En un rincón pintoresco de la ciudad, donde las calles se entrelazaban como las líneas de un viejo mapa de amor, vivían Laura, Angie, Anna y Lia. Cuatro amigas cuyos caminos se habían cruzado bajo el alero de la universidad y desde entonces, se habían vuelto inseparables.
Laura, con su cabello rubio y rizos danzantes al viento, llevaba en su corazón una pasión por las artes y los días soleados. Angie, de cabello corto y fogoso como un atardecer de verano, era la más enérgica del grupo, siempre lista para una nueva aventura. Anna, con su elegancia serena y su cabello lacio negro, era la voz de la razón, aquella que, con una sola mirada, podía restaurar la calma. Lia, la soñadora, dejaba que sus rizos castaños se perdieran entre los colores de sus cuadros y los sueños de sus noches.
La historia de amor entre Laura y Anna había comenzado como un murmullo suave, como una brisa que poco a poco se convierte en viento. Se enamoraron durante una noche de estudio, entre libros de poesía y tazas de café que se enfriaban al ritmo de sus risas. No mucho después, Anna, con una mezcla de nervios y certezas, le propuso matrimonio a Laura bajo un cielo estrellado, prometiéndole eternidades en sus brazos.
Todo parecía destinado al éxito, pero el amor, en su complejidad infinita, tenía otros planes. Mientras Laura y Anna planificaban su boda, Angie luchaba en silencio con un sentimiento que crecía como una tormenta en su interior. Angie había descubierto que su corazón latía con fuerza no solo por la amistad, sino por un amor no correspondido hacia Laura. Lia, por su parte, veía todo desde la barrera, su corazón dividido entre el apoyo a su pareja Angie y el cariño profundo hacia sus amigas.
La boda de Laura y Anna fue planeada para una tarde de primavera, en un jardín secreto adornado con miles de flores blancas y música que flotaba entre los árboles. Todo estaba listo, el sol se colaba entre las nubes como un auspicio de felicidad. Sin embargo, justo en el instante en que Laura iba a dar el sí, Angie, impulsada por un impulso irrefrenable, interrumpió la ceremonia.
Con el corazón en la mano y las palabras rompiéndole el pecho, Angie confesó su amor ante todos. Laura, sorprendida y superada por la sinceridad de su amiga, no pudo más que correr hacia ella y sellar ese momento con un beso que paralizó el tiempo. Anna, paralizada y herida, se alejó sin decir palabra, desapareciendo entre la multitud como un fantasma entre la niebla.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Laura y Angie se enfrentaron no solo a sus sentimientos sino a las miradas de aquellos que no entendían su amor. Decidieron tomarse un tiempo para viajar, para encontrarse a sí mismas en paisajes lejanos y conversaciones largas bajo cielos desconocidos.
Lia, por otro lado, se encontró navegando en su propio mar de dudas, pero eligió quedarse cerca, esperando el regreso de Angie, confiando en la fuerza de su amor. Con el tiempo, Angie y Laura regresaron, no solo más unidas sino también más seguras de que el amor verdadero no siempre sigue el camino que se espera.
Anna nunca volvió a la ciudad, pero las cartas ocasionales que enviaba a Lia hablaban de nuevos comienzos, de la paz encontrada en un pequeño pueblo costero donde sus días transcurrían entre el cuidado de un faro y la escritura de una novela que, tal vez un día, contaría su versión de la historia.
Y así, en el revés del corazón, en esos rincones sombríos y brillantes del alma, nuestras cuatro protagonistas encontraron su camino, aprendiendo que el amor, en todas sus formas, es tanto un viaje como un destino, y que cada paso, cada desvío, cada vuelta inesperada, es en sí mismo, una parte esencial de la historia más grande que cada corazón escribe por sí solo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.