En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y flores de todos los colores, vivían tres amigos muy especiales: Melissa, Lizandro y su pequeño amigo Tommy. Melissa era una niña de cabellos dorados que siempre llevaba una cinta roja en su pelo. Lizandro, su mejor amigo, tenía unos ojos azules que brillaban como el cielo en un día despejado. Y Tommy, con su espíritu curioso, era un niño muy alegre que siempre estaba buscando aventuras.
Un día, mientras jugaban en el parque, decidieron que querían organizar una gran fiesta para celebrar la amistad. «¡Vamos a hacerla en el bosque!», sugirió Melissa con entusiasmo. A Lizandro le encantó la idea, y Tommy, emocionado, comenzó a imaginar todo lo que podrían hacer en esa fiesta.
«Podemos llevar globos, comida rica y jugar juegos divertidos», propuso Tommy. Los tres se pusieron a trabajar de inmediato. Reunieron todo lo que necesitaban en una gran mochila: sandías, galletas, malvaviscos y, por supuesto, muchos globos de colores.
Cuando llegaron al bosque, se sorprendieron al ver que era un lugar mágico. Los árboles eran altísimos y las flores parecían bailar con el viento. «¡Este lugar es perfecto!», exclamó Melissa mientras soltaba un par de globos que se elevaban hacia el cielo azul. En ese momento, sintieron que todo lo que habían planeado se volvería aún más especial.
Después de un rato, comenzaron a preparar todo para la fiesta. Lizandro se encargó de hacer una gran mesa con ramas de árboles, mientras que Tommy ayudaba a colocar los globos. Melissa, por su parte, se encargó de poner la comida sobre la mesa. Cuando terminaron, miraron con orgullo su obra. La mesa estaba llena de delicias y los globos danzaban al viento, creando un ambiente alegre y festivo.
Mientras disfrutaban de la comida, Melissa se dio cuenta de que, además de su amistad, había algo en el aire que hacía que este día fuera aún más especial. «Siento que el bosque está feliz de que estemos aquí», dijo. Lizandro sonrió y respondió: «Es porque estamos juntos, y eso siempre trae alegría».
De repente, un pequeño pájaro de colores brillantes sobrevoló la mesa. Se posó cerca de ellos y comenzó a cantar una hermosa melodía. «¡Miren, un pájaro mágico!», gritó Tommy con los ojos llenos de asombro. El pájaro parecía entender lo que decían y continuó cantando, llenando el aire con su música hermosa.
«Creo que el pájaro nos está celebrando», dijo Melissa. «¡Deberíamos hacer una danza para él!» Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a bailar alrededor de la mesa, riendo y disfrutando de la música del pájaro.
Mientras bailaban, un nuevo amigo se unió a ellos. Era un pequeño conejo de orejas largas y suaves. Se acercó con curiosidad y se puso a saltar alegremente, imitándolos. «¡Hola, pequeño conejo! ¿Quieres unirte a nuestra fiesta?», le preguntó Lizandro. El conejo asintió con entusiasmo y comenzó a saltar aún más alto, alegrando el ambiente.
Después de un rato de baile y risas, decidieron jugar a un juego llamado «Atrapa el globito». Consistía en correr por el bosque mientras intentaban mantener los globos en el aire. El conejo se divirtió tanto que empezó a ayudarles a atrapar los globos que se escabullían. Todos se divirtieron mucho, y la fiesta se llenó de risas y alegría.
Cuando el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, el bosque se tiñó de colores dorados y naranjas. «Es hora de contar historias», sugirió Melissa. Los tres amigos se sentaron en círculo, junto al pequeño conejo, y empezaron a compartir historias sobre sus aventuras.
Tommy contó cómo una vez había encontrado un tesoro de caramelos en el jardín de su abuela. Lizandro relató un día en el que volaron cometas y vieron figuras en las nubes. Melissa, con una mirada soñadora, compartió un cuento acerca de un príncipe y una princesa que se enamoraron en un bosque encantado. Todos escucharon atentamente y se sumergieron en el mundo de la fantasía.
Cuando la noche llegó, el cielo se iluminó con estrellas brillantes. «¡Miren, las estrellas son como nuestros globos!», exclamó el pequeño Tommy. «¡Son un recordatorio de lo que tenemos aquí abajo!» Lizandro y Melissa sonrieron y miraron al cielo. El pájaro mágico regresó, y con su canto, parecía decirles que la amistad que compartían era tan hermosa como las estrellas.
Al final de la noche, mientras regresaban a casa, los tres amigos sintieron que habían vivido un día verdaderamente especial. Habían creado recuerdos inolvidables juntos y el pequeño conejo había añadido un toque mágico a todo lo que habían compartido. Melissa, Lizandro y Tommy se dieron cuenta de que el amor y la amistad son como las estrellas en el cielo: siempre brillan, incluso en la oscuridad.
Y así, prometieron que siempre se cuidarían, que siempre estarían juntos y que nunca olvidarían aquel día lleno de risas, globos y un amor destellante en el corazón.
Desde entonces, cada vez que se encontraban en el bosque, miraban al cielo y recordaban la importancia de la amistad y la alegría de compartir aventuras. Porque, al final del día, el verdadero tesoro no eran los globos ni la comida, sino el amor y la compañía de sus amigos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.