En una pequeña y colorida aldea, donde los árboles parecían acariciar el cielo y las flores lucían sus mejores trajes, vivía un niño llamado Tomi. Tomi era un niño curioso y valiente, siempre dispuesto a embarcarse en aventuras. Tenía un gran amor por los animales y pasaba horas explorando los bosques cercanos, observando a las aves en los árboles, siguiéndolos cuando se aventuraban a buscar comida. Su mejor amigo era un conejo llamado Rabo, al que le encantaba hacer travesuras y correr por el campo.
Un día, mientras Tomi jugaba en el bosque, descubrió un pequeño claro que nunca había visto antes. Estaba lleno de flores de colores brillantes y en el centro, había una extraña piedra brillante que parecía resplandecer con su luz propia. La curiosidad de Tomi lo llevó a acercarse y, al tocar la piedra, sintió un suave escalofrío recorrerle la espalda. De repente, un destello de luz iluminó el claro y, cuando se despejó, Tomi ya no estaba en su pueblo.
En lugar de eso, se encontraba en una vasta y exuberante jungla. Los árboles eran gigantescos y las hojas enormes le daban la bienvenida con un suave susurro. Tomi se asombró al ver criaturas que nunca había imaginado: enormes dinosaurios caminaban majestuosamente a su alrededor, mientras aves prehistóricas volaban por el cielo. Estaba eufórico; había viajado a la era de los dinosaurios.
«¡Rabo, ven aquí!» gritó Tomi, pero no había rastro del conejo. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no estaba solo. Un pequeño dinosaurio herbívoro de largas patas lo miraba curioso. Tenía un cuello largo y una piel de un verde brillante.
«Hola, soy Bronto,» dijo el dinosaurio con una voz suave. «¿De dónde vienes, pequeño humano?»
«¡Hola, Bronto! Soy Tomi, vengo de un pueblo cerca del bosque. ¿Dónde estoy exactamente?»
«Estás en la era de los dinosaurios, donde los grandes reptiles caminan libres y el cielo es hogar de las aves más curiosas. ¿Quieres explorar conmigo?» preguntó Bronto, moviendo su cola con entusiasmo.
Tomi, emocionado, asintió. «¡Sí, me encantaría! ¿Qué más hay por aquí?»
Bronto comenzó a caminar y Tomi lo siguió. Mientras avanzaban, el niño no podía evitar mirar a su alrededor, maravillado por las grandes plantas y los sonidos que lo rodeaban. De repente, escucharon un rugido ensordecedor que resonó en la distancia.
«¿Qué fue eso?» preguntó Tomi, mirando con preocupación a Bronto.
«No te preocupes,» dijo Bronto con confianza. «Eso fue solo un Tiranosaurio Rex. Es muy fuerte, pero no se acerca a los lugares donde hay muchos otros dinosaurios. Suele cazar solo.»
Tomi sintió un escalofrío, pero la emoción de la aventura lo invadía. Continuaron caminando y pronto llegaron a un lago claro, donde los dinosaurios venían a beber agua. Entre ellos, Tomi vio a un curioso joven Velociraptor. Era más pequeño y veloz que Bronto, con plumas brillantes y coloridas.
«Hola, soy Raptor,» dijo el velociraptor, dando saltitos cerca de Tomi. «¿Eres un humano? Nunca había visto uno. ¿Quieres jugar?»
«¡Claro! ¿A qué jugamos?» respondió Tomi, llenándose de alegría.
«Podemos jugar a las escondidas. Aunque, tengo que advertirte, soy muy rápido,» dijo Raptor, que empezó a correr por el área mientras Tomi contaba hasta diez.
Después de divertirse jugando, Tomi, Bronto y Raptor decidieron hacer una pequeña pausa. Se sentaron alrededor de un árbol de gran tamaño que ofrecía sombra y frescura.
«¿Qué es lo que más te gusta hacer en tu mundo, Tomi?» preguntó Raptor, mirando al niño con curiosidad.
«A mí me gusta mucho explorar y aprender sobre animales. En casa tengo un libro lleno de historias sobre ustedes, los dinosaurios,» respondió Tomi, su voz llena de entusiasmo.
«¿Un libro? ¿Qué es eso?» preguntó Bronto, intrigado.
«Es un lugar donde hay historias escritas, con dibujos de todos ustedes. Pero nunca imaginé que podría verlos de verdad,» añadió Tomi, admirando a sus nuevos amigos.
«Debes tener muchas historias emocionantes,» dijo Raptor. «Ojalá podamos hacer una aventura juntos y que puedas contarla.»
Mientras hablaban, el cielo comenzaba a oscurecerse y Bronto llevó a Tomi y a Raptor a su lugar favorito: un claro donde se podía ver el cielo estrellado.
«¡Mira! ¡Es hermoso!» exclamó Tomi, mirando hacia arriba. Las estrellas brillaban intensamente y podían distinguirse muchas constelaciones desconocidas para él.
«Sí, aquí el cielo siempre es especial,» dijo Bronto. «Nosotros, los dinosaurios, también tenemos nuestros mitos y leyendas sobre las estrellas.»
Tomi escuchaba atentamente mientras Bronto contaba historias de cómo antiguamente los dinosaurios creían que las estrellas eran los espíritus de sus antepasados que guiaban sus caminos. Las historias parecía que cobraban vida bajo el manto nocturno.
De repente, un sonido fuerte interrumpió su momento mágico: un crujido seguido de un fuerte rugido. Raptor dejó caer su cola, alarmado, y Bronto se puso de pie con tensión.
«Eso no suena bien,» dijo Bronto, mirando hacia la dirección del sonido. «Parece que el Tiranosaurio Rex se acerca.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.