Cuentos de Amor

Verano de risas y goles en la piscina de los abuelos

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Era un soleado día de verano cuando Amir y su hermana Melissa llegaron a casa de sus abuelos. La casa estaba llena de risas y alegría, y el aroma de las galletas recién horneadas llenaba el aire. Su abuelo, un hombre de canas y una gran sonrisa, los recibió con abrazos cálidos y un brillo especial en sus ojos.

—¡Hola, mis pequeños! —dijo el abuelo mientras les daba un fuerte abrazo—. ¡Estoy muy emocionado de verlos!

Amir, un niño de siete años aventurero y curioso, saltó con alegría. Llevaba una camiseta azul brillante y su gorra favorita. Melissa, su hermana de cinco años, era dulce y soñadora, y tenía una hermosa trenza que caía sobre su hombro. Se abrazaron a su abuelo, sintiendo el amor que siempre les daba.

—¿Qué haremos hoy, abuelo? —preguntó Amir, que ya estaba ansioso por empezar la diversión.

—Hoy vamos a la piscina —respondió el abuelo con una sonrisa pícara—. ¡Pero antes, ayudemos a Melissa a conseguir su traje de baño!

Melissa gritó de emoción, imaginando las chapoteadas que haría en la piscina. Juntos, los tres fueron al cuarto de cosas de verano donde guardaban los trajes de baño, flotadores y juguetes. Melissa eligió su traje de baño rosa con dibujitos de sirenas, mientras que Amir acudió a buscar su toalla de colores.

Una vez listos, salieron al patio trasero donde estaba la piscina. Brillaba bajo el sol, y el sonido del agua haciendo olas era música para sus oídos. Como les encantaba jugar, decidieron hacer una mini competición de saltos. Así que se pararon en el borde de la piscina.

—¡Yo seré el juez! —dijo el abuelo, sonriendo mientras se acomodaba en una silla al borde de la piscina.

Amir dio el primer salto y salió volando en el aire como si fuera un ave, haciendo una gran ‘plop’ cuando cayó al agua. Todos rieron, y el abuelo levantó el pulgar.

—¡Eso fue impresionante, Amir! ¡Tienes un diez!

Luego fue el turno de Melissa. Ella corrió y saltó, sumergiéndose en el agua con una gran sonrisa. Al salir a la superficie, gritó emocionada.

—¡Mira, abuelo! ¡Soy una sirena!

El abuelo se ríe y dijo:

—¡Eres la sirena más hermosa del océano!

Después de varios saltos y chapoteos, Amir y Melissa decidieron jugar a los goles en la piscina. Sacaron un pequeño balón de playa y comenzaron a lanzar el balón el uno al otro, intentando chocar y hacer «goles». El abuelo se unió al juego, y juntos formaron un gran equipo.

—¡Somos los campeones de la piscina! —gritó Amir.

De pronto, cuando estaban llenos de risas y divertidos, oyeron un curioso ‘splaaash’ desde la esquina de la piscina. Miraron hacia allá y vieron a un pequeño perrito. Tenía el pelaje marrón claro y una gran etiqueta que decía “Coco”.

—¡Miren! —gritó Melissa—. ¡Un perrito!

El abuelo les sonrió y dijo:

—Parece que Coco ha venido a unirse a la diversión.

Coco, el perrito, parecía muy curioso. Se acercó despacito hasta la piscina, moviendo su cola como si estuviera saludando. Amir y Melissa se acercaron y comenzaron a jugar con él. Melissa bajó la mano para acariciarlo, y Coco se lanzó hacia ella, llenándola de lengüetazos.

—¡Es muy cariñoso! —exclamó Melissa, riendo.

Amir se puso de pie, y con su imaginación, propuso un nuevo juego.

—¡Hagamos que Coco nade con nosotros!

El abuelo sonrió y asintió:

—Es una gran idea. Pero primero, dejemos que Coco se sienta cómodo.

