Cuentos de Amor

Arturo y el Jardín de los Conejitos

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cantarines, vivía un niño de corazón puro llamado Arturo. Arturo tenía dos años y un amor infinito por todo lo que le rodeaba, especialmente por los animales. Su lugar favorito era un hermoso jardín trasero en su casa, donde las flores bailaban al ritmo del viento y los árboles susurraban historias secretas.

Un día soleado, mientras el cielo pintaba de azul todo el horizonte, Arturo decidió que quería hacer algo especial. «Hoy voy a dar una fiesta para mis amigos los conejitos», dijo con emoción, mientras corría hacia la cocina para buscar algunas zanahorias, su comida favorita.

Con las zanahorias en su pequeña cesta, Arturo salió al jardín. Allí, bajo un árbol de manzanas, encontró a sus amigos los conejitos esperándolo. Eran cinco conejitos de diferentes colores: uno blanco, uno negro, uno marrón, uno gris y uno con manchas como el cielo nocturno.

«Hola, amigos», saludó Arturo con una sonrisa. Los conejitos, al ver las zanahorias, saltaron de alegría y se acercaron a él. Arturo se sentó en el suelo y extendió su mano ofreciendo las zanahorias. Los conejitos, con cuidado y cariño, empezaron a comer de su mano. «Me gusta verlos felices», pensaba Arturo, mientras acariciaba suavemente sus suaves orejas.

Mientras los conejitos comían, las mariposas revoloteaban alrededor, los pájaros cantaban melodías alegres y todo el jardín parecía celebrar el acto de bondad de Arturo. El niño sentía que su corazón crecía con cada sonrisa de sus pequeños amigos.

Después de un rato, cuando las zanahorias se acabaron, Arturo decidió que la fiesta necesitaba más diversión. «Vamos a jugar al escondite», propuso. Los conejitos, emocionados, aceptaron el reto. Arturo contó con los ojos cerrados mientras los conejitos se escondían entre las flores y detrás de los árboles.

Uno por uno, Arturo encontró a todos sus amigos, riendo cada vez que descubría a uno. «¡Te encontré, rayitas!», exclamaba al ver al conejito de las manchas. El juego continuó hasta que el sol comenzó a despedirse, tiñendo el cielo de colores cálidos.

«Es hora de ir a casa», dijo Arturo mientras se despedía de cada uno de sus amigos con un abrazo. «Mañana volveremos a jugar», prometió. Los conejitos, agradecidos y felices, le dieron un último saltito de despedida antes de desaparecer entre las flores del jardín.

Caminando de vuelta a casa, Arturo miró hacia atrás y vio cómo el jardín se iluminaba con los últimos rayos del sol. Sentía un amor enorme no solo por sus amigos los conejitos, sino por cada parte de ese jardín mágico.

Conclusión:

Esa noche, mientras se acurrucaba en su cama, Arturo soñó con jardines secretos y animales que hablaban, lugares donde la bondad y el amor eran la magia más poderosa. Y así, en el corazón de un niño llamado Arturo, el amor y la amistad continuaban creciendo, tan vastos y profundos como el cielo estrellado bajo el cual se había prometido volver a jugar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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