió los consejos de Juan. Poco a poco, fue mejorando. Después de varios intentos, finalmente logró que su trompo girara de manera estable durante más tiempo.

—¡Lo logré, Juan! ¡Mira! —gritó Pepe con alegría, viendo cómo su trompo giraba elegantemente.

Los dos amigos pasaron la tarde haciendo bailar sus trompos, riendo y disfrutando de cada momento. El parque estaba lleno de la alegría y las risas de Juan y Pepe. Los árboles parecían bailar al ritmo del viento, y el sol brillaba cálidamente sobre ellos.

Mientras jugaban, otros niños del vecindario comenzaron a acercarse, curiosos por ver lo que Juan y Pepe estaban haciendo. Pronto, el pequeño parque se llenó de niños con trompos, todos intentando hacerlos bailar. Juan y Pepe se convirtieron en los maestros del parque, enseñando a los demás niños cómo enrollar la cuerda y lanzar el trompo correctamente.

—¡Eres un gran maestro, Juan! —dijo un niño pequeño, sonriendo mientras su trompo giraba.

—Y tú también, Pepe —agregó una niña, aplaudiendo con entusiasmo.

Juan y Pepe se sintieron muy felices de poder compartir su diversión con los demás. Todos los niños del parque se unieron en una gran competencia de trompos, viendo quién podía hacer bailar su trompo por más tiempo. El ambiente estaba lleno de risas, emoción y un espíritu de amistad que hacía que todo fuera más especial.

Cuando el sol comenzó a ponerse, los niños se despidieron y regresaron a sus casas, prometiendo volver al día siguiente para jugar más. Juan y Pepe se quedaron un rato más, hablando sobre lo divertido que había sido el día.

—Hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida —dijo Juan, mirando el cielo que se teñía de colores naranjas y rosados.

—Sí, y todo gracias a nuestros trompos —respondió Pepe, sonriendo—. Pero lo mejor de todo es que lo hemos compartido con nuestros amigos.

Los dos amigos se dieron un abrazo y se despidieron, prometiendo encontrarse de nuevo al día siguiente para más aventuras. Mientras caminaban de regreso a sus casas, ambos se dieron cuenta de que la verdadera magia no estaba solo en hacer bailar el trompo, sino en compartir esos momentos especiales con los amigos.

Desde aquel día, Juan y Pepe siguieron siendo grandes amigos, siempre buscando nuevas formas de divertirse y aprender juntos. Sus trompos se convirtieron en un símbolo de su amistad, recordándoles que, con paciencia y práctica, podían lograr cualquier cosa. Y así, cada tarde después de la escuela, el pequeño parque se llenaba de niños y trompos bailando, un testimonio vivo de la alegría y la magia de la amistad.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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