En una pequeña ciudad llena de color y vida, vivía una familia cuyo sueño era tan grande como su amor. Nagore, una mujer de ojos brillantes y risa contagiosa, compartía su vida con David, un hombre de corazón generoso y espíritu aventurero. Unidos por el amor y sus sueños, criaban a su hijo Unai, un niño de sonrisa fácil y curiosidad insaciable.
Nagore siempre había soñado con visitar París antes de cumplir los 50 años. Era un sueño que acunaba desde niña, alimentado por cuentos, películas y postales enviadas por amigos viajeros. David, conocedor de este anhelo, había planeado en secreto hacer realidad este sueño. Y qué mejor momento que la Navidad, esa época mágica donde todo parece posible, para sorprender a su amada Nagore.
Una mañana de diciembre, mientras el frío invierno pintaba de blanco las calles de su ciudad, David reveló la sorpresa: ¡Iban a pasar la Navidad en París! Nagore, con lágrimas de alegría en los ojos, abrazó a su esposo y a su hijo, agradeciendo este regalo inesperado. Unai, emocionado, saltaba alrededor de ellos, ansioso por conocer la ciudad de la luz y de la magia de Papá Noel.
El viaje a París fue un torbellino de emociones. Al llegar, la Torre Eiffel los recibió, majestuosa y brillante, recortándose contra el cielo invernal. Las calles de la ciudad estaban adornadas con luces y decoraciones navideñas, creando una atmósfera de ensueño. Nagore, con los ojos llenos de asombro, tomaba la mano de David, compartiendo con él la emoción de este sueño hecho realidad.
Durante los días siguientes, la familia exploró París. Visitaron el Louvre, donde Unai se maravilló con las pinturas y esculturas. Pasearon por Montmartre, con sus artistas callejeros y sus acogedoras cafeterías. Caminaron por los Campos Elíseos, admirando las vitrinas elegantes y las luces festivas. Y al caer la tarde, se sentaron a disfrutar de un delicioso chocolate caliente, mientras la ciudad se iluminaba con miles de luces.
Pero la verdadera sorpresa de David aún estaba por venir. La noche de Navidad, después de un día lleno de risas y descubrimientos, David llevó a su familia a un hermoso crucero por el río Sena. Mientras navegaban, la ciudad mostraba su esplendor nocturno, con monumentos iluminados y puentes decorados con guirnaldas de luces.
Fue entonces cuando ocurrió algo extraordinario. Mientras admiraban la belleza de París desde el río, una luz brillante apareció en el cielo. Era Papá Noel, volando sobre la ciudad en su trineo tirado por renos. Unai, con los ojos abiertos de asombro, gritó emocionado, señalando al cielo. Nagore y David se miraron, compartiendo un momento de pura felicidad y asombro.
Papá Noel, con su característica risa, descendió cerca de su barco. Con un gesto mágico, hizo aparecer regalos para todos: un hermoso collar para Nagore, que simbolizaba el amor y el cumplimiento de sus sueños; un libro antiguo para David, lleno de historias y leyendas; y para Unai, un pequeño modelo de la Torre Eiffel, que brillaba con luz propia.
La familia, abrazada y llena de felicidad, agradeció a Papá Noel. Él, con una sonrisa, les deseó una feliz Navidad y se elevó nuevamente al cielo, desapareciendo entre las estrellas. Esa noche, Nagore, David y Unai entendieron que la verdadera magia de la Navidad residía en los momentos compartidos, en los sueños cumplidos y en el amor que los unía.
Los días siguientes en París fueron una continuación de esa magia. La familia visitó la Catedral de Notre Dame, paseó por el Barrio Latino y disfrutó de los encantos de la ciudad. Pero lo más importante era que estaban juntos, compartiendo un sueño que había unido aún más sus corazones.
Finalmente, llegó el momento de regresar a casa. Aunque dejaban París atrás, se llevaban consigo recuerdos imborrables y la promesa de volver algún día. Nagore, con una lágrima de felicidad, miró a David y Unai, agradecida por este viaje, este sueño hecho realidad, esta Navidad mágica en París.
Al regresar, la vida continuó, pero algo había cambiado. Habían aprendido que los sueños, incluso los más sencillos, pueden llenar de alegría y amor la vida. Y aunque París quedaba lejos, la magia de esa Navidad permanecería siempre en sus corazones.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.