Cuentos de Amistad

La Aventura Mágica de Clara, Manuel, Esmeralda y Nieve

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En el corazón del barrio del Albaicín, en Granada, había una tienda de juguetes muy especial. Esta tienda no era como cualquier otra, pues cuando el reloj marcaba la medianoche, los juguetes cobraban vida. En la tienda vivían Clara, una muñeca alegre; Esmeralda, un hada brillante; y Nieve, un conejito blanco y esponjoso. Cada noche, los tres amigos jugaban y se divertían hasta que salía el sol.

Una noche, mientras exploraban la tienda, Clara tuvo una idea. —¿Qué les parece si salimos a ver el barrio? Siempre estamos aquí dentro, y sería divertido explorar afuera.

Esmeralda agitó sus alas con emoción. —¡Sí, sí! ¡Vamos a descubrir el mundo exterior!

Nieve, aunque un poco asustado, asintió. —Está bien, pero volvamos antes del amanecer.

Con cuidado, abrieron la puerta de la tienda y salieron a la calle. Pero cuando llegaron al exterior, se llevaron una gran sorpresa. El barrio del Albaicín, conocido por sus casas blancas y callejuelas pintorescas, estaba gris y oscuro. No había colores ni alegría en el ambiente.

—¡Qué triste se ve todo! —dijo Clara, con el ceño fruncido.

—¿Qué le habrá pasado a nuestro barrio? —se preguntó Esmeralda.

En ese momento, escucharon una voz conocida. Era Manuel, el niño que siempre visitaba la tienda durante el día. Manuel también se había dado cuenta de que algo no estaba bien en su barrio y había salido a investigar.

—¡Hola, amigos! —saludó Manuel—. Me alegra verlos aquí. He notado que el Albaicín ha perdido su color y alegría. ¿Qué podemos hacer para cambiarlo?

Clara, siempre optimista, respondió: —Podemos darle color al barrio. Con la magia de Esmeralda y nuestra imaginación, podemos hacer que todo vuelva a ser hermoso.

Manuel sonrió y asintió. —¡Vamos a hacerlo!

Esmeralda voló alto y, con un toque de su varita mágica, comenzó a crear pinceles y botes de pintura de colores brillantes. Cada uno tomó un pincel y empezaron a pintar las casas, los árboles y las calles.

Clara se encargó de las paredes de las casas, dibujando flores y mariposas que parecían cobrar vida. Manuel pintó los árboles y las plantas, dándoles un verde vibrante. Esmeralda, con su magia, llenó el cielo de estrellas y luces brillantes, mientras que Nieve decoró el suelo con caminos de colores.

—Esto es divertido —dijo Nieve, saltando de alegría mientras pintaba.

Poco a poco, el Albaicín comenzó a transformarse. Los colores brillantes devolvieron la vida al barrio y la alegría a sus habitantes. Las personas salían de sus casas, sorprendidas y felices al ver el cambio.

Una señora mayor, al ver el trabajo de los amigos, exclamó: —¡Gracias por devolvernos la alegría! Este barrio estaba triste y apagado, pero ustedes lo han llenado de vida.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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