En una pequeña y acogedora casa vivía una familia muy especial: Nahomi, una niña de once años con una sonrisa siempre presente y largos cabellos castaños; su hermanita Yami, de cinco años, con rizos negros que enmarcaban su rostro; Mamá Adi, una mujer amorosa con el cabello corto y castaño, quien estaba esperando a un nuevo miembro de la familia; Papá Luis, un hombre de corazón bondadoso y cabello negro, siempre dispuesto a ayudar; y un juguetón perro que completaba la felicidad del hogar.
Una mañana, Nahomi se despertó con un sentimiento de emoción en el pecho. Sabía que ese día sería especial porque Mamá Adi había dicho que pronto nacería el bebé. Se levantó rápidamente, se puso su vestido azul favorito y corrió a la cocina donde su mamá estaba preparando el desayuno.
«¡Buenos días, mami!» exclamó Nahomi, abrazando a su mamá con cuidado para no apretar su barriga.
«Buenos días, cariño,» respondió Mamá Adi con una sonrisa. «¿Dormiste bien?»
«Sí, mami. ¿Y el bebé? ¿Ya viene?» preguntó Nahomi, sus ojos brillando de anticipación.
«Aún no, pero pronto,» dijo Mamá Adi, acariciando su vientre. «Por ahora, vamos a disfrutar del desayuno todos juntos.»
En la mesa, Papá Luis ayudaba a Yami a servirse un vaso de jugo. «Buenos días, princesa,» le dijo a Nahomi cuando se sentó.
«Buenos días, papi,» respondió ella, tomando asiento junto a su hermanita.
El desayuno fue alegre y lleno de conversaciones sobre el nuevo bebé y cómo todos estaban preparados para recibirlo. Nahomi y Yami habían ayudado a decorar la habitación del bebé, eligiendo colores suaves y colocando juguetes que habían sido de ellas.
«¿Cómo se llamará el bebé?» preguntó Yami, mientras comía su tostada.
«No lo hemos decidido aún,» respondió Papá Luis. «Pero estamos seguros de que cuando nazca, sabremos cuál es el nombre perfecto.»
Después del desayuno, Nahomi decidió que sería un buen día para hacer algo especial para su mamá. «Voy a dibujar una tarjeta de bienvenida para el bebé,» pensó. «Así mami sabrá cuánto lo queremos ya.»
Nahomi se dirigió a su habitación y sacó sus materiales de arte. Mientras dibujaba, pensó en todas las cosas que haría con su nuevo hermanito o hermanita. Le enseñaría a jugar, a leer y a compartir. «Seré la mejor hermana mayor,» se dijo a sí misma con determinación.
Mientras tanto, Yami jugaba con su perro en el jardín. El perro corría y saltaba, haciendo que Yami riera a carcajadas. La alegría de los niños llenaba la casa, y Mamá Adi, observándolos desde la ventana, se sentía inmensamente feliz y orgullosa de su familia.
Más tarde, Mamá Adi sintió una pequeña contracción y supo que el momento estaba cerca. «Luis, creo que es hora,» dijo, tratando de mantener la calma.
Papá Luis, siempre preparado, ayudó a Adi a llegar al coche mientras Nahomi y Yami los seguían, con los ojos llenos de preocupación y emoción. «Todo estará bien, mis amores,» les aseguró Papá Luis. «Pronto conocerán a su nuevo hermanito o hermanita.»
En el hospital, el tiempo pareció pasar lentamente para Nahomi y Yami. Estaban sentadas en la sala de espera, abrazadas y esperando noticias. Finalmente, un doctor salió y se dirigió a ellas con una gran sonrisa.
«¡Felicidades! Tienen un hermanito,» anunció.
Nahomi y Yami se miraron con alegría. «¿Podemos verlo?» preguntó Nahomi.
«Por supuesto. Síganme,» dijo el doctor.
Las niñas fueron conducidas a la habitación donde Mamá Adi descansaba con el nuevo bebé en brazos. Papá Luis estaba a su lado, con una expresión de pura felicidad.
