Cuentos de Animales

Más allá de las estrellas, un viaje al infinito

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un rincón muy especial del bosque vivían cinco amigos inseparables: Ella, una conejita curiosa y valiente; Nutella, una ardillita risueña y juguetona; Nala, una sabionda leona que siempre tenía ideas brillantes; Bobby, un oso fuerte y amable; y Terry, un pajarito pequeño pero muy decidido. Cada día, se reunían para jugar, explorar y soñar con nuevas aventuras, pero había un sueño que los unía más que ningún otro: viajar al espacio, más allá de las estrellas, ¡un viaje al infinito!

Una tarde, cuando el sol se asomaba dorado entre las hojas, los cinco amigos se sentaron en el claro del bosque bajo el gran roble anciano. Terry estaba muy animado y dijo:

—¿Se imaginan cómo sería volar a las estrellas y visitar planetas desconocidos? ¡Me encantaría ver la luna de cerca!

Ella movió sus largas orejas y suspiró:

—Yo también sueño con eso. Siempre he querido saber qué hay más allá del cielo azul.

Nutella, saltando de rama en rama, agregó:

—¡Sería increíble encontrar frutas espaciales y hacer fiestas con polvo de estrellas!

Nala, con su voz cálida y tranquila, dijo:

—Si queremos hacer ese sueño realidad, debemos pensar cómo prepararnos. El espacio es muy grande y misterioso.

Bobby, que siempre cuidaba a sus amigos, sonrió y dijo:

—Entonces, ¿vamos a construir nuestra propia nave espacial? Seguro juntos podemos lograrlo.

La idea emocionó tanto a todos que comenzaron a planear cómo sería su nave y qué necesitarían para el viaje. Nala, que sabía muchas cosas porque leía en los libros del bosque, explicó:

—Primero, nuestra nave debe ser resistente para viajar en el espacio, porque hay lugares sin aire y hace mucho frío.

Nutella, agarrando una ramita, dibujó en el suelo la forma de la nave. Era redonda, con ventanas grandes y luces brillantes pintadas con flores y hojas del bosque. Bobby y Ella pusieron sus manos sobre el dibujo y dijeron:

—¡Será nuestra nave especial, hecha por nosotros y para nosotros!

Durante semanas, los amigos reunieron materiales: ramas fuertes, hojas grandes para las alas, barro para el casco y semillas que harían las luces. Terry usó su pico para colocar pequeñas piedrecitas brillantes que parecían estrellas en su nave. Trabajaron felices, cantando y soñando con la aventura que vivirían.

Una noche, cuando la luna llena iluminaba el bosque, terminó la construcción. La nave estaba lista; era bonita y parecía hecha para volar hacia el cielo. Todos se miraron y, con una sonrisa, subieron a la cabina. Terry se sentó en un lugar especial para vigilar el camino, Bobby tomó el volante hecho con ramas reforzadas, Nala revisó cada detalle, Nutella preparó provisiones de frutas, y Ella, con sus ojos iluminados por la emoción, dio la señal para partir.

—¡Listos para despegar! —gritó Ella.

De repente, la nave comenzó a brillar. Una luz suave la rodeó y, con un pequeño zumbido, se elevó hacia el cielo estrellado. Los árboles del bosque se hicieron pequeños puntos verdes mientras la nave cruzaba nubes blancas y se internaba en el manto oscuro de la noche. Los cinco amigos miraban por las ventanas sorprendidos; veían la Tierra desde arriba, tan redonda y hermosa, llena de colores y luces.

—Miren, allí está nuestra casa —dijo Bobby con un guiño—. ¡Qué pequeña se ve!

Mientras ascendían, encontraron otros lugares fantásticos. Una lluvia de estrellas fugaces cruzó el cielo y todos pidieron un deseo. Nutella deseó muchas aventuras, Ella pidió valentía, Nala soñó con aprender más, Bobby pidió protección para sus amigos y Terry deseó que siempre volaran juntos.

—¡Miren allá! —gritó Terry señalando con su ala—, es la luna, tan brillante y blanca. ¡Estamos por llegar!

La nave descendió suavemente y aterrizó sobre la superficie de polvo plateado. Los cinco amigos salieron con cuidado, sintiendo que todo era diferente. No había árboles ni animales, pero había montañas suaves y cráteres que parecían grandes almohadas. Ella saltó levemente y dijo:

—¡Aquí la gravedad es más débil! Puedo brincar muy alto.

Nutella encontró una roca redonda y dijo:

—Parece un enorme fruto lunar, ¿quieren probarlo? Aunque no sé si se come.

Todos rieron y Nala explicó:

—Esto es solo polvo y roca, pero es importante no sacar nada para que la luna siga limpia.

Mientras exploraban, escucharon un débil sonido. Terry voló hacia una pequeña cueva y descubrió a un pequeño ser: era un animal muy extraño, parecido a un conejito pero con orejas largas y pelaje azulado.

—¡Hola! —dijo Ella con voz suave— ¿Quién eres?

El pequeño se presentó:

—Me llamo Luno, soy un habitante de la luna. No hay muchos como yo, pero me alegra ver visitantes amigables.

Los amigos se sentaron a conversar con Luno, quien les contó historias del espacio, de las estrellas y de otros planetas vecinos como Marte y Júpiter. Les explicó que el espacio era enorme y que había muchas aventuras esperando para quienes tenían curiosidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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