Cuentos de Amor

Un año de amor bajo el mismo cielo

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Camila y Camilo eran dos amigos inseparables que vivían en un tranquilo pueblo rodeado de verdes montañas y un río cristalino que serpenteaba por el valle. Desde pequeños, habían compartido risas, juegos y muchas aventuras. A medida que crecían, su amistad se volvió más fuerte, y aunque en su corazón había un secreto que ninguno de los dos se atrevía a confesar, la conexión entre ellos era innegable.

El verano estaba en su apogeo, y el aire estaba impregnado con el aroma de las flores y el canto de los pájaros. Un día, mientras exploraban el bosque cercano al pueblo, Camila encontró un hermoso claro donde las flores silvestres brillaban como estrellas. Era un lugar mágico, y ella no dudó en compartirlo con Camilo. A medida que se sentaban en el suelo cubierto de hojas y flores, se dieron cuenta de que ese sitio podría convertirse en su refugio secreto.

«¿Te imaginas lo que sería poder venir aquí cada día?» dijo Camila, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

«Sería genial. Aquí podríamos ser nosotros mismos, sin preocupaciones», respondió Camilo, sintiendo que la magia del lugar los envolvía como un abrazo cálido.

A partir de ese día, decidieron hacer del claro su lugar especial. Crearon un rincón donde podían dejar pequeños recuerdos, piedras pintadas y flores secas que recolectaban. Ese espacio se convirtió en un símbolo de su amistad y, poco a poco, también de sus sentimientos.

Sin embargo, al final del verano, había algo en el aire que les hacía sentir diferentes. El nuevo año escolar estaba a la vuelta de la esquina, y con él venía el miedo de que su relación podría cambiar. Camila empezaba a notar que su corazón latía de manera distinta cada vez que estaba cerca de Camilo. Por otro lado, Camilo tampoco podía ignorar que lo que sentía por Camila era más que amistad, pero el temor a arruinar lo que ya tenían los mantenía en silencio.

Pasaron los días, y mientras el otoño comenzó a pintar el bosque con tonos dorados y naranjas, algo inesperado ocurrió. En el pueblo llegó una nueva chica llamada Lucía, quien era simpática y muy divertida. Desde su llegada, Camilo comenzó a pasar más tiempo con ella. Al principio, Camila se sintió feliz por su amigo; sin embargo, a medida que los días avanzaban, comenzó a sentir una punzada de celos en su corazón. Se dio cuenta de que no solo era amiga de Camilo, sino que también lo amaba en secreto.

Una tarde de octubre, los tres se encontraron en el claro, donde todo había comenzado. Camilo llevaba una gran sonrisa y una historia fresca que contar. A medida que hablaba con entusiasmo sobre una aventura que había tenido con Lucía, Camila lo miraba con una mezcla de alegría y tristeza. No quería que su amistad se viera afectada, pero a la vez, no podía evitar sentirse marginada.

«Camilo, ¿recuerdas cuando prometimos que el claro siempre sería nuestro lugar?» preguntó Camila, tratando de sonar alegre a pesar del nudo en su garganta.

«Por supuesto, Camila. Este lugar siempre será especial para nosotros», respondió Camilo, notando la tristeza en sus ojos.

Lucía, que no era ajena a la tensión entre ambos, decidió cambiar el tema. «¡Vamos a jugar! ¿Qué tal si hacemos una carrera hasta el río?» dijo con entusiasmo.

Los tres se lanzaron a la aventura, pero en el fondo, Camila no podía dejar de pensar en sus sentimientos. La carrera fue divertida, pero cuando se detuvieron a descansar, la distancia emocional entre ella y Camilo parecía más grande que nunca.

Pasaron semanas, y el otoño se convirtió en invierno. El pueblo se cubrió con un manto blanco de nieve, y el claro, antes lleno de colores, ahora era un silencio helado. Camila y Camilo se veían menos, ya que él estaba cada vez más cerca de Lucía. Camila intentó no dejar que la tristeza la abrumara, pero la ausencia de Camilo comenzó a desgastarla.

