Cuentos de Amor

Amor Navideño entre Toamas y Julieta

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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 Era una fría mañana de diciembre en el pequeño pueblo de Arboledas, donde la nieve cubría las calles y caía suavemente de los árboles. Todos los habitantes estaban emocionados porque se acercaba la navidad, una época mágica llena de luces brillantes, villancicos y, por supuesto, el amor. En este encantador lugar vivían dos jóvenes llenos de sueños y esperanzas: Tomás y Julieta.

Tomás era un chico aventurero, con una gran pasión por el snowboard. Cada invierno esperaba con ansias la primera nevada, pues le encantaba deslizarse por las colinas cubiertas de nieve. Tenía el cabello desordenado y siempre llevaba una sonrisa en su rostro. Julieta, por otro lado, era una soñadora. Le encantaba dibujar y crear hermosas ilustraciones de la naturaleza y de las cosas que la rodeaban. Siempre llevaba una bufanda rosa y tenía los ojos brillantes, llenos de curiosidad.

Ambos habían crecido juntos en el mismo barrio, pero a medida que pasaron los años, sus corazones comenzaron a latir de una manera especial el uno por el otro, aunque ninguno de los dos se atrevió a confesarlo. Era un secreto que ambos guardaban con cariño, era como un pequeño tesoro escondido en sus corazones. Sin embargo, el tiempo estaba por traer un cambio inesperado.

Una mañana, mientras Tomás se preparaba para salir a practicar snowboard, decidió llevar a su mejor amigo, Bruno, con él. Bruno era un chico un poco más pequeño que Tomás, pero tenía una gran imaginación. Le encantaba inventar historias y hacer reír a los demás. «Hoy será un día perfecto para una aventura», dijo Tomás mientras se abrigaba con su chaqueta. «¡Vamos a hacer algunos saltos geniales!» Bruno asintió con entusiasmo, pero mientras caminaban hacia las colinas, Tomás no podía sacarse a Julieta de la mente. «Ojalá ella estuviera aquí», pensaba.

Al mismo tiempo, en la casa de Julieta, ella estaba en su habitación, mirando por la ventana cómo caía la nieve. Se imaginaba cómo sería deslizarse por las colinas o construir un muñeco de nieve. De repente, tuvo una idea brillante. «¡Debería invitar a Tomás a hacer un muñeco de nieve!», pensó, emocionada. A ella le encantaba hacer muñecos de nieve y siempre decía que la forma en que un muñeco podía cobrar vida con un toque de imaginación era un verdadero arte. «¡Sería divertido!», pensó mientras se ponía su abrigo y bufanda.

Finalmente, Tomás y Bruno llegaron a la colina más alta del pueblo, donde la nieve era fresca y perfecta para deslizarse. «¡Mira esto, Bruno!», dijo Tomás mientras se preparaba para hacer un salto impresionante. Con un impulso fuerte, se lanzó cuesta abajo, cortando la nieve con su tabla. Voló por el aire y aterrizó suavemente, lanzando un copo de nieve por los aires. «¡Eso fue increíble!», exclamó Bruno riendo y aplaudiendo.

Mientras tanto, Julieta llegó al mismo lugar, justo a tiempo para ver el asombroso salto de Tomás. Su corazón dio un vuelco al verlo deslizarse con tal destreza. “¡Eso fue genial, Tomás!”, gritó Julieta emocionada, saltando de un pie al otro en la nieve. “¡Nunca te había visto hacer eso!” Tomás, sorprendido y contento, se giró hacia ella, y en ese momento, sus miradas se encontraron. El tiempo pareció detenerse, y ambos sintieron la chispa del amor que había estado latente durante tanto tiempo.

“¡Julieta! ¿Qué haces aquí?” preguntó Tomás, tratando de contener su sonrisa. Julieta se acercó, un poco nerviosa, pero con la mirada brillante. “Vine a hacer un muñeco de nieve y pensé que podrías querer unirte”, dijo, dándole un toque juguetón en el hombro. Tomás sintió que su corazón latía más rápido. Nunca había compartido una tarde de nieve con Julieta, y esa idea le emocionaba.

