Cuentos de Animales

El Gran Misterio del Gallinero

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una mañana soleada en la granja de Don Jacinto, donde el aire fresco se mezclaba con el olor de la hierba mojada. Pollo, un gallo curioso y siempre alerta, ya estaba en plena actividad desde que el sol había salido. Con su plumaje blanco y brillante, caminaba orgulloso por el gallinero, picoteando aquí y allá, buscando algo interesante que descubrir. Aunque el día parecía tranquilo, Pollo sentía que algo estaba por suceder, algo que lo llenaba de una extraña emoción.

A lo lejos, sentado sobre la cerca de madera, Gato observaba todo con sus ojos amarillos entrecerrados. Gato era astuto, un felino elegante con pelaje gris y negro que pasaba la mayor parte del día dormitando al sol, pero cuando algo interesante ocurría, no tardaba en involucrarse. Sabía que si Pollo estaba tan inquieto, era porque algo grande estaba por pasar.

“¡Buenos días, Pollo! ¿Qué te tiene tan agitado hoy?” preguntó Gato, mientras estiraba sus patas delanteras con elegancia.

“¡Buenos días, Gato! No lo sé, pero tengo el presentimiento de que algo raro está sucediendo en el gallinero. Ayer por la noche escuché unos ruidos extraños. ¡Y hoy, varias gallinas se quejan de que alguien ha estado robando sus huevos!”

Gato arqueó una ceja, intrigado. “¿Robando huevos? Eso suena interesante. ¿Has hablado con Perro al respecto?”

Perro era un compañero inseparable de ambos. Era un perro enérgico y leal, siempre listo para proteger la granja y sus habitantes. Vivía en la casa principal, pero a menudo rondaba por los alrededores del gallinero para asegurarse de que todo estuviera en orden.

“Justo iba a hacerlo. Con su olfato, seguro podrá ayudarnos a encontrar al ladrón,” respondió Pollo.

No mucho después, apareció Perro corriendo desde la casa, con su cola moviéndose a un ritmo frenético. Era un perro grande, de pelaje marrón y orejas caídas, con un corazón de oro.

“¡Pollo, Gato! ¿Qué está pasando? ¡He oído que alguien ha mencionado un robo!” exclamó Perro, emocionado por la idea de una nueva misión.

Pollo le explicó a Perro lo que había ocurrido, y el equipo decidió unirse para resolver el misterio de los huevos desaparecidos. Sabían que no podían dejar que ese tipo de cosas siguieran sucediendo en la granja. Los tres amigos se pusieron manos a la obra.

Primero, comenzaron a investigar el gallinero. Gato, con su aguda vista y sentidos felinos, inspeccionó cada rincón y agujero, mientras Perro usaba su excelente olfato para detectar cualquier rastro sospechoso. Pollo, como siempre, se mantuvo alerta, escuchando atentamente cualquier sonido fuera de lo común.

“¡Miren esto!” exclamó Gato desde un rincón oscuro del gallinero. Había encontrado unas pequeñas plumas negras en el suelo, algo inusual ya que ninguna de las gallinas de la granja tenía plumas de ese color.

“¡Esto es una pista!” dijo Perro, olfateando las plumas con interés. “No son de ningún animal que conozcamos en la granja. ¡Debe ser un intruso!”

La investigación continuó. Pollo, Gato y Perro siguieron las pistas hasta el borde del gallinero, donde encontraron unas huellas diminutas. Eran mucho más pequeñas que las de cualquier otro animal de la granja.

“¡Esto se pone más interesante!” dijo Gato, mientras analizaba las huellas. “No son de ninguna gallina ni de ningún animal grande. Tal vez estamos buscando a alguien pequeño, pero astuto.”

Decididos a seguir el rastro, el trío se adentró en el campo cercano al gallinero. Las huellas y plumas los llevaron hasta un pequeño agujero en la base de un viejo roble. Perro comenzó a ladrar emocionado.

“¡Aquí hay algo! ¡Lo sé!” gritó Perro, escarbando con sus patas.

De repente, una pequeña sombra salió disparada del agujero. Era una comadreja, rápida y escurridiza. Llevaba en su boca un huevo, y al verse descubierta, comenzó a correr lo más rápido que podía.

“¡Es ella! ¡Es la ladrona!” gritó Pollo, mientras corría tras la comadreja.

Gato, con su agilidad felina, saltó delante de la comadreja, bloqueándole el paso. “¿A dónde crees que vas con ese huevo?” le dijo, con una mirada fulminante.

La comadreja, atrapada entre Gato, Perro y Pollo, soltó el huevo y suspiró. “Está bien, está bien. Me rindo,” dijo, agachando la cabeza.

Perro recogió el huevo con delicadeza y lo devolvió a Pollo. “Aquí está, amigo. Parece que resolvimos el misterio.”

La comadreja, ahora rodeada, explicó que no tenía malas intenciones. Había estado buscando comida para su familia y no sabía que los huevos pertenecían a alguien. Pensaba que eran huevos salvajes, y solo estaba tratando de sobrevivir.

Pollo, siempre comprensivo, decidió no enfadarse. “Bueno, si lo que necesitas es comida, no es necesario que robes. Seguro que podemos ayudarte de otra manera.”

Perro y Gato estuvieron de acuerdo, y juntos decidieron hablar con Don Jacinto para encontrar una solución. Después de todo, en la granja siempre había suficiente comida para compartir.

De regreso a la granja, Don Jacinto escuchó la historia con atención y, sorprendido por la habilidad de los tres amigos para resolver el problema, decidió ayudar a la comadreja. Construyó una pequeña casita cerca del roble y le proporcionó algo de comida, para que no tuviera que robar huevos.

La comadreja, agradecida, prometió nunca más causar problemas en la granja. A partir de ese día, todos vivieron en paz, y Pollo, Gato y Perro fueron conocidos como los héroes del gallinero. Nadie en la granja volvió a preocuparse por los huevos desaparecidos, sabiendo que los tres amigos siempre estarían allí para cuidar de todos.

Conclusión:

El trabajo en equipo, la comprensión y el deseo de ayudar a los demás resolvieron el misterio del gallinero. Aunque parecía que un ladrón había causado problemas, los amigos descubrieron que a veces, detrás de una mala acción, hay una razón que se puede solucionar con un poco de amabilidad. Pollo, Gato y Perro demostraron que no solo eran grandes amigos, sino también protectores de la paz en la granja. Y así, la vida en la granja continuó tranquila, con todos trabajando juntos para cuidarse mutuamente.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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