En un día soleado y brillante, Nancy y Carlos decidieron ir a la playa. Nancy era una niña alegre con una gran sonrisa y Carlos, su mejor amigo, era un niño muy juguetón. Llevaban sus cubos y palas, listos para construir el mejor castillo de arena de todos los tiempos.
Llegaron a la playa y sintieron la arena suave bajo sus pies. Las olas del mar azul les saludaban con su suave murmullo. Nancy y Carlos corrieron hacia la orilla, riendo y chapoteando en el agua.
—¡Vamos a hacer un castillo de arena gigante! —dijo Nancy, emocionada.
—¡Sí! ¡Con muchas torres y un puente! —añadió Carlos.
Se pusieron manos a la obra, cavando y moldeando la arena húmeda. Mientras trabajaban en su castillo, Nancy miró hacia la playa y vio a alguien conocido. Era Gustavo, un amigo de la familia y su antiguo compañero de juegos.
—¡Gustavo! —gritó Nancy, agitando la mano con entusiasmo.
Gustavo, que paseaba por la playa, levantó la vista y sonrió al ver a Nancy. Caminó hacia ellos y saludó con una gran sonrisa.
—¡Hola, Nancy! ¡Hola, Carlos! —dijo Gustavo—. ¿Qué están haciendo?
—Estamos construyendo un castillo de arena —respondió Carlos—. ¡Es el más grande que hemos hecho!
Gustavo se agachó para ver mejor el castillo. —¡Está quedando genial! ¿Puedo ayudarles?
Nancy y Carlos asintieron con entusiasmo, felices de tener a Gustavo con ellos. Juntos, los tres comenzaron a construir el castillo, añadiendo detalles y decoraciones con conchas y piedras que encontraban en la playa.
—Gustavo, ¿recuerdas cuando jugábamos juntos aquí? —preguntó Nancy mientras colocaba una concha en una de las torres.
—¡Claro que sí! —respondió Gustavo, riendo—. Hacíamos muchos castillos y buscábamos tesoros en la arena.
Mientras trabajaban, Nancy se dio cuenta de lo mucho que había extrañado a Gustavo. Era un amigo muy especial y siempre se divertían mucho juntos.
—Me alegra que estés aquí, Gustavo —dijo Nancy, sonriendo.
—A mí también, Nancy. Siempre es divertido pasar tiempo contigo y Carlos —respondió Gustavo.
El sol brillaba alto en el cielo, y el castillo de arena crecía cada vez más alto y más impresionante. La playa estaba llena de risas y alegría, y Nancy, Carlos y Gustavo disfrutaban de cada momento.
Después de un rato, se sentaron juntos a descansar y a disfrutar de un pícnic que Brenda, la mamá de Nancy, había preparado. Había bocadillos, frutas frescas y limonada fría.
—Este es el mejor día de todos —dijo Carlos, tomando un gran sorbo de limonada.
—Sí, es un día perfecto —añadió Gustavo—. Me alegra haber venido a la playa hoy.
Nancy miró a sus amigos y sonrió. Sabía que, con ellos a su lado, cada día podía ser una nueva aventura llena de amor y diversión.
Cuando terminaron el pícnic, decidieron dar un paseo por la orilla del mar. Las olas acariciaban sus pies y el sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de hermosos colores naranjas y rosados.
—Miren, el atardecer es tan bonito —dijo Nancy, maravillada por los colores del cielo.
—Sí, es como una pintura —respondió Gustavo.
Caminaron juntos, disfrutando de la compañía y de la belleza del lugar. Nancy se sentía muy feliz. No solo había pasado un día increíble con su mejor amigo Carlos, sino que también había reencontrado a Gustavo, un amigo muy querido.
Finalmente, el sol se ocultó en el horizonte y supieron que era hora de regresar a casa. Nancy, Carlos y Gustavo se despidieron de la playa, prometiendo regresar pronto para más aventuras.
—Gracias por un día tan maravilloso —dijo Nancy, abrazando a Gustavo y Carlos.
—Fue un placer, Nancy. Siempre estaré aquí para ti —respondió Gustavo.
Carlos sonrió y añadió: —¡Sí! ¡Volvamos pronto y hagamos otro castillo de arena aún más grande!
Con el corazón lleno de felicidad y muchos recuerdos nuevos, Nancy, Carlos y Gustavo regresaron a casa, sabiendo que la verdadera magia de la vida está en los momentos compartidos con aquellos que amamos.
Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Corazón del Bosque Encantado
Amor a toda velocidad, un corazón que se estrella en el camino
El corazón que late por cuatro
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.