Cuentos de Amor

La Pequeña Princesa de los Lobos y su Extraño Amigo del Bosque

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un reino lejano rodeado de bosques verdes y montañas azules, una pequeña princesa llamada Violeta. Violeta era una niña muy especial, con un corazón enorme y una gran curiosidad por el mundo que la rodeaba. Cada mañana, al despertar, echaba un vistazo por la ventana de su habitación y se maravillaba con la belleza del paisaje. El sol brillaba en el cielo y los pájaros cantaban felices. Pero lo que más amaba era explorar el bosque que estaba justo al lado del castillo.

Un día, Violeta decidió que era el momento de aventurarse más allá de lo habitual, así que se puso su vestido favorito, uno que tenía estampados de flores de todos los colores. Salió corriendo de su casa, con su melena al viento, y se adentró en el bosque. Mientras caminaba, decidió que quería encontrar algo mágico. A veces escuchaba historias de su abuela sobre hadas y criaturas mágicas que habitaban en los árboles, y se preguntaba si alguna vez podría encontrarlas.

Mientras Violeta exploraba, se encontró con un pequeño arroyo que brillaba como millones de estrellas. Decidió sentarse en la orilla, y fue entonces cuando escuchó un suave susurro. Mirando a su alrededor, vio a un pequeño lobo de pelaje blanco como la nieve, que la observaba con curiosidad. «Hola, pequeño amigo,» dijo Violeta, con voz dulce. El lobo se acercó cautelosamente y, aunque al principio parecía un poco tímido, pronto se dio cuenta de que Violeta no le haría daño.

«Soy Walter,» dijo el lobo con una voz suave. Violeta se sorprendió al escuchar que el lobo podía hablar. «Y tú, ¿quién eres?» «Soy Violeta, la princesa de este castillo,» respondió, sonriendo. Walter movió su cola con alegría, feliz de haber hecho una nueva amiga. «Me alegra conocerte, Violeta. He estado viviendo en este bosque desde hace mucho tiempo, pero nunca había visto a una princesa tan valiente.»

A partir de ese día, Violeta y Walter se volvieron los mejores amigos. Pasaban horas explorando el bosque juntos, descubriendo nuevos rincones, escondiéndose entre los arbustos y jugando en los claros iluminados por el sol. Walter le enseñó a Violeta sobre las plantas y los animales que habitaban el bosque. A veces, Walter la llevaba a su cueva, donde tenía un pequeño tesoro de piedras brillantes y hojas secas. Violeta, por su parte, le contaba historias de su vida en el castillo, de los banquetes y las fiestas a las que asistía.

Un día, mientras jugaban, Walter le dijo: «Violeta, hay algo muy especial en este bosque que quiero mostrarte.» Llena de emoción, Violeta le pidió que la llevara a ver esa maravilla. Walter la guió a través de los árboles altos, hasta llegar a un claro donde una luna llena resplandecía en el cielo. El claro estaba lleno de luciérnagas que danzaban en el aire, creando un espectáculo deslumbrante de luces centelleantes. «¡Es hermoso, Walter!» exclamó Violeta. «Es un secreto que solo los animales del bosque conocen,» dijo Walter con una sonrisa. «Este es nuestro lugar mágico.»

Mientras se sentaban en el claro, Violeta tuvo una idea brillante. «Podríamos hacer una fiesta aquí, para que todos, incluidos los demás animales, vengan a compartir este momento especial.» Walter saltó de alegría. «¡Sí! ¡Eso sería maravilloso!» Entonces, empezaron a planear la fiesta, invitando a todos los animales del bosque; las liebres, los ciervos, las ardillas y hasta las aves. Todos estaban emocionados por la idea de celebrar en un lugar tan mágico.

Pasaron algunos días preparando todo. Violeta trajo pastelitos y jugos de frutas que su cocinera del castillo le ayudó a hacer. Mientras tanto, Walter se encargó de decorar el claro con flores y hojas frescas. Finalmente, llegó el día de la fiesta, y el claro estaba más hermoso que nunca, lleno de risas y música. Todos los animales llegaron, e incluso algunas criaturas tímidas se aventuraron a unirse a la celebración.

Violeta, vestida de un bonito vestido de flores, se sintió como una verdadera princesa viendo a todos sus amigos tan felices. Walter, a su lado, brilló de orgullo. Olía a flores y el aire estaba lleno de melodías alegres. Mientras todos bailaban y disfrutaban, el amor y la amistad llenaban el aire. Esa noche, el bosque se iluminó no solo con luciérnagas, sino con las sonrisas y abrazos de todos aquellos que compartieron ese momento especial.

Sin embargo, cuando la fiesta terminó y todos comenzaron a irse, Violeta notó que había un pequeño animal que no se unió a la celebración. Era Cuca, una pequeña tortuga que vivía cerca del arroyo. “Voy a invitar a Cuca,” dijo Violeta. Walter, alentándola, dijo: “Tienes un corazón muy grande, Violeta.” Así que, mientras los demás se despedían, Violeta corrió hacia donde estaba Cuca.

“¡Cuca, ven! Estamos teniendo una fiesta mágica, y te necesitamos para que sea aún mejor,” le dijo emocionada. Cuca sonrió tímidamente y respondió: “Pero yo no sé bailar como ustedes.” Violeta la miró con ternura y dijo: “No importa, Cuca. Eres especial tal como eres, y todos te queremos.” Cuca, tocada por las palabras de Violeta, decidió unirse a la fiesta.

Al regresar al claro, Cuca se sintió un poco nerviosa, pero todas las criaturas la recibieron con los brazos abiertos. Walter la presentó como «la tortuga más sabia del bosque». Esa noche, todos bailaron, comieron tortas y rieron juntos. Violeta se dio cuenta de que lo que realmente iluminaba el bosque no eran solo las luciérnagas, sino la amistad y el amor que compartían.

Así, los días pasaron y se formaron muchas más amistades en el bosque. Violeta aprendió que el amor verdadero no se trata solo de las grandes aventuras, sino de las pequeñas cosas, como un abrazo, una palabra amable o invitar a alguien a ser parte de su mundo. Y así, la pequeña princesa y sus amigos, Walter y Cuca, vivieron muchas más aventuras juntos, siempre recordando que la verdadera magia se encuentra en la amistad y el amor que compartimos con los demás. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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