Había una vez en la majestuosa selva un gran Rey León llamado Leo, conocido por su melena brillante y su formidable rugido. Leo se creía el rey no solo por su apariencia imponente, sino también porque todos los animales de la selva lo obedecían. Sin embargo, su altivez a menudo lo llevaba a burlarse de los demás, especialmente de los animales más pequeños.
Un día, mientras descansaba bajo un árbol frondoso, escuchó a un pequeño conejo llamado Timo, que contaba historias a sus amigos sobre un nuevo guerrero en la selva. Timo, con su pelaje blanco como la nieve, era muy querido por todos, pero su humor y su apariencia a veces hacían que Leo se sintiera superior a él.
“¿Un guerrero? ¿Quién puede ser un guerrero en esta selva?” rugió Leo, riendo. “¿Acaso es un conejo que ha aprendido a saltar más alto que los demás?”. Los animales que escuchaban rieron también, aunque algunos se sintieron incómodos por la burla de su rey.
Timo, sintiéndose un poco avergonzado, decidió tomar el valor y hablar. “Oh, gran Rey Leo, ser un guerrero no se trata solo de fuerza física. Se trata de valor, astucia y, a veces, de ser pequeño y ágil. Te aseguro que hay más de lo que parece a simple vista”.
El rey soltó una risa estruendosa, causando que un par de pájaros volaran asustados. “¿Valor? ¿De un pequeño conejo? Es un chiste muy gracioso, Timo. Deberías contar más historias a tus amigos en lugar de desdeñar mi majestad”. Su voz retumbaba en la selva como un trueno, pero en ese momento, Timo no se dejó intimidar.
“En realidad, todos merecemos respeto sin importar nuestro tamaño. Como un conejo, tengo mis propias habilidades que podrían ser útiles, incluso ante un enorme león”, respondió Timo, con una firmeza que sorprendió a los demás animales.
El rey se quedó mirando a Timo, intranquilo. Para él, el lugar de un conejo no era retar al rey. Entonces, pensando en su próxima burla, Leo decidió organizar una competencia. “¿Qué te parece un desafío en el que demuestres tu ‘valor’? Te propongo que recorramos la selva y quien regrese primero desde el río hasta aquí será el verdadero guerrero. ¿Qué dices?”.
Timo, viendo que había una oportunidad para demostrar su valía, aceptó de inmediato. Pero pronto, se dio cuenta de que podría necesitar ayuda. Mirando alrededor, vio a un pequeño camaleón llamado Cami, que tenía un don espectacular para camuflarse. Era astuto y siempre había admirado a Timo por su valentía y bondad.
“¡Cami! ¿Quieres unir fuerzas conmigo y ayudarte a ganar esta competición contra el Rey Leo? Juntos podríamos mostrarle que los pequeños también pueden ser grandes guerreros”. Cami, quien era tímido pero muy inteligente, asintió, emocionado por la idea.
La competencia se organizó para el día siguiente. En la mañana, Leo, con su melena brillante al viento, esperaba con un grupo de animales que asombrados animaban al rey. “No te preocupes, pequeño conejo. Te daré una ventaja… ¡te dejaré salir primero!”, dijo Leo, riendo de nuevo.
Timo comenzó a correr con todas sus fuerzas hacia el río, mientras Leo se quedó atrás riendo. Sin embargo, Timo no iba a rendirse. Sabía que su verdadera ventaja era su agilidad, así que se adentró en la selva dando saltos veloces y realizando giros para esquivar ramas y arbustos. Cami, a su lado, se camuflaba perfectamente en el entorno, evitando ser visto por cualquier depredador.
Mientras tanto, el Rey León comenzó a recuperar terreno. A medida que corría, se dio cuenta de que el bosque era un lugar misterioso lleno de obstáculos, algo que no irritaba en absoluto su ego. Sin embargo, estaba decidido a no dejar que un pequeño conejo le robara la victoria.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.