En un rincón del mundo, donde los mapas se vuelven borrosos y las brújulas pierden su rumbo, se encuentra el Bosque de Luzmila, un lugar tan antiguo que incluso el tiempo parece haberse olvidado de él. En este bosque, la magia no es solo una parte de la vida; es la vida misma. Aquí, los árboles susurran historias del pasado a todo aquel que esté dispuesto a escuchar.
Rossy, una muchacha de cabello rojo como el fuego del atardecer y ojos verdes como las esmeraldas más puras, había escuchado las leyendas del Bosque de Luzmila desde que era una niña. Criada en el pueblo cercano, siempre se sintió atraída por los misterios que este lugar escondía.
Yeiren, por otro lado, era un joven aventurero con el alma tan libre como el viento que recorría las colinas. Su cabello rizado y sus ojos cálidos eran un reflejo de su espíritu indomable. Había viajado a través de montañas y valles, pero nunca encontró un lugar que capturara su corazón, como lo hizo el Bosque de Luzmila la primera vez que lo vio.
Un día, impulsada por la curiosidad y un viejo mapa que encontró en el desván de su abuela, Rossy decidió adentrarse en el bosque. Caminó bajo la luz filtrada por las copas de los árboles, siguiendo un sendero apenas visible cubierto de hojas doradas. Los sonidos del bosque, un coro de pájaros y el susurro de los árboles, llenaban el aire con una melodía casi mágica.
Yeiren, llegado al bosque por rutas distintas y con su propio mapa desgastado, buscaba la legendaria Fuente de la Luna, un lugar que se decía, concedía deseos a aquellos puros de corazón. Mientras exploraba, guiado por la luz de la luna que se filtraba entre las ramas, se encontró con Rossy en una clara iluminada por la luz de la tarde.
El encuentro fue tan sorpresivo como encantador. Ambos, habiendo escuchado las historias de encuentros mágicos en Luzmila, se sintieron como si el destino los hubiera llevado a ese mismo punto. Compartieron sus historias, sus mapas y la comida que Yeiren llevaba en su mochila. Con cada palabra y cada risa, un lazo se formaba entre ellos, un lazo forjado por la magia del lugar y el momento compartido.
Decidieron buscar juntos la Fuente de la Luna, ayudándose mutuamente a superar los pequeños desafíos del camino: un río que cruzar, una pendiente resbaladiza, el rompecabezas de un antiguo artefacto que necesitaba ser resuelto para continuar. Con cada paso, el bosque parecía observarlos, casi aprobando su creciente cercanía.
Finalmente, encontraron la fuente, escondida detrás de una cortina de hiedra y musgo. Era más hermosa de lo que cualquiera de los dos hubiera imaginado, con aguas que brillaban bajo la luz de la luna, reflejando las estrellas del cielo nocturno. Allí, junto a la fuente, Rossy y Yeiren hicieron un deseo, no por riquezas o fama, sino por la oportunidad de seguir explorando juntos, de seguir siendo parte de la historia del otro.
El bosque, satisfecho con la pureza de sus deseos, les concedió lo que pidieron. A partir de ese día, Rossy y Yeiren no solo exploraron más bosques y montañas, sino que también exploraron las profundidades de sus propios corazones, aprendiendo el uno del otro, creciendo juntos.
Y así, en un mundo donde a menudo se olvida mirar hacia los árboles y escuchar los susurros del viento, Rossy y Yeiren encontraron el amor y la aventura en cada rincón del Bosque de Luzmila, recordándoles a todos que los cuentos más hermosos a veces comienzan con un simple paso hacia lo desconocido.
Con esta historia, Rossy y Yeiren nos enseñan que el amor y la magia pueden encontrarse en cualquier lugar, especialmente cuando se está dispuesto a explorar y abrir el corazón a lo inesperado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.