Sary, Lily y Rory eran tres amigos inseparables que vivían en un pequeño pueblo rodeado de bosques y montañas. Desde que eran pequeños, pasaban cada tarde explorando la naturaleza, imaginando aventuras y creando un mundo propio lleno de fantasía. Sin embargo, a medida que crecían, comenzaron a notar que sus padres y adultos del pueblo hablaban sobre un misterioso dragón que había sido avistado en las montañas cercanas. Aunque muchos temían al dragón, Sary, Lily y Rory sentían que había más en esa historia que solo miedo.
Un día, mientras jugaban en el parque, decidieron que debían averiguar la verdad sobre el dragón. “No podemos dejar que el miedo nos detenga”, dijo Sary, mirando a sus amigos con determinación. “Si existe un dragón, quizás podamos hablar con él y entenderlo”. Lily, siempre optimista, asintió. “Sí, puede que sea un dragón solitario que solo busca amigos”. Rory, el más cauteloso del grupo, dudaba. “Pero ¿y si no es amistoso?”, preguntó. “Podemos enfrentarlo juntos, como siempre lo hacemos”, respondió Sary con confianza.
Después de organizarse, los tres amigos se prepararon para la aventura. Llenaron sus mochilas con bocadillos, agua y una brújula que le pertenecía a la abuela de Rory. Con sus corazones latiendo de emoción y un poco de miedo, se adentraron en el bosque. El sol brillaba a través de las hojas, creando un espectáculo de luces que iluminaba su camino. Mientras caminaban, compartían historias y risas, lo que les ayudaba a olvidar el nerviosismo que sentían.
Al caer la tarde, llegaron a la base de la montaña. Allí, encontraron una cueva oscura y profunda. El viento soplaba con fuerza, y podían escuchar un ligero eco que venía del interior. Sary dio un paso adelante. “Vamos, no podemos rendirnos ahora”, dijo, y sus amigos la siguieron. Una vez dentro, la cueva se hizo más oscura y fría. De repente, un rugido profundo resonó en la cueva, y los tres amigos se detuvieron en seco.
“¿Escuchaste eso?”, preguntó Lily, asustada. “Sí, es el dragón”, respondió Rory. “Pero no podemos volver atrás ahora”. Con un poco de valentía, Sary se adelantó y llamó. “¡Hola! ¿Hay alguien aquí?” El rugido se detuvo, y de la penumbra apareció un gran dragón de escamas verdes y ojos brillantes. Su mirada era tanto feroz como triste, y sus alas estaban heridas.
“¿Qué quieren?” preguntó el dragón con voz grave. Los tres amigos se miraron, temerosos, pero Sary fue la primera en hablar. “Hemos venido a conocerte. No queremos hacerte daño. Solo queríamos saber por qué te escondes aquí”. El dragón se quedó en silencio por un momento, y luego respondió: “Me escondo porque la gente me teme. Fui herido por un grupo de cazadores que creían que era peligroso. Pero no quiero pelear. Solo quiero estar en paz”.
La tristeza en la voz del dragón conmovió a los amigos. Lily, siempre compasiva, se acercó al dragón. “¿Podemos ayudarte?” preguntó con sinceridad. El dragón, sorprendido por la amabilidad de los niños, asintió. “Si pueden ayudarme a sanar mis alas, podré volar lejos de aquí y encontrar un nuevo hogar”.
Los tres amigos se pusieron a trabajar. Con mucho cuidado, limpiaron las heridas del dragón y le aplicaron hierbas que Sary había aprendido a recolectar de su madre. Mientras lo hacían, comenzaron a hablarle sobre sus sueños y las aventuras que habían vivido juntos. El dragón escuchaba con atención, y poco a poco su expresión se fue suavizando.
Después de varias horas, el dragón ya estaba mucho mejor. “Gracias, pequeños amigos. Nunca había conocido a seres tan valientes y amables”, dijo el dragón con gratitud. “Me gustaría recompensarles de alguna manera”. Sary, Lily y Rory se miraron y decidieron pedir algo especial. “Queremos que seas nuestro amigo”, dijo Sary. “Y que podamos visitarte”.
El dragón sonrió, y su expresión se iluminó. “Me encantaría. Pero debo encontrar un lugar seguro primero. Si me prometen ser siempre amigos, les enseñaré a volar en mi espalda cuando regrese”.
Con la promesa de una nueva amistad, los niños se despidieron del dragón, quienes comenzaron su camino de regreso al pueblo, sintiéndose más unidos que nunca. Al llegar a casa, se dieron cuenta de que la verdadera amistad no solo se trata de compartir momentos felices, sino también de enfrentar juntos los miedos y ayudar a los demás en sus momentos más difíciles.
Desde entonces, Sary, Lily y Rory no solo aprendieron a valorar su amistad, sino también a ser valientes y compasivos. Y aunque nunca olvidaron al dragón, comprendieron que el lazo que habían formado era más fuerte que cualquier aventura. Juntos, siempre estarían listos para enfrentar lo que la vida les deparara.
Y así, cada vez que miraban hacia las montañas, recordaban que en algún lugar, un dragón amigable los estaba esperando para compartir nuevas aventuras, simbolizando la belleza de la amistad y la importancia de ayudar a quienes lo necesitan.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.