Cuentos de Amistad

La Magia de la Amistad y su Importancia

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En un lugar donde la magia y la realidad se entrelazaban, vivían tres jóvenes que, aunque provenientes de mundos muy distintos, compartían un lazo más fuerte que cualquier hechizo: la amistad. Jasmin, una princesa de corazón valiente y espíritu libre, vivía en el exótico reino de Agrabah. A sus diecinueve años, Jasmin había conocido la vida palaciega y todas las responsabilidades que conlleva, pero siempre anhelaba algo más allá de las paredes de su hogar dorado. Su cabello negro como la noche, siempre adornado con joyas relucientes, y sus ojos almendrados brillaban con la promesa de aventuras por venir.

Ariel, por otro lado, era una sirena que vivía bajo las olas en el reino submarino de Atlántica. Su cabello rojo ardía como el coral más vivo del océano, y sus ojos verdes reflejaban el misterio de las profundidades. Ariel siempre había sentido una fascinación insaciable por el mundo humano, pero también amaba su hogar marino con igual fervor. A menudo, se encontraba dividida entre dos mundos, deseando encontrar un equilibrio entre su vida bajo el mar y la tierra que tanto la atraía.

Cenicienta, por su parte, había pasado de ser una joven trabajadora a ser la princesa de un majestuoso reino tras casarse con su amado príncipe. Su cabello rubio, siempre recogido en elegantes peinados, y su mirada dulce habían conquistado a todos en el reino, donde ahora vivía en un hermoso palacio. A pesar de su nueva vida, Cenicienta nunca olvidó su pasado humilde, y siempre buscaba formas de ayudar a los demás, guiada por su bondad innata y su firme creencia en la magia de la esperanza.

Un día, como si el destino mismo las hubiera llamado, Jasmin, Ariel y Cenicienta se encontraron en un lugar donde la tierra, el mar y el cielo parecían unirse. Era un rincón del mundo donde los reinos se tocaban, un paraje encantado que solo podía ser descubierto por aquellos que buscaban algo más allá de lo evidente.

Jasmin había cabalgado lejos de Agrabah, siguiendo el rastro de una estrella que había visto brillar de forma peculiar la noche anterior. Ariel, por su parte, había seguido una corriente mágica que la llevó hasta la orilla de un mar diferente al que conocía. Y Cenicienta, guiada por una corazonada y el deseo de explorar más allá de su palacio, había decidido caminar por un sendero que nunca antes había recorrido.

Cuando se encontraron, fue como si el tiempo se detuviera por un momento. Las tres jóvenes se miraron, reconociendo de inmediato que, a pesar de sus diferencias, había algo que las unía. Jasmin fue la primera en hablar, con su voz suave pero segura.

—Hola, soy Jasmin. —dijo, con una sonrisa amistosa—. ¿También ustedes sintieron que algo las traía hasta aquí?

Ariel, emergiendo del agua con su cola brillante, asintió con entusiasmo.

—Soy Ariel, del reino submarino de Atlántica. Sí, sentí que algo me llamaba, como si hubiera algo importante que descubrir aquí.

Cenicienta, con su vestido resplandeciente, se acercó a ellas con gracia.

—Soy Cenicienta. —dijo—. También sentí ese llamado. Parece que no fue una coincidencia que estemos aquí.

Las tres se sintieron inmediatamente conectadas, como si se conocieran desde siempre. Comenzaron a compartir sus historias, cada una fascinada por la vida de las otras. Jasmin habló de su vida en Agrabah, de las maravillas y desafíos de ser una princesa en un reino tan lleno de magia y tradición. Ariel contó sobre su mundo submarino, los tesoros escondidos en los arrecifes y su eterno deseo de conocer más sobre la tierra de los humanos. Cenicienta compartió cómo había pasado de ser una sirvienta a una princesa, y cómo siempre había creído en la bondad, incluso en los momentos más oscuros de su vida.

A medida que hablaban, se dieron cuenta de que, a pesar de sus diferentes orígenes, compartían muchas cosas en común: el deseo de explorar, de aprender, de ayudar a los demás, y, sobre todo, de encontrar la verdadera amistad. Decidieron que, aunque sus vidas las llevaran por caminos distintos, harían todo lo posible por mantenerse en contacto y apoyarse mutuamente.

Pasaron el día juntas, explorando los alrededores del lugar mágico donde se habían encontrado. Jasmin mostró a Ariel y Cenicienta cómo moverse con agilidad por los terrenos arenosos que recordaban a su hogar en Agrabah. Ariel las llevó a nadar en un lago cercano, donde las tres disfrutaron de la frescura del agua y la belleza de las criaturas marinas que vivían allí. Cenicienta, siempre atenta a los detalles, encontró un rincón en el bosque donde crecían flores raras que solo florecían bajo una luna llena, y las recogió para cada una como un símbolo de su nueva amistad.

Mientras el sol se ponía, las tres amigas se sentaron juntas a la orilla del agua, mirando cómo los últimos rayos de luz pintaban el cielo de colores rosados y dorados. Sabían que pronto tendrían que regresar a sus respectivos reinos, pero ese día había creado un lazo que ninguna distancia podría romper.

—Deberíamos prometernos algo. —dijo Jasmin, mirando a sus nuevas amigas—. Que siempre estaremos ahí unas para otras, sin importar qué suceda.

Ariel y Cenicienta asintieron, sintiendo la misma fuerza en sus corazones.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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