Había una vez en un pequeño pueblo llamado Valle Verde, dos amigas inseparables: Susly y Anahis. Ambas compartían todo, desde sus secretos más profundos hasta sus sueños más locos. Susly tenía una risa contagiosa y una creatividad desbordante; siempre estaba ideando juegos nuevos para que ambas se divirtieran. Anahis, por su parte, era muy organizada y cautelosa, lo que equilibraba la naturaleza inquieta de Susly. Juntas formaban un equipo perfecto, el yin y el yang de la amistad.
Un día soleado de primavera, mientras exploraban el bosque cercano a su pueblo, Susly tuvo una idea brillante. “¿Qué te parece si organizamos un pícnic para celebrar nuestra amistad?” le propuso a Anahis. Susly, con su energía desbordante, empezó a pensar en todo lo que necesitarían: sándwiches, frutas, jugo, y, por supuesto, un postre delicioso. Anahis, emocionada, comenzó a hacer una lista de los ingredientes y planes para que todo saliera perfecto.
Mientras las dos amigas hablaban, un pequeño gato apareció de entre los arbustos. Tenía un suave pelaje atigrado y unos ojos que brillaban como dos esmeraldas. Al principio, Susly y Anahis se sobresaltaron, pero pronto se dieron cuenta de que el pequeño felino estaba tan asustado como ellas. “¡Pobrecito! Parece que está perdido,” dijo Susly, agachándose para acariciar al gato. Anahis miró al gato y, con un tono suave, comentó: “Quizás deberíamos llevarlo con nosotras al pícnic. Podría necesitar un amigo.”
Así que, sin dudarlo, las dos amigas decidieron llevar al pequeño gato, al que llamaron “Milo”, al pícnic. Prepararon todo lo que necesitaban, incluyendo un pequeño tazón con agua y un poco de comida para el gato. Al llegar a su lugar favorito en el bosque, un claro lleno de flores silvestres y árboles altos, Susly y Anahis se sintieron entusiasmadas. “Este será un pícnic inolvidable,” exclamó Susly, mientras desplegaban la manta.
Milo, curioso por su entorno, comenzó a explorar el lugar. La tarde transcurrió entre risas, juegos y deliciosos bocados, mientras el pequeño gato jugaba con las flores y trepaba por los troncos de los árboles. Anahis, observando a Milo, se dio cuenta de lo feliz que la hacía tener una nueva compañía. “Es como si Milo fuera parte de nuestra amistad, ¿no crees?” dijo, sonriendo. Susly asintió, encantada de que su idea de pícnic había resultado ser aún mejor de lo que había imaginado.
De repente, mientras jugaban, escucharon un ruido extraño detrás de unos arbustos. Al principio, las chicas se miraron, asustadas, pero la curiosidad pudo más que el miedo. Decidieron investigar y, para su sorpresa, encontraron a un pequeño pájaro atrapado entre las ramas. Susly y Anahis intercambiaron miradas, comprendiendo que tenían que ayudar al animalito. “¡Rápido, vamos a liberarlo!” dijo Anahis, mientras se acercaban al pájaro.
Juntas, con mucho cuidado, fueron quitando las ramas que lo aprisionaban. Finalmente, el pájaro se liberó y voló en círculos sobre ellas antes de emprender su vuelo hacia el cielo. “¡Lo logramos!” gritaron al unísono. Susly sintió que habían hecho algo bueno, y esa sensación llenó su corazón de alegría.
Luego de esa emocionante aventura, regresaron a su manta y continuaron disfrutando del pícnic. “Creo que el pájaro nos dio una lección sobre la amistad y la solidaridad,” comentó Anahis. “Nos unimos para ayudar. Así es como funcionan las verdaderas amistades.” Susly, con sus ojos brillantes, respondió: “Tienes razón. Como nosotros, Milo también es nuestra responsabilidad. Debemos cuidarlo y estar ahí para él”.
Esa tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, Susly y Anahis se dieron cuenta de cuánto significaban una para la otra y también del valor de ayudar a los demás. Justo en ese momento, Milo vino corriendo hacia ellas con algo en su boca. Las chicas se acercaron y vieron que era un pequeño objeto brillante. “¿Qué será eso?” preguntó Anahis, intrigada. Milo dejó caer el objeto y las chicas se inclinaron para verlo mejor.
Era una pequeña medalla dorada, un poco desgastada pero aún brillante. “¿Crees que alguien la perdió?” preguntó Susly. “Podría ser un tesoro,” respondió Anahis, emocionada. “Quizás debamos encontrar a su dueño y devolverla.” Así que, animadas por su nueva misión, se pusieron en marcha con Milo a cuestas.
Caminaron por todo Valle Verde, preguntando a los vecinos si faltaba alguna medalla. Poco a poco, se dieron cuenta de que su búsqueda no solo se trataba de encontrar a un dueño, sino también de crear lazos con las personas de su comunidad. Cada vez que preguntaban, hablaban, se reían y compartían historias. “Esto es más divertido de lo que pensé,” admitió Susly. Anahis sonrió, convencida de que su amistad se estaba fortaleciendo aún más.
Finalmente, después de un día lleno de diversión e interacción, una anciana del pueblo, que había escuchado el bullicio, se acercó a ellas. “Esa medalla es mía,” les dijo con una voz suave. “La perdí hace años. Gracias por encontrarla.” Susly y Anahis sonrieron, satisfechas de haber completado su misión. La anciana, agradecida, les ofreció dos galletas caseras como recompensa.
Al regresar a casa, con Milo en brazos y las galletas en las manos, Susly y Anahis sintieron que su pícnic había sido el mejor de todos. No solo habían celebrado su amistad, sino que también habían encontrado un nuevo amigo en Milo y habían ayudado a alguien. Esa experiencia las unió aún más, y comprendieron que la verdadera amistad es un regalo que se mantiene vivo cuando compartes bondad con los demás.
Desde ese día, nunca olvidaron que la amistad no solo es tener buenos momentos, sino también estar ahí para ayudar y compartir. Y así, en el corazón del Valle Verde, donde la risa y la bondad florecen, Susly, Anahis y Milo continuaron viviendo emocionantes aventuras, siempre dispuestos a hacer nuevos amigos, creando recuerdos inolvidables.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.