“Por supuesto, me encantaría”, respondió Tomás, dejando de lado su tabla de snowboard. “¿Por dónde comenzamos?” Así, comenzaron lo que sería una mágica tarde. Mientras moldeaban la nieve, reían y se bromeaban, recordando anécdotas de su infancia y compartiendo sus sueños. El tiempo parecía volar mientras la luz del sol comenzaba a desaparecer detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos rosados y anaranjados.

Ya habían logrado construir un muñeco de nieve que se asemejaba a un guerrero de nieve, con una gran sonrisa, un sombrero de copa y una bufanda que Julieta había traído de casa. “¡Es perfecto!”, exclamó Julieta con alegría. “¡Deberíamos ponerle un nombre!” Tomás pensó durante un momento y dijo: “¿Qué tal si lo llamamos ‘Sir Nieve’?” Julieta estalló en risas. “¡Me encanta, es muy creativo!”

Pero de repente, mientras jugaban, una ráfaga de viento trajo consigo un frío intenso que hizo que Julieta temblara. Tomás la miró con preocupación y decidió que era un buen momento para hacer una pausa. “¿Te gustaría tomar un chocolate caliente en mi casa? Estoy seguro de que mi mamá estará encantada de prepararlo”, sugirió Tomás. Julieta aceptó de inmediato. La idea de compartir una bebida caliente y seguir conversando le llenó de felicidad el corazón.

Así que, juntos caminaron hacia la casa de Tomás, el aire fresco estaba lleno de risas y buenos momentos. Cuando llegaron, la madre de Tomás los recibió con una gran sonrisa y en cuestión de minutos, tenían en sus manos dos humeantes tazas de chocolate caliente. Se sentaron en la cálida cocina, charlando sobre sus sueños. Tomás habló sobre su deseo de ser un gran snowboarder y conseguir un lugar en la competencia nacional, mientras que Julieta compartió su anhelo de convertirse en una artista famosa, exhibiendo sus obras en las grandes galerías del mundo.

Mientras hablaban, se dieron cuenta de lo parecido que eran sus sueños. Ambos deseaban hacer algo grande en la vida, algo que dejaría una huella en el mundo. El chocolate caliente parecía más dulce a su alrededor. Pero en medio de estas risas y conversaciones, Tomás sentía que era el momento adecuado para confesarse. Con un poco de nervio, se armó de valor y dijo: “Julieta, hay algo que quiero decirte… desde hace mucho tiempo, he sentido algo especial hacia ti.”

A Julieta le empezó a latir el corazón con fuerza. Tomás la miraba con sinceridad. “Me gustas, realmente me gustas”, añadió. Julieta se sonrojó, sintiendo una mezcla de emoción y alegría. “A mí también me gustas, Tomás. Siempre solía admirarte desde lejos y nunca supe si debía decírtelo”, confesó, con una gran sonrisa.

Ambos se rieron nerviosamente, sintiendo cómo la ‘magia’ del momento les envolvía. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de acercarse un poco más, el sonido de una puerta abriéndose interrumpió su mágico momento. Era Bruno, que había decidido entrar en la casa sin avisar, con la intención de compartir algunas de sus locuras.

“¡Hola, amigos! ¿Qué pasa aquí? ¡Se os ve muy serios!”, dijo Bruno, guiñándoles un ojo. Tomás y Julieta se miraron rápidamente, un poco sonrojados, sabiendo que su momento había sido interrumpido. Pero no dejaron que eso arruinara su alegría. “¡Estamos hablando de nuestro muñeco de nieve, Sir Nieve!”, bromeó Julieta, tratando de recuperar la ligereza de la tarde.

“¡Genial! Bueno, yo tengo una idea brillante. ¿Qué tal si hacemos una competencia de muñecos de nieve? Cada uno con su propio estilo, y al final, todos votamos por el mejor!”, sugirió Bruno, entusiasmado. A Tomás y Julieta les pareció una excelente idea, así que se lanzaron de nuevo a la aventura. La competencia les dio la excusa perfecta para pasar más tiempo juntos.

Al caer la tarde, la colina volvía a estar llena de risas. Tomás, Julieta y Bruno se esforzaban al máximo creando los muñecos de nieve más extraños y divertidos que podían imaginar. Mientras compitieron, Tomás y Julieta intercambiaban miradas cómplices, cada vez más conectados entre sí. Y aunque el frío se hacía más intenso, sus corazones se sentían más cálidos que nunca.

