Érase una vez una ratita muy linda y presumida llamada Ratita. Ratita vivía en una casita acogedora en medio del bosque. Le encantaba mantener su casita limpia y ordenada. Un día, mientras barría su casa, encontró algo brillante en el suelo. Era una moneda de oro. Ratita se agachó y la recogió del suelo, sintiéndose muy dichosa.
—¡Qué suerte tengo! —exclamó Ratita con una gran sonrisa—. ¿Qué podré comprar con esta moneda?
Ratita empezó a pensar en todas las cosas que podría comprar. Primero pensó en comprar caramelos.
—¡Oh no! —dijo Ratita—. Si compro caramelos, se me caerán mis dientes.
Entonces pensó en comprar pastelitos.
—¡Oh no! —exclamó Ratita—. Si compro pastelitos, me dolerá la barriguita.
Finalmente, Ratita tuvo una idea brillante.
—¡Ya sé! —dijo Ratita con entusiasmo—. Me compraré un lacito rojo para mi colita.
Ratita guardó la moneda en su bolsillo y se fue al mercado. El mercado estaba lleno de colores y olores maravillosos. Había puestos que vendían frutas frescas, cintas de todos los colores, dulces y muchas cosas más. Ratita caminó hasta encontrar el puesto de cintas.
—Buenos días, señor tendero —saludó Ratita—. Quisiera comprar un trozo de su mejor cinta roja.
El tendero, un simpático conejo, le mostró varias cintas rojas. Ratita eligió la más brillante y bonita, pagó con su moneda de oro y volvió a su casita muy contenta.
Al día siguiente, Ratita se puso su nuevo lacito rojo en la colita y salió al balcón de su casa para que todos pudieran admirarla. No pasó mucho tiempo antes de que apareciera el Gallo Rojo.
—Ratita, Ratita, tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo? —le preguntó el Gallo Rojo.
Ratita lo miró y respondió:
—No sé, no sé. ¿Tú por las noches qué ruido haces?
El Gallo Rojo infló su pecho y respondió con orgullo:
—Yo cacareo así: ¡Quiquiriquí!
Ratita frunció el ceño y dijo:
—¡Ay, no! Contigo no me casaré, me asusto, me asusto.
El Gallo Rojo se fue muy triste, y Ratita siguió en su balcón, esperando a ver quién más vendría a admirar su lazo.
Al rato, apareció el Perro, un perro grande y amigable.
—Ratita, Ratita, tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo? —le preguntó el Perro.
Ratita lo miró y preguntó:
—No sé, no sé. ¿Tú por las noches qué ruido haces?
El Perro se sentó y respondió con una gran sonrisa:
—Yo ladro así: ¡Guau, guau!
Ratita sacudió la cabeza y dijo:
—¡Ay, no! Contigo no me casaré, me asusto, me asusto.
El Perro se fue, y Ratita siguió esperando.
Después, apareció Cerdin, un cerdito pequeño y alegre.
—Ratita, Ratita, tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo? —le preguntó Cerdin.
Ratita lo miró y preguntó:
—No sé, no sé. ¿Tú por las noches qué ruido haces?
Cerdin sonrió y respondió:
—Yo gruño así: ¡Oink, oink!
Ratita rió y dijo:
—¡Ay, no! Contigo no me casaré, me asusto, me asusto.
Cerdin se fue, y Ratita volvió a esperar.
Finalmente, apareció el Gato Gris, un gato elegante y tranquilo.
—Ratita, Ratita, tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo? —le preguntó el Gato Gris.
Ratita lo miró y preguntó:
—No sé, no sé. ¿Tú por las noches qué ruido haces?
El Gato Gris, con una voz suave, respondió:
—Yo maúllo así: ¡Miau, miau!
Ratita pensó que el sonido del gato no era tan ruidoso como los demás, así que respondió:
—Está bien, contigo me casaré.
El Gato Gris estaba muy contento y prometió cuidar siempre de Ratita. Vivieron felices en la casita de Ratita, compartiendo sus días y disfrutando de la compañía mutua. Juntos aprendieron el valor de la amistad y el respeto.
Un día, mientras paseaban por el bosque, encontraron al Gallo Rojo, al Perro y a Cerdin muy tristes. Ratita, que tenía un gran corazón, decidió invitarlos a su casa.
—Vamos, amigos, no estén tristes. Vengan a mi casa y seremos todos amigos —dijo Ratita con una sonrisa.
El Gallo Rojo, el Perro y Cerdin aceptaron la invitación y fueron a la casa de Ratita. Allí compartieron risas, historias y deliciosos alimentos. Todos se convirtieron en grandes amigos y se apoyaron mutuamente en todo momento.
Un día, Ratita decidió organizar una gran fiesta en su jardín para celebrar su amistad. Invitó a todos sus amigos del bosque, incluyendo al Gallo Rojo, al Perro, a Cerdin y al Gato Gris. Prepararon una mesa llena de frutas, pastelitos y caramelos. También decoraron el jardín con cintas de colores y globos.
La fiesta fue un gran éxito. Todos bailaron, cantaron y se divirtieron mucho. El Gallo Rojo cantó sus mejores canciones, el Perro hizo trucos divertidos, Cerdin contó historias graciosas y el Gato Gris tocó la guitarra.
Al final de la fiesta, Ratita agradeció a todos por ser tan buenos amigos y por hacer de su vida algo tan especial.
—Gracias a todos por estar aquí y por ser mis amigos. Juntos hemos aprendido que la amistad y el respeto son lo más importante —dijo Ratita emocionada.
Todos aplaudieron y se sintieron muy felices de tener una amiga tan especial como Ratita.
Desde entonces, Ratita, el Gallo Rojo, el Perro, Cerdin y el Gato Gris vivieron muchas aventuras juntos. Siempre se apoyaron y cuidaron unos a otros, demostrando que la verdadera riqueza está en la amistad y el amor.
Y así, la Ratita Presumida y sus amigos vivieron felices para siempre, disfrutando de cada día con una sonrisa y un corazón lleno de amor.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado, pero la historia de la Ratita Presumida y sus amigos siempre vivirá en los corazones de aquellos que creen en la magia de la amistad y el amor.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.