Había una vez, en un colorido y alegre vecindario, tres amigos que vivían en casas muy cercanas. Ellos eran Lia, una niña curiosa y soñadora; Pablo, un niño que amaba la naturaleza y siempre llevaba consigo un cuaderno para dibujar; y Samir, un pequeño aventurero que disfrutaba explorando cada rincón del parque cercano. Juntos, compartían risas y desafíos, y su amistad crecía cada día.
Un soleado día de primavera, mientras jugaban en el parque, Lia tuvo una idea emocionante. “¡Vamos a hacer un viaje a la montaña que está a las afueras del pueblo! He escuchado que hay un lago mágico donde los peces cantan”, propuso con entusiasmo. Samir y Pablo se miraron, emocionados por la idea de una nueva aventura. “¡Sí, sí! ¡Vamos!” gritaron al unísono.
Los tres amigos prepararon sus mochilas, llenándolas de almuerzos, botellas de agua y algunas galletas. Se aseguraron de llevar sus cosas favoritas: Lia llevó su libro de cuentos, Pablo su cuaderno de dibujos y Samir una pequeña brújula. Con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de emoción, comenzaron su viaje hacia la montaña.
El camino hacia la montaña estaba lleno de sorpresas. Encontraron flores de todos los colores, mariposas que danzaban en el aire y un pequeño arroyo que murmullaba mientras corría entre las piedras. Lia, con su curiosidad, empezó a recoger flores para hacer un ramo. “Miren cuántas flores bonitas hay, ¡podríamos hacer un regalo para la señora Clara!” sugirió. Pablo, al ver la belleza, se sentó en una piedra y comenzó a dibujar el paisaje, mientras Samir, saltando de roca en roca, trataba de atrapar a las mariposas con su manos.
Mientras disfrutaban de su aventura, escucharon de repente un extraño sonido que venía de un arbusto cercano. “¿Qué fue eso?” preguntó Lia, un poco asustada. “Vamos a investigar”, dijo Samir, siempre dispuesto a descubrir. Se acercaron lentamente y, para su sorpresa, encontraron un pequeño gato negro que parecía estar atrapado entre las ramas. “¡Pobrecito! Debemos ayudarlo”, dijo Pablo, sin dudarlo.
Los tres amigos trabajaron juntos para liberar al gatito. Lia usó sus manos para mover las ramas, Samir empujó suavemente al gato hacia afuera y Pablo acarició al gatito para tranquilizarlo. “¡Listo! Ahora ya estás libre”, exclamó Samir mientras el gato se sacudía y les miraba con sus grandes ojos amarillos. El pequeño animal, agradecido, comenzó a restregarse contra las piernas de Pablo, como si ya fuera uno más de su grupo.
“¿Qué haremos con él?” preguntó Lia. “Él podría ser nuestro cuarto amigo en esta aventura”, sugirió Pablo. Samir, emocionado, se agachó para hacerle una caricia al gatito. “Deberíamos ponerle un nombre. ¿Qué te parece ‘Nube’?”, preguntó Samir. Todos estuvieron de acuerdo y así Nube se convirtió en el nuevo compañero de sus travesuras.
Avanzaron juntos, con Nube caminando detrás de ellos, disfrutando de la compañía. Al llegar a la montaña, se encontraron con un hermoso paisaje: árboles altos, rocas enormes y, al fondo, el lago mágico que Lia había mencionado. “¡Miren cómo brilla el agua!” gritó Samir, mientras corría hacia el lago. El sonido del agua era armonioso, casi como un canto. “Cuidado, Samir, no te caigas en el agua”, le advirtió Pablo.
Los amigos comenzaron a lanzar piedras en el agua, y se sorprendieron al ver cómo los peces saltaban y hacían figuras con sus saltos. “¡Es verdad! ¡Los peces cantan! Miren cómo juegan”, gritó Lia, feliz por lo que veían. Pasaron horas jugando, y hasta hicieron un pequeño picnic sobre la hierba, compartiendo galletas y risas.
Nube, muy curioso, decidió explorar a su manera y salió corriendo detrás de una mariposa. Los amigos no se dieron cuenta de que había desaparecido hasta que Lia dijo: “¿Dónde está Nube?” De inmediato, todos comenzaron a buscarlo. “Nube, Nube…” llamaban ansiosos, asustados porque el pequeño gato se había perdido.
“Debemos coordinarnos para buscarlo”, dijo Samir, pensando rápido. “Tú ve por la izquierda, yo iré por el sendero del río y Pablo, tú quédate cerca del lago. Si lo encontramos, hagamos una señal”. Sin perder tiempo, cada uno se dispuso a buscar al pequeño gato.
Lia miró entre los árboles y detrás de las piedras, mientras que Pablo decidió dibujar un mapa de la zona por si acaso necesitaban volver. Samir recorrió por el sendero del río llamando a Nube. Después de un buen rato, cuando ya casi se habían cansado, escucharon un leve maullido. “¡Allí!” gritaron al unísono, corriendo hacia el sonido.
Y allí estaba Nube, atascado en un arbusto espinoso. “¡Oh, Nube! ¡Te hemos encontrado!” se alegró Lia. Con cuidado, los amigos trabajaron juntos nuevamente para liberar a Nube, quien parecía muy feliz de estar con ellos de nuevo. “Nunca más te alejaremos”, prometió Pablo, acariciando al gato que parecía entender lo que decían.
Cuando todos se reunieron otra vez, comprendieron lo importante que era cuidar de sus amigos, incluso de los que eran diferentes. “No importa si somos humanos o un gato, lo que realmente cuenta es que estamos juntos”, dijo Samir con una gran sonrisa. Todos asintieron, y entre risas, continuaron disfrutando de su día en la montaña.
Al final del día, cuando el sol comenzaba a ocultarse y el cielo se llenaba de estrellas, los cuatro amigos regresaron a casa, cansados pero felices, con corazones llenos de alegría y momentos inolvidables. Sabían que aunque eran diferentes entre sí, su amistad era lo que los unía, y juntos podían superar cualquier desafío.
Y así, Lia, Pablo, Samir y Nube aprendieron que la diversidad es hermosa, y que el amor y la amistad son más fuertes que cualquier diferencia. Al final, lo que importa en esta vida es vivir aventuras con amigos y compartir risas y amor.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.