Una noche, mientras miraba por la ventana de su habitación, Camila decidió que era hora de actuar. No podía seguir guardando sus sentimientos. Se armó de valor y decidió escribirle una carta a Camilo, donde le expresaba lo que sentía. La carta hablaba de su amistad, de los momentos que habían compartido y de cómo sus sentimientos habían crecido a lo largo del tiempo. Después de terminar la carta, la guardó en un sobre y decidió que al día siguiente, se la entregaría.

Cuando el día llegó, su corazón latía con fuerza. Salió de casa con la carta en el bolsillo, rumbo al claro. Camilo estaba allí, sentado en una piedra cubierta de nieve, mirando al horizonte. Cuando lo vio, su corazón dio un vuelco.

«Hola, Camilo», dijo Camila, nerviosa.

«¡Hola, Camila! ¿Qué tal?», él respondió con una sonrisa que reflejaba el brillo del sol.

«Quería hablar contigo de algo importante», dijo ella, intentando mantener la calma.

«Claro, ¿de qué se trata?» La preocupación en su voz la hizo sentir un poco mejor.

Camila sacó la carta de su bolsillo y, con manos temblorosas, se la entregó. «Quiero que leas esto», dijo.

Camilo miró la carta con curiosidad y la abrió. Mientras leía, el silencio del claro se llenó de una tensión palpable. Pasaron unos instantes que parecieron eternos hasta que Camilo terminó la carta. Sus ojos se encontraron y, en ese breve momento, Camila sintió que todo el peso de su miedo se desvanecía.

«Camila, yo también te quiero», confesó Camilo, casi en un susurro. «Desde siempre he sentido algo más que amistad, pero temía que si te lo decía, podría perderte».

La felicidad en los ojos de Camila era indescriptible. Los dos se acercaron y compartieron un abrazo que se sintió como el regreso a casa después de una larga ausencia.

«¿Y Lucía?» preguntó Camila, todavía un poco insegura.

«Lucía es genial, pero lo que siento por ella no es lo mismo que lo que siento por ti. Eres mi mejor amiga, y siempre has sido más que eso para mí», explicó Camilo, con sinceridad.

Con sus corazones finalmente alineados, decidieron dar un paseo por el claro, hablando de sus sueños y del futuro. Era como si un nuevo capítulo comenzara en su historia.

En las semanas siguientes, Camila y Camilo se volvieron inseparables de nuevo, y esta vez como pareja. Pasaron toda la primavera explorando juntos, riendo y disfrutando de cada momento. Lucía, que era buena amiga, entendió y apoyó su relación. Todos se volvieron cercanos, compartiendo aventuras en el bosque y creando recuerdos en el claro que ahora era un símbolo de su amor.

Con la llegada del verano, decidieron organizar un pequeño club de amigos que incluía a Lucía y otros compañeros del pueblo. Se reunían en el claro para compartir historias y hacer actividades al aire libre. Camila y Camilo, siempre delante de todos, demostraron que el amor no solo une, sino que también puede fortalecer la amistad.

A medida que pasaron los meses, el amor entre Camila y Camilo creció. Se daban cuenta de que lo más importante en su relación era la sinceridad y el apoyo incondicional. Cada día, bajo el mismo cielo que los había visto crecer como amigos, compartían sueños y planes, y aprendían a ser mejores juntos.

Finalmente, llegó el último día de clases, y todos se reunieron en el claro para celebrar. La risa llenó el aire, y el sol brillaba sobre ellos como un halo dorado. Camila y Camilo se miraron y supieron que habían escrito una hermosa historia, una historia de amor que comenzaba no solo con el romanticismo, sino también con la profunda amistad que habían forjado a lo largo de los años.

Mientras el sol se ponía sobre el horizonte, marcando el fin de un ciclo, pero el comienzo de otro, Camila tomó la mano de Camilo y se sintió agradecida por todo lo vivido. Aprendió que el amor verdadero puede surgir de la amistad más pura y que, al final, siempre hay espacio para la magia de los corazones que se encuentran bajo el mismo cielo. Su amor era un reflejo de sus vidas, lleno de risas, confianza, y lo más importante, de un lazo que los uniría para siempre, sin importar los desafíos que pudieran enfrentar en el futuro. El cimentado en el claro se convirtió no solo en su secreto, sino también en un recordatorio de todo lo que podían ser juntos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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