Había una vez, en un rincón del bosque mágico, un pequeño lobito llamado Lobo. Este lobito era distinto a los demás de su manada. Mientras que sus hermanos pasaban el día correteando y cazando, él prefería sentarse bajo su árbol favorito y observar el mundo a su alrededor. Lobo tenía una curiosidad insaciable por todo lo que le rodeaba, especialmente por los misteriosos espejos que se encontraban ocultos entre los arbustos del bosque.
Cierta mañana, mientras exploraba un sendero que nunca había recorrido, Lobo se topó con un espejo grande y brillante que reflejaba su imagen pero, ¿qué era aquello que había detrás de él? Cuando se acercó, una brisa suave aulló y el espejo pareció temblar. De repente, la superficie comenzó a ondular como si fuera agua. Fascinado, Lobo se acercó aún más y, sin pensarlo dos veces, saltó a través del cristal.
Al atravesar el espejo, Lobo se encontró en un mundo completamente diferente. El cielo brillaba con colores que nunca había visto. Había árboles cargados de frutas que cantaban suaves melodías al viento y ríos que danzaban como si fueran guardianes de secretos antiguos. Todo era hermoso, pero lo que más llamó su atención fue el hecho de que, en este mundo, los lobos eran considerados criaturas angelicales y los árboles parecían darle la bienvenida a cada paso que daba.
Mientras exploraba este nuevo lugar, Lobo conoció a una elegante mariposa llamada Luna, que revoloteaba entre las flores. Luna era curiosa, iluminada y siempre con una sonrisa en su rostro. “Hola, pequeño lobito”, dijo ella con dulzura. “Bienvenido a este mundo, aquí los lobos son nuestros amigos y protectores”. Lobo, sorprendido, preguntó: “¿Por qué los lobos son tan especiales aquí?” Luna sonrió todavía más y contestó: “Porque aquí valoramos el amor y la amistad. Todos somos parte de una gran familia”.
Intrigado por las palabras de Luna, Lobo le preguntó si podría mostrarle los lugares más mágicos de este mundo. “¡Claro que sí!”, exclamó la mariposa, y juntos se dirigieron hacia un claro donde había un grupo de animales: conejitos, ciervos, aves multicolores y hasta un zorro amistoso llamado Ray. “¡Bienvenido, Lobo!”, dijeron todos al unísono. El zorro, con una voz chispeante, se acercó y le dijo: “Aquí, cada animal tiene un papel: los conejos cuidan de los campos, las aves avisan de los peligros, y los lobos, como tú, protegen la armonía”.
Lobo estaba maravillado. Nunca antes se había sentido tan valorado. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que había algo misterioso en todo esto. Preguntando con un tono ansioso, Lobo preguntó: “Pero, ¿quién protege a los lobos?” Ray, el zorro, le guiñó un ojo y respondió: “Los ángeles de la naturaleza, aquellos que se cuelan entre las sombras de los árboles y vigilan cada rincón del bosque”. Curioso por saber más, Lobo preguntó: “¿Y cómo puedo conocer a estos ángeles?”
Luna y Ray intercambiaron miradas cómplices antes de decir al unísono: “Solo hay un lugar donde puedes encontrarlos: el Valle Espejo, un lugar donde todas las sombras cobran vida y las historias de los animales se entrelazan”. Sin dudarlo, Lobo decidió que necesitaba ir al Valle Espejo. Así que, acompañado de su nueva amiga Luna y el astuto Ray, emprendieron el viaje.
El camino al valle era un viaje lleno de sorpresas. En el recorrido, conocieron a una tortuga llamada Mía, que se movía lentamente pero siempre contaba historias de valor y coraje. “A veces, la valentía no se trata de ir rápido, sino de ser firme en lo que crees”, decía Mía mientras caminaban juntos. Lobo tomó en cuenta sus palabras; cada nuevo encuentro le llenaba el corazón de esperanza.
Al llegar al Valle Espejo, lo primero que notaron fue un silencio profundo, casi mágico. Había un espejo gigante en el centro, que emanaba una luz cálida. Lobo se acercó, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Entonces, vio aparecer del espejo sombras que cobraban vida. Eran animales majestuosos y diferentes, llenos de brillo y gracia. Cada sombra contaba una historia, revelando secretos de amor, amistad y sacrificio.
Una de las sombras, que parecía un antiguo lobo de grandes alas, se acercó a Lobo. “Hijo del bosque, has mostrado valentía y curiosidad. Te has preocupado por los demás y has buscado la luz en la oscuridad. Así, has demostrado ser un verdadero guardián”, dijo con voz profunda y eco. Lobo se sintió honrado, y entendió que en su corazón siempre llevaría el espíritu de ese lugar y de cada amistad que había hecho.
Cuando llegó la noche, el cielo se llenó de estrellas, y las sombras comenzaron a bailar en una celebración. Lobo se unió a ellos, y juntos danzaron en un espectáculo de luces y risas. En ese momento, Lobo comprendió la importancia de cada ser en el bosque: todos tenían un propósito y un lugar, y juntos podían proteger la esencia mágica del mundo.
Al final de la noche, Lobo sabía que debía regresar a su hogar. Luna, Ray y Mía lo acompañaron de vuelta al espejo. Antes de despedirse, el ángel lobo le susurró a Lobo: “Recuerda siempre que el amor y la amistad encienden la luz en la oscuridad. Lleva esos valores a tu mundo, y serás un verdadero guardián”. Con esas palabras, Lobo regresó a su hogar, el corazón rebosante de amor y sabiduría.
Al voltar a su hogar, se dio cuenta de que todo había cambiado. Su manada lo esperaba, y él se acercó a ellos, listo para compartir sus aventuras. Había aprendido que no importa qué tan diferentes seamos, siempre podemos encontrar la luz en nuestros corazones y hacer del mundo un lugar mejor. Así, Lobo se convirtió en un verdadero protector no solo de su manada, sino de todo el bosque, nutriendo con amor y sabiduría a cada criatura que lo rodeaba. Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
Kusi y la Fuente Escondida
Un Día en la Selva
El Cuento de Mimi y Kama
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.