Finalmente, después de horas de arduo trabajo y mucha diversión, los tres se detuvieron para admirar sus creaciones. Había un murciélago de nieve, una princesa de hielo y, por supuesto, el querido Sir Nieve. “¡Es perfecto!”, exclamó Bruno. “No sé cuál debería ganar”. Así que decidieron votar y, al final, todos coincidieron en que el muñeco de nieve de Tomás y Julieta era, sin duda, el mejor.

Bajo la luz tenue de la luna que comenzaba a asomarse en el cielo, comenzaron a celebrar su victoria. Bruno, emocionado, exclamó: “¡Esto es lo mejor de la Navidad! Amor, amistad y algunas locuras.” Tomás y Julieta se miraron, sonriendo, sintiendo que su conexión se fortalecía con cada palabra. Estaban felices de que, a pesar de las interrupciones y la competencia, sus corazones se habían abierto uno al otro.

Mientras se despedían esa noche, Tomás murmuró: “Julieta, me encantaría pasar más tiempo contigo, haciendo más muñecos de nieve y soñando despiertos.” Julieta, con una gran sonrisa, asintió. “¡Yo también, Tomás! Este ha sido el mejor día de mi vida”. Se despidieron con un cálido abrazo, sintiendo que ese momento era solo el comienzo de una hermosa historia de amor.

A medida que se acercaban las celebraciones navideñas, Tomás y Julieta pasaron más tiempo juntos. Fueron a ver luces navideñas, hicieron galletas en casa y se aventuraron en más competiciones de muñecos de nieve. Cada día que pasaban juntos, sus corazones se llenaban de un amor dulce y especial.

Un día, Tomás decidió sorprender a Julieta. Sabía que le encantaban las sorpresas, así que ideó un plan. La noche del 24 de diciembre, planeó llevarla a un evento especial en la plaza del pueblo, que contenía luces brillantes, un mercado navideño y una pista de hielo. Era un lugar mágico, donde el aire estaba lleno de risas y música.

Cuando Julieta llegó, sus ojos se iluminaban al ver la belleza del lugar. “¡Es hermoso, Tomás!” dijo asombrada. Él sonrió y tomó su mano, guiándola a través de las maravillas de la festividad. Juntos, se deslizaron en la pista de hielo, se rieron mientras caían y disfrutaban del chocolate caliente que compartieron más tarde. El frío era intenso, pero sus corazones estaban llenos de calor.

Mientras se encontraban en el centro de la pista, Tomás miró a Julieta. La nieve caía a su alrededor y las luces titilaban en el aire como estrellas. Sin poder contenerse más, decidió dar un paso adelante. “Julieta”, comenzó, “en esta mágica noche, quiero decirte que realmente creo que he encontrado en ti a alguien especial. Me haces sentir feliz, y quiero que este nuevo año comience con una promesa de vivir esta hermosa aventura juntos.”

Julieta, emocionada, sintió que su corazón se llenaba de amor. “¡Oh, Tomás! Yo también siento lo mismo. Me encanta compartir estos momentos contigo, y no puedo esperar para ver qué nos depara el futuro.”

Esa noche, rodeados por la magia de las festividades y el amor que habían cultivado, se prometieron que estarían siempre ahí el uno para el otro. Así, celebraron la Navidad no solo con luces y obsequios, sino con el maravilloso regalo del amor verdadero.

Desde entonces, Tomás y Julieta supieron que su compañía era el mejor regalo de todos y que, con cada aventura, su amor se volvería más fuerte. La Navidad se convirtió en la fecha que siempre recordarían como el inicio de su viaje juntos, y así cada año celebraban no solo la festividad, sino el amor que había brotado en sus corazones.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que el amor, al igual que el invierno, puede parecer frío al principio, pero con el calor de las sonrisas y las risas compartidas, se transforma en una calidez que solo puede existir entre aquellos que se quieren de verdad. Así, Tomás y Julieta vivieron un hermoso amor que se extendió más allá de las estaciones, recordando siempre aquel mágico diciembre en el que todo comenzó.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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