Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de flores y árboles altos, una niña llamada Emi. Ella tenía dos años y le encantaba jugar en el jardín de su casa. Allí corría entre las mariposas y se reía con el canto de los pajaritos. Pero, lo que más le gustaba a Emi era pasar tiempo con su papá. Su papá era su héroe, siempre la hacía sentir feliz y segura.
Un día, mientras Emi jugaba con su muñeca en el jardín, su papá llegó con una gran caja en sus manos. Emi miró con ojos curiosos, preguntándose qué podría haber dentro. Su papá, con una sonrisa amplia, se agachó y le dijo: «Emi, tengo una sorpresa para ti». Emi saltó de emoción, preguntando sin parar: «¿Qué es? ¿Qué es?».
Su papá, que tenía una enorme bolsa de sorpresas, abrió la caja. Dentro encontró muchos juguetes que Emi jamás había visto. Había un tren de colores brillantes, una pelota que podía inflarse, y unos bloques de construcción de todos los tamaños. Sin embargo, lo que más atrajo la atención de Emi fue un pequeño perrito de peluche llamado Max. Era suave y tenía una gran sonrisa en su cara. Emi tomó a Max entre sus brazos y no podía dejar de abrazarlo. «¡Gracias, papá! ¡Es maravilloso!», gritó con felicidad.
A partir de ese día, Emi y su papá jugaron todos los días con Max y los otros juguetes, y su amor creció más y más. Juntos construyeron enormes castillos con los bloques, corrieron tras la pelota en el jardín y hasta hicieron pequeños paseos en tren por toda la casa, imaginando que estaban en un gran viaje por el mundo. Emi siempre sonreía cuando estaba con su papá, sintiéndose como una verdadera aventurera.
Un día, mientras jugaban, a Emi se le ocurrió una idea. «Papá, ¿y si llevamos a Max a conocer a otros amigos? ¡Sería muy divertido!». Su papá pensó que era una gran idea. Entonces, decidieron llevar a Max a la casa de su amiga Sofía.
Sofía era una niña que vivía al lado, y le encantaban los animales. Cuando Emi y su papá llegaron, Sofía estaba jugando en su jardín. Emi corrió hacia ella y le mostró a Max. «¡Mira, Sofía! Este es mi nuevo perrito de peluche. ¡Es muy suave y muy especial!», dijo emocionada.
Sofía sonrió y dijo: «¡Hola, Emi! ¡Qué lindo perrito! Pero, ¿puedo tener un perrito también? Me encantaría tener un amigo como Max». Emi pensó un momento y, con su corazón bondadoso, le dijo: «Yo te dejo jugar con él, pero solo un poquito, porque es mi amigo». Sofía se puso muy contenta y comenzó a jugar con Max, haciéndole pequeñas caricias y contándole historias.
Mientras las dos niñas jugaban, el papá de Emi y la mamá de Sofía se sentaron a hablar. Ellos también estaban felices de ver a sus hijas sonriendo y jugando juntas. Así, el jardín se llenó de risas y alegría, y las dos familias comenzaron a compartir historias sobre sus días y a disfrutar del hermoso sol de la tarde.
Después de un rato, cuando las pequeñas estaban cansadas, Sofía, con una sonrisa brillante, le dijo a Emi: «Gracias por dejarme jugar con Max. Me encanta ser tu amiga». Emi sonrió de vuelta y, abrazando a su papá, respondió: «Yo también. ¡Mi papá dice que los amigos son como tesoros!». Esa frase hizo que todos rieran y se sintieran felices. El amor y la amistad llenaban el aire a su alrededor.
Pero, de repente, el cielo se oscureció un poco y comenzó a soplar un viento frío. Las pequeñas nubes que antes eran suaves y blancas ahora parecían un poco más grises. Emi sintió un escalofrío y miró a su papá. Él, con su mirada reconfortante, le dijo: «No te preocupes, Emi. Siempre estaré aquí para cuidar de ti». Esa frase hizo que Emi se sintiera valiente, porque sabía que su papá era su héroe.
Al poco tiempo, el viento se convirtió en una lluvia ligera. Emo llegó un poco asustada, pero su papá le dijo: «Ven, Emi, ¡vamos a buscar refugio!». Juntos, corrieron hacia la casa de Sofía, donde ambos padres los recibieron calurosamente. En el interior, Sofía les ofreció una manta suave, y los cuatro se acomodaron para esperar a que pasara la lluvia. El sonido del agua golpeando el techo era como una melodía tranquila que los hizo sentir seguros.
Mientras estaban allí, el papá de Emi comenzó a contar historias de héroes y aventuras. Habló sobre barcos que navegaban los mares y valientes guerreros que luchaban por lo que amaban. Emi escuchaba cada palabra, con los ojos abiertos de par en par, y su corazón se llenaba de amor hacia su papá. «¡Eres mi héroe, papá!», exclamó ella, mientras abrazaba a Max y a su papá al mismo tiempo.
Cuando la lluvia paró y el sol salió de nuevo, todo en el mundo parecía brillar. El cielo estaba limpio, y un hermoso arcoíris apareció en el horizonte. Emi y Sofía, llenas de energía, decidieron salir a jugar de nuevo, pero esta vez con un juego diferente. Corrieron para ver quién podía encontrar el final del arcoíris. Su risa llenó el aire mientras sus papás las miraban con el más grande amor que podían sentir.
Esa tarde, después de tantas aventuras y risas, Emi abrazó a su papá y le dijo: «Papá, gracias por ser el mejor papá del mundo. Siempre te amaré». El papá, sintiendo su corazón lleno de felicidad, le respondió: «Yo también te amo, Emi. Mi amor por ti es el más grande que hay, y siempre seré tu héroe».
Al volver a casa, Emi y su papá compartieron un momento especial, y por esa razón, Emi le prometió a su papá que siempre serían los mejores amigos, tal como siempre lo habían sido. El amor que compartían era grande y brillante como el arcoíris, y Emi sabía que siempre podría contar con su papá en cada aventura de su vida. Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.