Cuentos de Amor

El Despertar de una Princesa

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un reino lejano, escondido entre nubes de algodón y montañas que tocaban el cielo, vivía una princesa llamada Anny. Su cabello era como hilos de chocolate, rizados y largos, que adornaba con una corona de oro tan delicada como su sonrisa. Anny, aunque poseía todo el amor de su pueblo y la belleza de un atardecer claro, luchaba con una tristeza oculta. No veía en su reflejo la luz que los demás admiraban, y su corazón pesaba más que su corona.

En el mismo reino, el príncipe Yair vivía en un palacio de piedra y esperanza. Su cabello era negro como la medianoche y su mirada profunda como el mar en calma. Desde pequeño, Yair fue enseñado a valorar la belleza del alma sobre todas las cosas y a ver más allá de las apariencias.

Un día de verano, el destino entrelazó sus caminos en el jardín del palacio durante una celebración de la cosecha. Anny, vestida con un vestido azul que fluía como el río del valle, se escondía entre las sombras de los árboles, temiendo que los susurros de inseguridad se hicieran eco en la multitud.

Yair, al notar la soledad de la princesa, se acercó con una sonrisa cálida y una flor de cerezo en mano. “Princesa Anny, ¿por qué se esconde una estrella tan brillante en la sombra?”, preguntó con genuino interés.

Anny, sorprendida por su presencia, murmuró sobre su miedo a no estar a la altura de lo que todos esperaban de ella. Yair, con una risa suave, le aseguró que el verdadero valor no se mide por los ojos de los demás, sino por cómo uno se ve a sí mismo.

Día tras día, Yair mostró a Anny las pequeñas maravillas del reino: los colores de las flores silvestres, el coraje de los pequeños animales del bosque y la fuerza del río. Con cada paso, Anny comenzó a ver reflejada la belleza que Yair veía en ella. Su risa se hizo más frecuente, y su paso más seguro.

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. El amor entre Anny y Yair floreció como los jardines que recorrían juntos. Anny aprendió a amar no solo lo que Yair veía en ella, sino también lo que ella veía en sí misma. Yair, por su parte, encontró en Anny un espíritu tan radiante como el sol que se levanta cada mañana.

Finalmente, llegó el día en que Anny se paró frente a su pueblo durante la fiesta del solsticio de verano. Vestida en su vestido azul, con su corona reluciendo bajo el sol, habló con la voz firme de alguien que había encontrado su lugar en el mundo. Celebró su amor por Yair y por sí misma, y su discurso resonó en el corazón de todos los presentes.

“Hoy no solo celebro el sol en el cielo, sino el sol que cada uno de nosotros lleva dentro. Gracias, querido Yair, por mostrarme que la luz que buscaba siempre estuvo aquí”, dijo señalando su corazón.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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