Cuentos de Amistad

Unidos más allá de las distancias

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Pauli y Fran eran dos hermanitos que siempre jugaban juntos y compartían muchos momentos de alegría. Pauli tenía siete años y le encantaba dibujar animales y paisajes con colores muy vivos. Fran, su hermano menor, tenía cinco años y su juego favorito era construir fuertes con bloques y cuidar pequeñas plantas que tenían en el jardín. Los dos formaban un equipo inseparable, se contaban secretos, se ayudaban y se reían mucho. Su casa siempre estaba llena de risas y juegos.

Un día, algo cambió en la vida de Pauli y Fran. Sus papás les dijeron que iban a vivir en casas diferentes. Eso era porque mamá y papá ya no se querían como antes, pero siempre iban a querer mucho a Pauli y a Fran. Los hermanitos no entendían muy bien qué significaba, pero sintieron un poco de tristeza porque sabían que ya no estarían todos juntos en la misma casa como antes. Aun así, sus papás les prometieron que siempre se preocuparían por ellos y que podrían seguir viéndose y jugando juntos.

Pauli se mudó con su mamá a una casa cerca del parque, mientras que Fran se fue a vivir con su papá un poco más lejos, en un barrio donde había muchos árboles y mariposas. La distancia entre las dos casas no era muy grande, pero para ellos, que estaban acostumbrados a estar siempre juntos en la misma habitación, parecía una montaña muy alta.

Los primeros días sin poder ver a Fran todos los días fueron difíciles para Pauli. Extrañaba contarle sobre su dibujo nuevo, el juego que habían inventado y los cuentos que inventaban antes de dormir. Fran también extrañaba a Pauli. Cada vez que construía un fuerte con sus bloques, le hubiera gustado que su hermana estuviera ahí para ayudarlo. Por las noches, los dos miraban al cielo desde sus ventanas y pensaban en lo mucho que se querían, aunque estuvieran en casas diferentes.

Pero Pauli y Fran no querían que la distancia los separara. Por eso, juntos pensaron en muchas maneras bonitas para seguir estando cerca, aunque no vivieran bajo el mismo techo. Primero, comenzaron a llamarse por teléfono todos los días. Cuando Pauli terminaba la escuela, le contaba a Fran lo que había aprendido y le explicaba el dibujo que había hecho. Fran, por su parte, le contaba a Pauli cómo había cuidado las plantas y qué fuerte nuevo había construido. Se reían y a veces Pauli le enseñaba a Fran canciones que había aprendido en la escuela, y Fran le cantaba una canción que a él le gustaba mucho.

Un día, Pauli tuvo una idea muy especial. Le dijo a Fran: «¿Y si hacemos juntos un libro de dibujo y de cuentos? Tú me cuentas cosas y yo las dibujo, ¿sí?» Fran sonrió muy contento y aceptó. Todos los días, después de las llamadas, se ponían a pensar en historias para su libro. Una vez, Pauli dibujó un barco que navegaba en un mar de nubes y Fran contó que el barco podía volar con alas grandes y suaves. Otra vez, Fran inventó un árbol que hablaba y Pauli lo dibujó con carita sonriente y muchas hojas verdes.

Los papás de Pauli y Fran también ayudaron mucho. Organizaron que cada fin de semana los hermanitos se pudieran encontrar en el parque para jugar. Pauli y Fran esperaban esos momentos con muchas ganas. Corrían, se contaban todos los cuentos y juegos nuevos que habían hecho por teléfono, y hasta inventaban carreras para ver quién llegaba primero al tobogán. A veces invitaban a sus amigos a jugar y compartían galletas y jugos bajo la sombra de un árbol.

Poco a poco, Pauli y Fran descubrieron que aunque sus vidas eran un poco diferentes ahora, el amor que se tenían no cambiaba. Aprendieron que la familia puede estar en diferentes lugares, pero que mientras se quieran y se cuiden, siempre estarán unidos. Pauli entendió que podía tener una casa con su mamá y muchos dibujos alrededor, pero también que su hermano siempre estaría cerca, aunque fuera en otra casa. Fran comprendió que aunque a veces estuviera con su papá, el corazón de su hermana estaba con él, y eso hacía que no se sintiera solo.

Una tarde de domingo, antes de salir a jugar, Pauli le regaló a Fran un pequeño cuaderno que había preparado ella misma. «Esto es para que podamos hacer nuestro libro juntos,» le dijo. Fran abrió el cuaderno y vio que tenía dibujos, y varios espacios en blanco para que él escribiera y dibujara. Fran sonrió y le dijo: «¡Gracias, Pauli! Así estaremos siempre juntos, incluso cuando no podamos vernos.» Los dos se abrazaron fuerte, sintiendo que su amor era más grande que cualquier distancia.

Con el tiempo, Pauli y Fran también aprendieron a compartir otras cosas bonitas. Cuando uno estaba triste o cansado, el otro sabía cómo animarlo. Cuando Pauli ganaba una carrera en la escuela, Fran la felicitaba con una flor que recolectaba en el jardín, y cuando Fran hacía una nueva planta crecer, Pauli lo aplaudía sin parar. Así, aunque no podían estar todos los días juntitos, su amistad y cariño seguían creciendo fuerte y muy feliz.

Un día, en una charla con sus papás, Pauli y Fran propusieron hacer una tradición: aunque no vivieran en la misma casa, todos los sábados iban a tener una “hora mágica” en la que cada uno hacía algo especial para el otro. Pauli preparaba dibujos, canciones o mini obras de teatro para Fran, y Fran hacía pequeños regalos con cosas que encontraba en la naturaleza o inventaba cuentos para Pauli. Esa “hora mágica” se convirtió en el momento favorito de la semana porque sabían que nada podía separarlos.

Los papás estaban muy contentos al ver cómo Pauli y Fran se querían tanto y se buscaban para estar juntos, porque entendían que la familia es amor y apoyo, no solo un lugar físico. Siempre cuidaban que los hermanitos pudieran hablar y verse, porque sabían que eso hacía que Pauli y Fran fueran más felices y fuertes.

Así, Pauli y Fran aprendieron que la distancia no es un muro, sino un puente que une corazones cuando hay mucho amor. Siguieron jugando, dibujando y soñando juntos sin importar dónde estuvieran. Su amistad, que era también el amor de ser hermanos, se volvió más grande y luminosa cada día, como un faro que siempre los guía para encontrarse, reír y sentirse seguros.

Y al final, Pauli y Fran descubrieron que pueden estar separados por un camino o una calle, pero nunca por sus recuerdos, sus risas y los secretos que solo ellos conocen. Porque el amor y la amistad verdadera están más allá de cualquier distancia.

Así que, aunque sus casas eran diferentes, Pauli y Fran siempre estuvieron juntos en el lugar más importante: en el corazón del otro. Y eso es lo que hace que una familia sea fuerte y feliz para siempre.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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