En un lugar donde la magia y la realidad se entrelazaban, vivían tres jóvenes que, aunque provenientes de mundos muy distintos, compartían un lazo más fuerte que cualquier hechizo: la amistad. Jasmin, una princesa de corazón valiente y espíritu libre, vivía en el exótico reino de Agrabah. A sus diecinueve años, Jasmin había conocido la vida palaciega y todas las responsabilidades que conlleva, pero siempre anhelaba algo más allá de las paredes de su hogar dorado. Su cabello negro como la noche, siempre adornado con joyas relucientes, y sus ojos almendrados brillaban con la promesa de aventuras por venir.
Ariel, por otro lado, era una sirena que vivía bajo las olas en el reino submarino de Atlántica. Su cabello rojo ardía como el coral más vivo del océano, y sus ojos verdes reflejaban el misterio de las profundidades. Ariel siempre había sentido una fascinación insaciable por el mundo humano, pero también amaba su hogar marino con igual fervor. A menudo, se encontraba dividida entre dos mundos, deseando encontrar un equilibrio entre su vida bajo el mar y la tierra que tanto la atraía.
Cenicienta, por su parte, había pasado de ser una joven trabajadora a ser la princesa de un majestuoso reino tras casarse con su amado príncipe. Su cabello rubio, siempre recogido en elegantes peinados, y su mirada dulce habían conquistado a todos en el reino, donde ahora vivía en un hermoso palacio. A pesar de su nueva vida, Cenicienta nunca olvidó su pasado humilde, y siempre buscaba formas de ayudar a los demás, guiada por su bondad innata y su firme creencia en la magia de la esperanza.
Un día, como si el destino mismo las hubiera llamado, Jasmin, Ariel y Cenicienta se encontraron en un lugar donde la tierra, el mar y el cielo parecían unirse. Era un rincón del mundo donde los reinos se tocaban, un paraje encantado que solo podía ser descubierto por aquellos que buscaban algo más allá de lo evidente.
Jasmin había cabalgado lejos de Agrabah, siguiendo el rastro de una estrella que había visto brillar de forma peculiar la noche anterior. Ariel, por su parte, había seguido una corriente mágica que la llevó hasta la orilla de un mar diferente al que conocía. Y Cenicienta, guiada por una corazonada y el deseo de explorar más allá de su palacio, había decidido caminar por un sendero que nunca antes había recorrido.
Cuando se encontraron, fue como si el tiempo se detuviera por un momento. Las tres jóvenes se miraron, reconociendo de inmediato que, a pesar de sus diferencias, había algo que las unía. Jasmin fue la primera en hablar, con su voz suave pero segura.
—Hola, soy Jasmin. —dijo, con una sonrisa amistosa—. ¿También ustedes sintieron que algo las traía hasta aquí?
Ariel, emergiendo del agua con su cola brillante, asintió con entusiasmo.
—Soy Ariel, del reino submarino de Atlántica. Sí, sentí que algo me llamaba, como si hubiera algo importante que descubrir aquí.
Cenicienta, con su vestido resplandeciente, se acercó a ellas con gracia.
—Soy Cenicienta. —dijo—. También sentí ese llamado. Parece que no fue una coincidencia que estemos aquí.
Las tres se sintieron inmediatamente conectadas, como si se conocieran desde siempre. Comenzaron a compartir sus historias, cada una fascinada por la vida de las otras. Jasmin habló de su vida en Agrabah, de las maravillas y desafíos de ser una princesa en un reino tan lleno de magia y tradición. Ariel contó sobre su mundo submarino, los tesoros escondidos en los arrecifes y su eterno deseo de conocer más sobre la tierra de los humanos. Cenicienta compartió cómo había pasado de ser una sirvienta a una princesa, y cómo siempre había creído en la bondad, incluso en los momentos más oscuros de su vida.
A medida que hablaban, se dieron cuenta de que, a pesar de sus diferentes orígenes, compartían muchas cosas en común: el deseo de explorar, de aprender, de ayudar a los demás, y, sobre todo, de encontrar la verdadera amistad. Decidieron que, aunque sus vidas las llevaran por caminos distintos, harían todo lo posible por mantenerse en contacto y apoyarse mutuamente.
