Ana y Feli eran dos amigos inseparables que vivían en el mismo vecindario. Ana tenía el cabello largo y castaño, y siempre llevaba su vestido rojo favorito. Feli, por otro lado, tenía el cabello rubio y corto, y le encantaba usar su camiseta azul. A los dos les encantaban las aventuras y siempre estaban buscando nuevas formas de divertirse juntos.
Un día muy especial, el cumpleaños de Ana, decidieron que sería perfecto ir al circo que había llegado a la ciudad. Feli estaba tan emocionado como Ana, porque también era su cumpleaños la semana siguiente, y planearon celebrar juntos.
El día del circo llegó y ambos niños no podían contener su emoción. Llegaron al gran circo con sus mamás, y en cuanto entraron, fueron recibidos por el maravilloso aroma de los pochoclos recién hechos. Ana y Feli corrieron a comprar dos bolsas grandes y crujientes.
—¡Esto es increíble! —dijo Ana, con los ojos brillantes mientras miraba a su alrededor.
—Sí, mira todas las luces y los colores —respondió Feli, masticando un puñado de pochoclos.
Se sentaron en la primera fila, justo en frente del gran escenario, donde los payasos ya estaban haciendo reír a la multitud con sus divertidas travesuras. Había acróbatas volando por los aires, magos sacando conejos de sus sombreros y elefantes que bailaban al ritmo de la música. Cada acto era más emocionante que el anterior.
De repente, empezaron a notar que el cielo se nublaba y que unas gotas de lluvia comenzaban a caer. Al principio, eran solo unas pocas gotas, pero pronto la lluvia se hizo más fuerte. La mamá de Feli, siempre previsora, había traído un paraguas grande.
—Vengan, chicos, vamos a ponernos a salvo de la lluvia —dijo la mamá de Feli, abriendo el paraguas.
A pesar de la lluvia, Ana y Feli no dejaron que eso arruinara su diversión. Se refugiaron bajo el paraguas y siguieron disfrutando del espectáculo. Pero la lluvia no paraba, y al final, el director del circo decidió suspender el show por el día.
—¡Qué pena! —dijo Ana, un poco triste—. Estaba siendo un día tan divertido.
—No te preocupes, Ana —dijo Feli, tratando de animarla—. Podemos hacer algo divertido en casa. ¿Verdad, mamá?
La mamá de Feli sonrió y asintió.
—Claro que sí. Vamos a casa y haremos algo especial.
De regreso a casa, la mamá de Feli tuvo una idea brillante. Decidió preparar unas deliciosas pizzas caseras. Los ojos de Ana y Feli se iluminaron al escuchar la idea. Nada podía ser mejor que una tarde haciendo pizzas y divirtiéndose juntos.
Llegaron a casa y se pusieron manos a la obra. Cada uno se encargó de una parte diferente de la preparación. Ana extendió la masa con un rodillo, mientras que Feli se encargaba de poner la salsa de tomate. La mamá de Feli cortaba los ingredientes y les enseñaba cómo ponerlos en la pizza.
—Esto es muy divertido —dijo Ana, mientras colocaba rodajas de pepperoni en su pizza.
—Y va a saber delicioso —añadió Feli, poniendo mucho queso rallado en la suya.
Mientras las pizzas se cocinaban en el horno, los tres se sentaron a la mesa y jugaron algunos juegos de mesa. Rieron y hablaron sobre sus partes favoritas del circo, olvidando por completo que la lluvia había interrumpido su día.
Cuando las pizzas estuvieron listas, el delicioso aroma llenó la cocina. Ana y Feli no podían esperar para probarlas. Se sentaron a la mesa, y la mamá de Feli sirvió las pizzas recién salidas del horno.
—¡Feliz cumpleaños, Ana! —dijo Feli, levantando su trozo de pizza.
—¡Y feliz casi cumpleaños, Feli! —respondió Ana, levantando su trozo también.
Brindaron con sus trozos de pizza y empezaron a comer. La pizza estaba deliciosa, y todos disfrutaron de la comida y de la compañía. Aunque el día no había salido como lo habían planeado, había sido perfecto a su manera.
Después de comer, la mamá de Feli les sorprendió con un pequeño pastel de cumpleaños que había preparado. Ana estaba encantada, y juntos soplaron las velas, pidiendo un deseo.
—Gracias, Feli. Este ha sido uno de los mejores cumpleaños —dijo Ana, abrazando a su amigo.
—De nada, Ana. Siempre es divertido celebrar juntos —respondió Feli, devolviéndole el abrazo.
Con el estómago lleno y el corazón contento, Ana y Feli pasaron el resto de la tarde jugando y hablando sobre sus próximas aventuras. La lluvia continuaba afuera, pero dentro de la casa, el calor de la amistad y la diversión llenaba cada rincón.
Y así, aprendieron que no importa lo que pase, mientras tengan a sus amigos y a su familia, siempre podrán encontrar una forma de divertirse y ser felices. Desde ese día, Ana y Feli recordaron su cumpleaños en el circo como uno de los días más especiales, lleno de risas, pochoclos y pizzas deliciosas.
Concluyeron su día con una sonrisa, sabiendo que la verdadera magia estaba en los momentos compartidos y en la alegría de estar juntos. Y así, Ana y Feli siguieron siendo los mejores amigos, siempre listos para la próxima aventura que la vida les presentara.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.