Los niños llevaron a Coco al borde de la piscina y lo animaron a acercarse. Al principio, Coco dudó, pero poco a poco se acercó al agua, moviendo su cola con emoción. Amir, con su voz amable, dijo:

—¡Vamos, Coco! El agua es divertida, ¡ven a jugar con nosotros!

Finalmente, Coco se atrevió y dio un pequeño salto al agua. Hizo un gran “splaaash” que los sorprendió a todos. Pero no eran risas de miedo, sino de diversión. Todos aplaudieron mientras Coco nadaba como un profesional, chapoteando y mostrando su alegría.

—¡Coco es un nadador experto! —dijo el abuelo riendo—. ¡Deben enseñarle a hacer goles también!

Así que Amir y Melissa trajeron el pequeño balón y comenzaron a jugar con Coco, lanzándole el balón para que lo atrapara en el agua. Coco saltó y nadó, atrapando el balón y llevándolo hasta la orilla. Todo era felicidad, risas y amor.

Después de un rato, los pequeños jugadores decidieron hacer una pausa para descansar. Se acomodaron al lado del abuelo, disfrutando de unas galletas que había preparado.

—¿Cómo llegaste a tener a Coco, abuelo? —preguntó Amir mientras disfrutaba de su galleta.

—Coco es un regalo de una señora en el parque, —les contó el abuelo—. Ella sabía que yo siempre he amado a los perros y pensó que merecía tener un compañero que me hiciera compañía. Coco es muy especial y me ha traído mucha alegría.

—¡Es el perro más divertido del mundo! —exclamó Melissa.

El abuelo asintió, mirando a Coco con ternura mientras el perrito se estiraba sobre la hierba. Y así, entre risas y juegos, los niños pasaron el tiempo, creando recuerdos inolvidables. El día avanzaba, pero el sol seguía brillando en el cielo, como si también estaba disfrutando de la alegría familiar.

Más tarde, después de jugar durante horas, Amir y Melissa decidieron hacer una competencia de saltos, invitando a Coco a unirse. Así que, uno tras otro, comenzaron a saltar mientras Coco corría a su lado, brincando y chapoteando.

—¡Vamos, Coco! ¡A saltar! —gritó Amir.

El perrito lo hizo, alzando su patita y haciendo que todos rieran a carcajadas.

Con cada salto, el abuelo animaba a los pequeños deportistas, ¡no había nada mejor que ver a sus nietos felices! Era un amor puro, un amor de familia.

Al caer la tarde, el abuelo preparó una rica cena. Juntos cenaron en la mesa del jardín, con el cielo tiñéndose de un hermoso anaranjado. Disfrutaron de cada bocado mientras recordaban todas las travesuras y risas del día.

—Creo que cada verano se vuelve más especial gracias a ustedes —dijo el abuelo, mientras levantaba su copa de jugo en un brindis—. ¡Por la familia y el amor!

Las risas llenaron el aire nuevamente, mientras Amir y Melissa levantaban sus copas también y decían al unísono:

—¡Por la familia y el amor!

Cuando la noche llegó, las estrellas comenzaron a brillar en el cielo, llenando el patio con una luz suave y mágica. Fue el momento perfecto para contar historias. El abuelo se acomodó y abrió su libro de cuentos.

—Ahora escucharéis el cuento de cómo los animales y los humanos se volvieron amigos, y de cómo el amor siempre junta a las familias.

Con la voz suave del abuelo, las palabras danzaban en el aire creando imágenes mágicas en la mente de Amir y Melissa. Mientras escuchaban, todos se sintieron abrazados por la calidez del amor familiar.

—Y al final del día, siempre recordaremos que el amor es un regalo que nunca debemos dejar ir —concluyó el abuelo, cerrando el libro mientras las estrellas titilaban.

Así, en esa mágica noche de verano, llenos de amor, risas y goles en la piscina, Amir, Melissa y Coco se acurrucaron cerca de su abuelo. Cada uno soñaba con aventuras, pero sobre todo, sabían que cada verano era una oportunidad para hacer recuerdos que durarían para siempre. Y eso, ¡eso era lo más hermoso de todo!

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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