En un pequeño y colorido pueblo llamado Alginet, donde las calles olían a azahar y las casas se adornaban con los colores del arcoíris, vivían dos hermanas inseparables: Milagros y María. Milagros, la mayor, era conocida por su corazón generoso y su risa contagiosa, mientras que María, con su pasión por la danza y su vestir flamenco, parecía llevar la música en su andar.
A pesar de sus diferencias, compartían un amor incondicional, el una por la otra y un secreto mágico que pocos conocían. Desde pequeñas, descubrieron que cuando unían sus manos y cantaban al unísono, eran capaces de hacer florecer las flores y dar vida a la tierra a su alrededor. Este don, regalo de la abuela, que también fue una gitana valenciana, solo podía ser usado bajo la luz del sol, por eso, se les conocía en el pueblo como las Hermanas del Sol.
Un día, el pueblo de Alginet enfrentó una gran sequía. Los campos se secaron, y los árboles perdieron sus hojas. Los animales buscaban refugio y agua sin descanso. La gente del pueblo, desesperada, no sabía qué hacer. Fue entonces cuando Milagros y María decidieron que era momento de revelar su secreto para salvar a su querido pueblo.
Se dirigieron al centro del pueblo, bajo el reloj de sol que marcaba el mediodía. Los habitantes, curiosos, se reunieron alrededor de las hermanas, sin imaginar lo que estaban a punto de presenciar. Milagros y María, tomadas de las manos, comenzaron a cantar con sus voces dulces y melodiosas. Su canción, antigua y poderosa, hablaba de amor, unidad y esperanza.
Poco a poco, el milagro se manifestó ante los ojos atónitos de los alginetenses. Flores de mil colores brotaron del suelo reseco, los árboles recobraron su verdor, y el agua comenzó a fluir nuevamente en el río que cruzaba el pueblo. La vida regresaba a Alginet, envuelta en una luz dorada que parecía emanar de las propias hermanas.
Desde aquel día, Milagros y María no solo fueron las Hermanas del Sol, sino también las protectoras de Alginet. Aprendieron que su don no era solo un acto de magia, sino un símbolo del amor y la conexión con la naturaleza. Decidieron enseñar a los niños del pueblo a cuidar de las plantas y los animales, a respetar la tierra que les daba vida.
Con el tiempo, Alginet se convirtió en un oasis de verdor y armonía. Las hermanas, siempre juntas, recordaban a todos la importancia de la unidad y el amor. Cada año, en el aniversario de aquel milagro, el pueblo celebraba la Fiesta del Sol, donde todos, jóvenes y mayores, se reunían para cantar, bailar y plantar nuevas flores, en honor a las Hermanas del Sol y a la tierra que les había dado tanto.
Y así, Milagros y María, con su amor inquebrantable y su magia única, enseñaron a su pueblo que los milagros son posibles cuando se unen los corazones con un propósito de amor y cuidado hacia todo lo que nos rodea. En Alginet, nunca olvidarían la lección de las hermanas, que con su luz y alegría, habían traído esperanza en los momentos más difíciles.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.