Pablo y Rafael trabajaban como profesores en el mismo colegio desde hacía ya algunos años. Ambos enseñaban pastoral y aunque compartían la misma asignatura, sus personalidades no podrían ser más diferentes. Pablo era metódico, serio, con una pasión por enseñar que lo hacía muy popular entre los estudiantes. Rafael, en cambio, tenía un enfoque más relajado y dinámico, siempre buscando formas creativas de conectar con los alumnos. La chispa entre ambos surgió cuando ambos se dieron cuenta de que estaban interesados en la misma persona: Julio, el director del tercer ciclo.
Julio era carismático, inteligente y siempre con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Era difícil no sentirse atraído por él. Tanto Pablo como Rafael, cada uno a su manera, intentaron llamar la atención de Julio. Sin embargo, pronto ambos comenzaron a notar algo frustrante: Julio no parecía interesado en ninguno de ellos. Aunque siempre era educado y amable, no mostraba señales de devolver los sentimientos románticos que ambos profesores albergaban.
Lo que Pablo y Rafael no sabían era que Julio tenía el corazón en otro lugar. Estaba enamorado de Josefina, la directora del cuarto ciclo. Ella era una mujer elegante, independiente y muy dedicada a su trabajo. Aunque Julio intentó acercarse a ella varias veces, Josefina nunca mostró el más mínimo interés en él de manera romántica. Para ella, Julio era simplemente un colega agradable, pero nada más. Mientras tanto, Pablo y Rafael, aún sin saber que Julio estaba enamorado de otra persona, competían por su atención.
A medida que pasaba el tiempo, la competencia entre Pablo y Rafael comenzó a tensarse. Las bromas sarcásticas y los comentarios pasivo-agresivos se convirtieron en su forma habitual de comunicarse. Los alumnos, e incluso algunos colegas, comenzaron a notar la tensión entre los dos, aunque nadie sabía realmente la razón detrás de su rivalidad. Ambos querían lo mismo, pero no sabían cómo admitirlo ni cómo manejarlo.
Un día, después de una larga jornada de trabajo, Pablo y Rafael coincidieron en la sala de profesores, ambos claramente frustrados por la falta de avances con Julio. Al principio, la conversación fue tensa, llena de indirectas y comentarios punzantes, pero algo cambió esa noche. Finalmente, después de semanas de competencia silenciosa, ambos decidieron sincerarse.
—No entiendo por qué seguimos haciéndonos esto —dijo Pablo, dejando caer su bolígrafo sobre la mesa—. No importa cuánto intentemos, Julio no nos va a prestar atención.
Rafael suspiró y se recostó en su silla, mirando al techo.
—Tienes razón. Es agotador… Y creo que ambos sabemos que él no está interesado en nosotros, ¿verdad?
Después de esa conversación, algo curioso comenzó a suceder. Al dejar de competir por el afecto de Julio, Pablo y Rafael comenzaron a pasar más tiempo hablando, y con el tiempo, sus charlas se volvieron más profundas y significativas. Descubrieron que, aunque eran muy diferentes, tenían mucho en común. Poco a poco, su rivalidad se transformó en una amistad genuina.
Unos meses después, esa amistad comenzó a convertirse en algo más. Pablo y Rafael se dieron cuenta de que disfrutaban mucho de la compañía del otro. Sus largas conversaciones después del trabajo se convirtieron en paseos por el parque, cenas improvisadas y momentos de complicidad que ninguno de los dos había anticipado. No pasó mucho tiempo antes de que ambos se dieran cuenta de que lo que sentían era algo más profundo que una simple amistad.
Un día, mientras caminaban por el parque después de una jornada especialmente difícil, Pablo se detuvo, miró a Rafael a los ojos y le dijo:
—Creo que me he estado engañando a mí mismo todo este tiempo. Al principio pensé que solo quería llamar la atención de Julio, pero ahora… —Pablo hizo una pausa, nervioso—. Ahora me doy cuenta de que eres tú quien realmente me importa.
Rafael sonrió, sintiéndose aliviado de escuchar lo que él mismo había estado sintiendo.
—Yo también lo he sentido, Pablo. Creo que todo este tiempo estábamos buscando algo en el lugar equivocado.
Ambos se miraron en silencio por un momento, antes de que Rafael tomara la mano de Pablo y la apretara suavemente. Ese fue el comienzo de algo nuevo para ambos, un romance que ninguno había anticipado, pero que se sintió completamente natural.
Mientras tanto, Julio seguía intentando conquistar a Josefina, pero sus esfuerzos eran en vano. Josefina lo apreciaba como compañero de trabajo, pero nunca mostró interés en una relación romántica con él. Con el tiempo, Julio aceptó que no podía forzar los sentimientos de otra persona, y decidió dejar de intentarlo.
Un día, durante una reunión de profesores, Julio notó que Pablo y Rafael se sentaban juntos, intercambiando sonrisas y comentarios en voz baja. Algo en la forma en que se miraban le hizo darse cuenta de que algo había cambiado entre ellos. Aunque al principio se sintió un poco desconcertado, pronto se dio cuenta de que ambos eran buenas personas, y que tal vez había estado buscando en el lugar equivocado todo este tiempo.
Con el paso de los meses, la relación entre Pablo y Rafael se fue fortaleciendo, y aunque al principio intentaron mantenerla en privado, sus colegas pronto comenzaron a darse cuenta de lo que estaba sucediendo. La noticia de su romance fue bien recibida por todos, y muchos comentaban lo bien que se veían juntos.
Para sorpresa de todos, incluso de ellos mismos, Julio comenzó a acercarse más a Pablo y Rafael. Lo que al principio fue una simple amistad entre colegas, pronto se transformó en algo más complejo. Julio, después de su fallido intento de conquistar a Josefina, se dio cuenta de que había algo especial entre los tres. Empezó a pasar más tiempo con Pablo y Rafael, y sin darse cuenta, comenzó a desarrollar sentimientos por ambos.
Al principio, la situación fue confusa para los tres. No era común que surgieran relaciones de este tipo, pero lo que sentían era real y no podían ignorarlo. Con el tiempo, Pablo y Rafael aceptaron a Julio en su vida de una manera diferente, y lo que comenzó como una rivalidad terminó convirtiéndose en una relación única y amorosa entre los tres.
La historia de Pablo, Rafael y Julio es una de autodescubrimiento y aceptación. Aunque comenzó con una competencia y malentendidos, terminó siendo una prueba de que el amor puede surgir de las formas más inesperadas y que, a veces, lo que buscamos no está en la persona que creemos, sino en quienes ya tenemos cerca.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.