Cuentos de Amor

El Pícnic de la Amistad

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un soleado día de primavera, Génesis, Jim y Henri estaban emocionados porque era el día perfecto para hacer un pícnic en el parque. Desde que eran pequeños, estos tres amigos inseparables habían compartido muchas aventuras, pero esa iba a ser una ocasión especial. Mientras preparaban sus mochilas, Génesis dijo: “¡No olviden traer los sándwiches y las galletas que hicimos juntos!”

Jim, con su energía contagiosa, asintió y dijo: “¡Y no olvidemos el jugo! Es mi favorito, ¡de fresa!” Henri, un poco más tranquilo pero siempre sonriente, agregó: “Yo traeré una manta grande para que podamos sentarnos cómodamente y disfrutar del día”.

Cuando llegaron al parque, el aire estaba lleno de risas y música. Las flores estaban en plena floración y los pájaros cantaban alegremente. Encontraron un lugar bajo un gran árbol donde podrían estar a la sombra. “Este lugar es perfecto”, exclamó Génesis mientras extendía la manta en el suelo.

Se sentaron y sacaron sus deliciosos sándwiches, galletas y jugo. Mientras comían, compartieron historias de sus juegos favoritos y de lo que querían ser cuando fueran grandes. Jim soñaba con ser un gran explorador. “Voy a descubrir lugares asombrosos y encontrar tesoros escondidos”, dijo, con la mirada llena de entusiasmo.

Génesis, con su dulce risa, respondió: “Yo quiero ser artista y pintar cuadros hermosos. Haré que todos se sientan felices con mi arte”. Henri, que escuchaba atentamente, sonrió y dijo: “Yo quiero ser científico. ¡Quiero inventar cosas que ayuden a los demás!”

Después de disfrutar de su pícnic, decidieron jugar a un juego de carreras. Se pusieron de pie, listos para empezar, y Jim gritó: “¡La primera persona que llegue al árbol más grande gana!” Y así, comenzaron a correr, riendo y gritando mientras el viento les acariciaba el rostro.

En medio de su carrera, Génesis sintió algo extraño en su corazón. A veces, miraba a Jim y sentía mariposas en su estómago. No entendía por qué, pero su amistad parecía estar cambiando. Mientras alcanzaban el árbol, se detuvieron, exhaustos pero felices.

“¡Lo logramos!”, exclamó Jim, mientras trataba de recuperar el aliento. “¡Eres muy rápida, Génesis!”, le dijo Henri. Pero Génesis no podía dejar de pensar en cómo se sentía cuando estaba con Jim. “Gracias, chicos. ¡Es muy divertido correr con ustedes!”, respondió, intentando ocultar sus pensamientos.

Después de un rato, decidieron descansar un poco bajo la sombra del árbol. Mientras se recostaban, Génesis decidió que debía hablar con Jim sobre sus sentimientos. “Jim, hay algo que quiero decirte”, comenzó, con un poco de nerviosismo en su voz.

Jim la miró con curiosidad. “¿Qué pasa, Génesis?” preguntó, apoyándose en su brazo. “A veces, siento que nuestra amistad es más que eso…”, dijo Génesis, su voz temblando un poco. “No sé si es normal, pero creo que me gustas de una manera especial”.

Jim se quedó en silencio, sorprendido por sus palabras. “¿De verdad? Yo también he sentido algo diferente, pero no sabía cómo decírtelo”, confesó, sonrojándose un poco. Génesis sonrió, aliviada de que Jim también sintiera lo mismo.

“¡Qué genial! Entonces, estamos en la misma página”, dijo Génesis, sintiendo que todo el peso se había levantado de sus hombros. En ese momento, Henri, que había estado escuchando en silencio, sonrió ampliamente. “¡Eso es maravilloso, amigos! Estoy muy feliz por ustedes”.

Mientras hablaban, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de hermosos colores naranjas y rosas. La escena era tan mágica que los tres amigos se sintieron afortunados de estar juntos en ese momento. “Esto es lo que más amo de la amistad, poder compartir momentos especiales”, dijo Henri.

“Y también tener amigos que te apoyen”, agregó Jim, mirándose a los ojos con Génesis. “Siempre estaremos aquí el uno para el otro, pase lo que pase”, prometió Génesis, tomando la mano de Jim.

La tarde continuó llena de risas y juegos, y los tres amigos decidieron hacer una última carrera hasta el lago. Mientras corrían, Henri se dio cuenta de que, aunque había un cambio en la relación de sus amigos, eso no significaba que su amistad se desvanecería.

Al llegar al lago, se sentaron a disfrutar del paisaje. “Miren cuántas estrellas hay en el cielo”, dijo Henri, apuntando hacia arriba. “Es tan hermoso”, murmuró Génesis. Jim miró a Génesis y sonrió, sintiéndose afortunado de tener a alguien tan especial a su lado.

En ese momento, Génesis pensó en lo afortunada que era de tener a Jim y Henri en su vida. La amistad era importante, y ahora, con su amor floreciendo, todo parecía perfecto. “Gracias por ser mis amigos y por apoyarme”, dijo ella, su voz llena de emoción. “Siempre seré su mayor fan”.

La noche avanzaba, y pronto tuvieron que regresar a casa. Pero antes de irse, decidieron hacer una promesa. “Prometamos que siempre seremos amigos y que siempre estaremos ahí el uno para el otro, sin importar lo que pase”, propuso Jim.

Todos asintieron con entusiasmo, y se abrazaron en un grupo. “Siempre”, dijeron al unísono, sintiendo que esa noche había cambiado sus vidas para siempre.

Así, Génesis, Jim y Henri regresaron a casa con el corazón lleno de amor y amistad. Habían pasado un día maravilloso, lleno de risas, descubrimientos y un nuevo comienzo para su relación. Mientras el sol se ocultaba, también se prometieron que nunca dejarían que nada interfiriera en su amistad y amor.

Y así, cada vez que miraban las estrellas, recordaban ese mágico atardecer, donde su amistad se transformó y donde el amor floreció. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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