Cuentos de Amor

El Amor en el Bosque Encantado

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un rincón mágico del mundo, donde los árboles eran tan altos que casi tocaban el cielo y las flores brillaban con colores nunca antes vistos, vivía una niña llamada Andrea. Andrea tenía once años y una melena de cabello castaño ondulado que le caía en cascada sobre los hombros. Su sonrisa iluminaba el bosque y siempre llevaba puesto un vestido azul claro que contrastaba maravillosamente con el verdor del bosque.

No muy lejos de donde vivía Andrea, en una pequeña cabaña junto a un arroyo cristalino, vivía Izan. Izan tenía también once años, con cabello rizado y negro, y una mirada que reflejaba la curiosidad y el deseo de aventura. Siempre llevaba una camiseta verde y jeans, y disfrutaba explorando cada rincón del bosque.

Andrea e Izan se conocieron un día de primavera mientras ambos jugaban cerca de un viejo roble. Este roble era tan antiguo que sus raíces se extendían por metros, formando pequeños escondites perfectos para dos niños curiosos. Andrea estaba recogiendo flores para hacer una corona, mientras Izan intentaba trepar al roble para ver el bosque desde lo más alto.

—¡Hola! —dijo Andrea con su voz dulce—. ¿Te gusta trepar a los árboles?

Izan se sorprendió al verla, pero sonrió con timidez y respondió:

—Sí, me encanta. ¿Y a ti te gusta hacer coronas de flores?

Así comenzó una amistad que pronto se convertiría en algo más. Cada día después de la escuela, Andrea e Izan se encontraban en el roble para compartir sus historias y aventuras. Pronto, se dieron cuenta de que sentían algo especial el uno por el otro, algo que nunca antes habían sentido.

Sin embargo, había un problema. En su aldea, las reglas eran muy estrictas. Se decía que los niños no podían tener relaciones especiales hasta que fueran mayores. Esta norma había sido impuesta por los ancianos para proteger a los niños de desilusiones tempranas. Andrea e Izan sabían que su amistad especial debía mantenerse en secreto.

Los días pasaban y su conexión se hacía más fuerte. Se escribían pequeñas notas y las escondían en la corteza del roble. Jugaban a imaginar que el árbol era un guardián de sus secretos, y esto les hacía sentir que su amistad era aún más especial.

Un día, mientras estaban sentados en una raíz del roble, Andrea tomó la mano de Izan.

—Izan, siento algo muy especial cuando estoy contigo —dijo Andrea con un rubor en las mejillas—. No quiero que esto termine nunca.

Izan asintió, sintiendo lo mismo.

—Yo también, Andrea. Eres mi mejor amiga y… algo más. Pero, ¿qué haremos? Los mayores no lo entenderán.

Decidieron seguir encontrándose en secreto, pero un día, uno de los ancianos de la aldea los vio juntos y sospechó. Pronto, los rumores comenzaron a circular y los padres de ambos niños fueron llamados por los ancianos. Andrea e Izan estaban asustados. No querían ser separados, pero temían que eso fuera lo que los ancianos decidirían.

Los ancianos discutieron sobre la situación. Algunos pensaban que debían separar a los niños, mientras que otros creían que su conexión era algo hermoso que no debía ser destruido. Finalmente, la abuela de Izan, una mujer sabia y compasiva, se levantó y habló:

—El amor es algo puro y no debe ser castigado. Estos niños han encontrado algo especial y debemos guiarlos, no separarlos. Dejemos que su amistad crezca y florezca de manera natural.

Los ancianos, después de mucho debate, decidieron darles una oportunidad. Sin embargo, pusieron una condición: Andrea e Izan debían demostrar que su relación no interferiría con sus estudios ni con sus responsabilidades.

Andrea e Izan aceptaron el desafío. Prometieron ser responsables y demostrar que su amistad especial no les impediría cumplir con sus deberes. Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Los dos niños siguieron siendo los mejores estudiantes de la clase y ayudaban en casa como se esperaba.

Con el tiempo, los ancianos vieron que Andrea e Izan realmente se preocupaban el uno por el otro y que su relación era algo hermoso que debía ser celebrado, no ocultado. Decidieron levantar la regla que prohibía las relaciones especiales entre los niños, permitiendo que Andrea e Izan continuaran su amistad sin temor a ser separados.

La historia de Andrea e Izan se convirtió en una leyenda en la aldea. Se decía que su amor había sido tan puro y fuerte que había cambiado las reglas para siempre. Ahora, cada vez que un niño encontraba un amigo especial, los ancianos les recordaban la historia de Andrea e Izan y les animaban a seguir su ejemplo de responsabilidad y amor puro.

Andrea e Izan crecieron juntos, y su amistad se convirtió en un amor verdadero que duró toda la vida. El viejo roble, que había sido testigo de su amor, se mantuvo fuerte y majestuoso, recordando a todos que el amor verdadero siempre encuentra una manera.

Y así, en el bosque encantado, donde todo había comenzado, Andrea e Izan vivieron felices, demostrando que el amor, cuando es verdadero y puro, puede superar cualquier obstáculo y florecer en las circunstancias más inesperadas.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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