«Hola, mis amores,» dijo Mamá Adi suavemente. «Quiero que conozcan a su hermanito. Su nombre es Mateo.»
Nahomi se acercó y miró al pequeño Mateo con ternura. «Hola, Mateo. Soy tu hermana mayor, Nahomi. Te quiero mucho,» dijo, besando suavemente la frente del bebé.
Yami, abrazando a su mamá, miró a Mateo con curiosidad y amor. «Hola, Mateo. Soy Yami. Vamos a ser los mejores amigos,» dijo con una sonrisa.
Los días siguientes fueron un torbellino de actividades y emociones mientras la familia se adaptaba a la llegada de Mateo. Nahomi y Yami estaban encantadas de ayudar a cuidar del bebé, aunque a veces se sentían un poco celosas de la atención que recibía. Pero Papá Luis y Mamá Adi siempre se aseguraron de hacerles sentir amadas y especiales.
Una noche, mientras todos estaban reunidos en la sala, Nahomi se dio cuenta de lo afortunada que era. Tenía una familia unida, llena de amor y apoyo. Se acercó a su mamá y le entregó la tarjeta que había hecho.
«Mami, hice esto para Mateo,» dijo con timidez.
Mamá Adi tomó la tarjeta y la abrió, sus ojos llenándose de lágrimas de felicidad. «Es hermosa, Nahomi. Gracias. Mateo sabrá cuánto lo amas gracias a esto.»
Nahomi sonrió, sintiendo una calidez en su corazón. Sabía que, aunque las cosas cambiaran con la llegada de Mateo, el amor de su familia siempre sería fuerte. Y con ese amor, podían enfrentar cualquier cosa.
Los días pasaron y Mateo creció rodeado de cariño. Nahomi le leía cuentos, Yami jugaba con él y el perro siempre estaba cerca, vigilando y jugando también. La vida en la pequeña casa estaba llena de risas, juegos y momentos especiales que atesorarían para siempre.
Una tarde, mientras estaban todos en el jardín, Papá Luis tuvo una idea. «¿Qué les parece si plantamos un árbol para celebrar la llegada de Mateo?»
«¡Sí!» exclamaron Nahomi y Yami al unísono.
Eligieron un lugar especial en el jardín y, con la ayuda de Papá Luis, plantaron un pequeño árbol. «Este árbol crecerá fuerte y alto, al igual que nuestra familia,» dijo Papá Luis, mientras cubrían las raíces con tierra.
Mamá Adi, sosteniendo a Mateo, sonrió. «Y cada vez que lo veamos, recordaremos lo unidos que estamos y cuánto nos amamos.»
Con el tiempo, el árbol creció, al igual que Mateo. Nahomi y Yami siguieron cuidándolo, asegurándose de que tuviera suficiente agua y amor. Cada vez que alguien visitaba su hogar, les contaban la historia del árbol y de cómo simbolizaba la fuerza y la unidad de su familia.
Una noche, mientras todos estaban reunidos alrededor de la mesa para cenar, Papá Luis levantó su vaso y propuso un brindis. «Por nuestra familia, que siempre permanezcamos unidos y llenos de amor.»
«¡Por nuestra familia!» repitieron todos, levantando sus vasos y sonriendo.
Y así, la familia de Nahomi, Yami, Mateo, Mamá Adi y Papá Luis siguió creciendo en amor y unidad, enfrentando los desafíos y celebrando las alegrías de la vida juntos. Su hogar era un refugio de cariño, y cada día traía nuevas oportunidades para demostrar lo mucho que se querían.
Con cada historia leída, cada juego compartido y cada momento especial, aprendieron que el amor de la familia es el tesoro más grande que se puede tener. Y aunque el tiempo pasara y las cosas cambiaran, ese amor permanecería inquebrantable, uniendo sus corazones para siempre.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado. Pero el amor de la familia de Nahomi vivirá por siempre en nuestros corazones, recordándonos la importancia de estar unidos y de valorar cada momento compartido con quienes más queremos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.