En un hermoso parque lleno de árboles altos, flores de todos los colores y un cielo azul brillante, vivían cuatro amigos muy especiales: Bambi El Venado, Juana La Iguana, Mara El Capibara y Leo El León. Todos ellos disfrutaban de la tranquilidad y la paz que el parque les ofrecía. Cada mañana, Bambi corría felizmente entre los árboles, Juana tomaba el sol sobre una roca caliente, Mara exploraba el parque en busca de nuevas aventuras, y Leo se sentaba en la cima de una colina para admirar su reino.
Leo, el rey de la selva, tenía un gran deseo: quería que todos en el parque le hicieran caso en todo lo que decía. Creía que, como rey, era su deber mantener a todos en orden y que la única manera de hacerlo era a través de la obediencia. Pero Mara, la capibara, era un espíritu libre y no estaba dispuesta a permitir que Leo impusiera su voluntad sobre los demás.
Un día, mientras los cuatro amigos disfrutaban de un pícnic, Leo comenzó a dar órdenes. «¡Bambi, ven aquí y recoge las flores! Juana, deja de tomar el sol y ven a ayudarme a construir un trono! Mara, tú deberías hacer lo que yo digo, porque yo soy el rey!» Pero Mara, sintiéndose incomprendida, respondió: «¡No! Todos debemos ser libres. No hay razón para que alguien mande sobre los demás. Somos amigos y debemos disfrutar juntos.»
Bambi, asustado por el tono de Leo, miró a Juana y luego a Mara. «¿De verdad no debemos hacer lo que dice Leo?» preguntó con un tono temeroso. Juana, que siempre había sido la más tranquila, intervino. «No se trata de desobedecer a Leo, sino de recordar que todos somos iguales aquí. Cada uno de nosotros tiene el derecho a elegir lo que quiere hacer.»
Leo se sintió frustrado al ver que sus amigos no le estaban haciendo caso. Decidido a demostrar que su forma de gobernar era la mejor, Leo propuso un juego. «Si todos ustedes pueden vencerme en un juego de carreras, entonces me someteré a sus deseos por un día», dijo con arrogancia. «Pero si gano, ustedes deben seguir mis órdenes.»
Mara sonrió, sintiendo que la carrera podría ser una buena oportunidad para demostrar que la libertad era más importante que la obediencia ciega. «Está bien, Leo. Aceptamos tu desafío. Pero recuerden, no se trata solo de ganar, sino de disfrutar del tiempo juntos.»
Así que todos se prepararon para la carrera. Leo estaba seguro de su victoria, ya que, como rey de la selva, siempre había sido el más rápido. Sin embargo, Mara, Bambi y Juana tenían un plan. No solo correrían rápido, sino que también se ayudarían mutuamente para asegurarse de que la diversión fuera el verdadero ganador.
La carrera comenzó, y Leo salió disparado, muy confiado. Pero a medida que corría, se olvidó de mirar hacia atrás y, en su arrogancia, no se dio cuenta de que sus amigos lo estaban alcanzando. Mara corrió con todas sus fuerzas, recordando la importancia de la libertad y la amistad. Juana, usando su agilidad, se movía rápidamente entre los arbustos, mientras que Bambi, aunque no era tan rápido, estaba decidido a no rendirse.
En un giro inesperado, Leo tropezó con una raíz de árbol y cayó al suelo. Al ver esto, Bambi, Juana y Mara se detuvieron y corrieron hacia él. «¡Leo! ¿Estás bien?» preguntó Bambi, preocupado. Aunque Leo estaba un poco herido, no había nada serio. «¡Estoy bien! Pero… parece que he perdido la carrera», dijo Leo, con un tono de sorpresa.
Mara sonrió y le dijo: «No se trata de ganar o perder, Leo. Se trata de disfrutar juntos y apoyarnos mutuamente. Todos tenemos nuestras fortalezas y debilidades, y eso es lo que nos hace un equipo.»
Leo, aún un poco molesto por haber perdido, miró a sus amigos y sintió una punzada de vergüenza. «Lo siento, amigos. Solo quería que todos me respetaran. Pensé que ser rey significaba que debía dar órdenes.»
Juana, con su sabiduría, le explicó: «Ser rey no significa mandar, Leo. Ser rey es cuidar a tu pueblo y asegurarte de que todos se sientan felices y libres. La verdadera fuerza viene de la amistad y el respeto mutuo.»
Leo reflexionó sobre sus palabras y, poco a poco, comprendió que no necesitaba ser un rey autoritario para ser un buen líder. «Gracias, amigos. Me doy cuenta de que he estado equivocado. Quiero aprender a ser un mejor amigo y un mejor rey.»
Desde ese día, el parque se llenó de nuevas aventuras. Leo comenzó a escuchar a sus amigos, y juntos decidieron organizar juegos en los que todos podían participar y divertirse. No solo corrieron carreras, sino que también exploraron el bosque, recolectaron frutas, y cada uno propuso nuevas actividades.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.