Pasaron el día juntas, explorando los alrededores del lugar mágico donde se habían encontrado. Jasmin mostró a Ariel y Cenicienta cómo moverse con agilidad por los terrenos arenosos que recordaban a su hogar en Agrabah. Ariel las llevó a nadar en un lago cercano, donde las tres disfrutaron de la frescura del agua y la belleza de las criaturas marinas que vivían allí. Cenicienta, siempre atenta a los detalles, encontró un rincón en el bosque donde crecían flores raras que solo florecían bajo una luna llena, y las recogió para cada una como un símbolo de su nueva amistad.
Mientras el sol se ponía, las tres amigas se sentaron juntas a la orilla del agua, mirando cómo los últimos rayos de luz pintaban el cielo de colores rosados y dorados. Sabían que pronto tendrían que regresar a sus respectivos reinos, pero ese día había creado un lazo que ninguna distancia podría romper.
—Deberíamos prometernos algo. —dijo Jasmin, mirando a sus nuevas amigas—. Que siempre estaremos ahí unas para otras, sin importar qué suceda.
Ariel y Cenicienta asintieron, sintiendo la misma fuerza en sus corazones.
—Prometido. —dijo Ariel—. Siempre nos ayudaremos, no importa qué tan lejos estemos.
—Y si alguna vez una de nosotras necesita ayuda, las demás iremos en su búsqueda. —añadió Cenicienta, sonriendo.
Con esa promesa, las tres se despidieron, sabiendo que su amistad era algo único y precioso. Regresaron a sus hogares, pero mantuvieron siempre el contacto, enviándose mensajes a través de aves mensajeras, espejos mágicos y, en el caso de Ariel, corrientes submarinas que llevaban sus palabras de un reino a otro.
Los años pasaron, y la vida de cada una de ellas siguió su curso. Jasmin continuó su camino en Agrabah, asumiendo más responsabilidades como futura reina y usando la sabiduría que había adquirido para guiar a su pueblo. Ariel, después de muchas aventuras, finalmente encontró una manera de vivir entre la tierra y el mar, cumpliendo su sueño de ser parte del mundo humano sin renunciar a sus raíces. Cenicienta, mientras tanto, se convirtió en una reina amada y respetada, conocida por su bondad y su capacidad para inspirar esperanza en todos los que conocían su historia.
A pesar de sus ocupadas vidas, nunca olvidaron su promesa. Se reunían siempre que podían, compartiendo sus experiencias, sus alegrías y sus desafíos. Su amistad se convirtió en una fuente de fortaleza para cada una de ellas, un recordatorio constante de que no importa cuán diferentes sean las circunstancias de la vida, siempre hay un lugar para la amistad verdadera.
Un día, cuando el reino de Agrabah enfrentó una gran amenaza, Jasmin recordó la promesa que había hecho a sus amigas. Sin dudarlo, envió un mensaje a Ariel y a Cenicienta, pidiéndoles ayuda. Ariel, que estaba en su reino submarino, reunió a sus amigos marinos y partió hacia Agrabah. Cenicienta, que estaba en medio de una importante reunión en su palacio, dejó todo en manos de su esposo y se dirigió hacia Agrabah lo más rápido posible.
Cuando las tres amigas se reunieron nuevamente, fue como si el tiempo no hubiera pasado. Juntas, enfrentaron la amenaza con valentía y sabiduría, usando sus habilidades y su unión para proteger el reino de Jasmin. Una vez más, su amistad demostró ser inquebrantable, y juntas lograron salvar Agrabah de un oscuro destino.
Después de esa gran aventura, Jasmin, Ariel y Cenicienta supieron que su amistad no solo era un tesoro, sino también una fuerza poderosa capaz de superar cualquier obstáculo. Volvieron a sus respectivos reinos, pero con la certeza de que siempre estarían conectadas, no importa cuán lejos estuvieran.
Y así, la historia de Jasmin, Ariel y Cenicienta no solo se convirtió en una leyenda de valentía y amistad, sino también en una inspiración para todos aquellos que creyeran en el poder de la verdadera amistad. Porque, al final, no importa cuán diferentes sean nuestras vidas o de dónde venimos; lo que realmente importa es el lazo que compartimos y la promesa de estar siempre ahí, unos para otros, sin importar las circunstancias.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.