En un denso bosque, donde los árboles se alzaban altos y las hojas susurraban secretos antiguos, vivía un zorro llamado Zorrin. Él era conocido por su pelaje rojizo y su mirada astuta, que lo hacía parecer el animal más inteligente de la región. Sus ojos brillaban con malicia y su andar era siempre cauteloso y elegante. A menudo, Zorrin se jactaba de sus numerosas estrategias para conseguir comida y escapar de los depredadores.
No muy lejos de la madriguera de Zorrin, en una pequeña y modesta cueva, vivía un erizo llamado Eris. Eris llevaba una vida humilde, confiando en su única habilidad para protegerse: enroscarse y mostrar sus afiladas púas cuando estaba en peligro. A pesar de su simplicidad, Eris era un erizo feliz, siempre dispuesto a ayudar a los demás animales del bosque y disfrutando de las pequeñas cosas que la vida le ofrecía.
Un día, mientras Zorrin paseaba por el bosque en busca de su próxima presa, se encontró con Eris. Con aire de superioridad y una sonrisa burlona, Zorrin se acercó y le dijo:
—Eris, deberías aprender de mí. Tengo mil formas de evadir depredadores. ¿Cuántas tienes tú?
Eris, siempre tranquilo y paciente, levantó la cabeza y respondió:
—Solo tengo una, Zorrin, pero es todo lo que necesito.
Zorrin rio a carcajadas y siguió su camino, seguro de su ventaja sobre el humilde erizo. Estaba convencido de que su inteligencia y astucia lo harían siempre superior a Eris.
Sin embargo, el destino tenía otros planes. Un día, unos cazadores llegaron al bosque con sus perros, decididos a capturar a algunos de los animales que habitaban allí. El sonido de las voces humanas y los ladridos de los perros llenó el aire, haciendo que los animales corrieran a buscar refugio.
Zorrin, confiado en sus estrategias, comenzó a correr zigzagueando y usando todas las tácticas que conocía para despistar a los perros. Pero en su prisa, no se dio cuenta de una red oculta entre los arbustos. Antes de poder reaccionar, quedó atrapado, luchando inútilmente por liberarse.
Eris, al escuchar el alboroto, se enroscó inmediatamente, mostrando sus púas. Los perros, al ver al erizo cubierto de espinas, lo dejaron en paz y continuaron su búsqueda. Cuando los cazadores y sus perros finalmente se alejaron, Eris desenroscó su cuerpo y continuó caminando tranquilamente por el bosque.
Al pasar al lado de Zorrin, que aún estaba atrapado en la red, Eris se detuvo y con una voz calmada pero firme le dijo:
—A veces, una estrategia bien ejecutada vale más que mil planes complicados, Zorrin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
La Historia de Alejandro y Clara en la Selva
Las Aventuras de Ranaka, Leonicio y Zapito
La Magia de la Amistad Canina: Tres Corazones Unidos
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.