Cuentos de Amor

Amelia y el abrazo del amor

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez una niña llamada Amelia que tenía seis años. Vivía en una casa cálida y acogedora con su mamá Lorena y su papá Christian. Amelia era una niña feliz. Le encantaba pasar tiempo con sus papás, quienes siempre estaban atentos a ella. Todos los días después de la escuela, Lorena y Christian la llevaban al parque, donde jugaban juntos bajo la sombra de su árbol favorito. En las noches, su mamá le leía cuentos antes de dormir, mientras su papá le daba un beso en la frente y le decía: «Buenas noches, mi pequeña estrella». Amelia se sentía muy amada y especial.

Pero un día, todo cambió en la vida de Amelia. Sus papás le dieron una noticia que la dejó muy sorprendida: «Amelia, pronto tendrás un hermanito». Al principio, Amelia no sabía exactamente qué significaba eso. Sus papás le explicaron que tendría un nuevo miembro en la familia, un bebé al que podrían cuidar y amar juntos. Aunque la idea sonaba emocionante, a Amelia le preocupaba cómo sería compartir a sus papás con alguien más.

El día que su hermanito Samuel llegó al mundo, Amelia sintió una mezcla de emociones. Sus papás estaban muy felices, pero también muy ocupados con el bebé. Ya no pasaban tanto tiempo con ella, y las visitas al parque comenzaron a ser menos frecuentes. Ahora, en lugar de leerle cuentos todas las noches, su mamá a menudo estaba ocupada con Samuel. Amelia notó cómo las cosas cambiaban en su casa, y aunque intentaba ser paciente, una tristeza comenzó a crecer en su corazón.

Una noche, mientras Amelia estaba en su habitación, escuchó a su mamá cantando una canción de cuna. Curiosa, se acercó a la puerta y miró en silencio. Su mamá sostenía a Samuel en brazos y le susurraba suavemente mientras él cerraba sus pequeños ojos para dormir. Amelia sintió que su corazón se encogía. Esa era la canción que su mamá solía cantarle a ella, pero ahora era Samuel quien la escuchaba.

Al día siguiente, Amelia se despertó con el corazón pesado. Sentía que ya no era importante para sus papás, como si Samuel hubiera tomado su lugar. Así que, después de desayunar, decidió que no quería quedarse en casa. Sin decirle a nadie, salió al jardín y caminó hacia su árbol favorito en el parque. Se sentó debajo de sus ramas, abrazando sus rodillas, y dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas.

El sol brillaba en lo alto y el parque estaba lleno de vida, pero Amelia solo sentía tristeza. Se quedó allí durante un largo rato, pensando en cómo las cosas habían cambiado, y sin darse cuenta, se quedó dormida bajo la sombra del árbol.

De pronto, un suave sonido la despertó. Eran unos pequeños pasos que se acercaban. Amelia abrió los ojos y, para su sorpresa, vio a su hermanito Samuel caminando hacia ella. Aunque era pequeño, Samuel sostenía con sus manitas su pelota favorita, una pelota de colores que a Amelia le encantaba. Samuel sonreía mientras se acercaba, y cuando llegó a donde estaba su hermana, dejó caer la pelota a sus pies y levantó los brazos, pidiéndole que lo abrazara.

Amelia se quedó mirando a su hermanito. Samuel no podía hablar aún, pero sus ojos brillaban de alegría al verla. Algo en el gesto de Samuel derritió el corazón de Amelia. Se dio cuenta de que, aunque Samuel era pequeño y necesitaba mucho cuidado, él también la amaba. Con una sonrisa, Amelia levantó a su hermanito y lo abrazó con fuerza. Samuel soltó una risita, feliz de estar en los brazos de su hermana mayor.

En ese momento, Amelia sintió una paz que no había sentido en mucho tiempo. Se dio cuenta de que el amor de sus papás no había desaparecido, solo se había extendido para incluir a su hermanito. Y aunque ahora tenía que compartir su tiempo y atención con Samuel, eso no significaba que ya no fuera importante.

Mientras sostenía a Samuel, Amelia escuchó unas voces que venían del otro lado del parque. Eran sus papás, que la buscaban preocupados. Cuando Lorena y Christian vieron a Amelia con Samuel en brazos, se acercaron rápidamente.

«Amelia, ¿dónde estabas?», preguntó su mamá, arrodillándose a su lado. «Nos tenías muy preocupados».

«Estaba aquí, bajo mi árbol», respondió Amelia, con la voz suave pero firme. «Estaba pensando en… en cómo todo ha cambiado».

Su papá se sentó a su lado y le acarició el cabello. «Sabemos que ha sido difícil para ti, Amelia. Samuel es pequeño y necesita mucha atención, pero eso no significa que te amemos menos».

Amelia miró a sus papás con lágrimas en los ojos. «¿De verdad? A veces siento que ya no soy tan importante como antes».

Su mamá le tomó la mano y le dijo con ternura: «Amelia, tú eres y siempre serás nuestra niña especial. Tener a Samuel no cambia el amor que sentimos por ti. Al contrario, ahora hay más amor en nuestra familia, porque también está él. Pero tú siempre tendrás un lugar especial en nuestros corazones».

Su papá asintió y añadió: «Y Samuel también te quiere mucho, Amelia. Eres su hermana mayor, su ejemplo a seguir. Él aprenderá mucho de ti, y juntos podrán compartir muchas aventuras».

Amelia miró a Samuel, que seguía riendo feliz en sus brazos, y luego a sus papás. De pronto, sintió que todo su miedo y tristeza se desvanecían. Comprendió que su familia había crecido, pero eso solo significaba más amor para todos.

«¿En serio me amarán siempre?», preguntó Amelia, con una chispa de esperanza en sus ojos.

«Claro que sí», respondió su mamá, envolviendo a Amelia y a Samuel en un fuerte abrazo. «Siempre te amaremos, sin importar cuántos hermanos tengas o cuántas cosas cambien».

Amelia sonrió y abrazó a su mamá con fuerza, sintiendo el calor y la seguridad de su amor. Papá Christian también se unió al abrazo, y así, los cuatro se quedaron bajo el árbol, disfrutando de ese momento de unión familiar.

Desde ese día, Amelia ya no se sintió sola ni menos querida. Entendió que el amor en su familia no se dividía, sino que crecía y se multiplicaba con cada nuevo miembro. Samuel y ella se volvieron inseparables, y Amelia se convirtió en la mejor hermana mayor que Samuel podría desear. Juntos, vivieron muchas aventuras y crearon recuerdos inolvidables.

Y así, Amelia aprendió que el amor es como un árbol con ramas fuertes que crecen y se extienden, abrigando a todos los que se acercan. Aunque las cosas cambien y la familia crezca, el amor siempre estará allí, inmutable y constante, envolviendo a todos en un cálido abrazo. Y colorín, colorado, este cuento de amor se ha terminado.

Este cuento de amor muestra cómo Amelia aprende que el amor en su familia no se reduce con la llegada de un nuevo miembro, sino que crece y se expande. Es una lección sobre la importancia de la familia, el amor incondicional y cómo aceptar los cambios en la vida puede traer nuevas y hermosas experiencias. Amelia descubre que siempre será amada, sin importar lo que pase, y encuentra alegría en su nuevo papel como hermana mayor.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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