Había una vez, en un bosque lleno de magia y colores, una niña llamada Arleth. Tenía el cabello castaño y los ojos brillantes, y siempre llevaba un vestido verde que combinaba con el color de los árboles que la rodeaban. Arleth amaba explorar el bosque cada día, y su alegría crecía aún más porque siempre estaba acompañada de dos amigos muy especiales: Trompita, un pequeño elefante de trompa corta pero muy juguetón, y Feliz, una tortuga sabia y tranquila que siempre tenía una sonrisa en su rostro.
El bosque donde vivían no era como cualquier otro bosque. En este lugar, los animales hablaban, los árboles contaban historias con sus ramas, y los ríos cantaban suaves melodías al pasar. Arleth y sus amigos pasaban horas recorriendo cada rincón, descubriendo nuevos secretos en cada aventura.
Un día, mientras paseaban cerca del río, Trompita levantó su trompa y olfateó el aire. «¡Huele a algo delicioso!», exclamó emocionado, moviendo sus orejas de un lado a otro. Arleth rió. «¡Seguro es el aroma de las flores que crecen cerca del río!», dijo ella, apuntando hacia un campo lleno de flores de todos los colores. Pero Feliz, que siempre era muy observadora, notó algo diferente. «No, este olor no es de flores… es de algo que no conozco», comentó mientras miraba curiosa a su alrededor.
Decididos a descubrir el origen del misterioso aroma, los tres amigos siguieron el sendero que llevaba hacia el corazón del bosque. Mientras caminaban, Arleth recogía pequeñas piedras que brillaban al contacto con la luz del sol, Trompita jugaba a hacer ruidos graciosos con su trompa, y Feliz caminaba despacio, pero siempre atenta a cualquier cosa inusual.
De repente, llegaron a un claro donde encontraron algo sorprendente: ¡una mesa llena de deliciosos pasteles y frutas! Los tres se miraron con los ojos muy abiertos. «¿De dónde ha salido esto?» preguntó Trompita, acercándose con cautela. «No lo sé», respondió Arleth, observando la mesa decorada con flores silvestres. «Pero parece que alguien ha preparado una fiesta». Feliz, que era la más prudente, comentó: «Quizás deberíamos esperar antes de comer, no sabemos quién ha preparado esto».
Justo en ese momento, una pequeña ardilla saltó desde lo alto de un árbol y aterrizó en la mesa. «¡Hola, amigos!», dijo la ardilla con una gran sonrisa. «¡Están invitados a la fiesta del bosque! Todos los animales han contribuido para preparar esta comida como una sorpresa para ustedes, nuestros amigos exploradores».
Arleth, Trompita y Feliz se sintieron muy emocionados. «¡Qué sorpresa tan maravillosa!», dijo Arleth, y enseguida agradecieron a la ardilla y a todos los animales del bosque que poco a poco comenzaron a aparecer: conejos, pájaros, y hasta mariposas se unieron a la celebración.
Pasaron horas comiendo frutas deliciosas, pasteles esponjosos y jugando juegos bajo el cielo azul. Trompita se convirtió en el rey del juego de las escondidas, usando su gran trompa para esconderse en lugares inesperados. Feliz, aunque más lenta, mostró a todos sus habilidades para resolver acertijos, y Arleth encantó a los animales con sus historias sobre los lugares lejanos que soñaba con visitar algún día.
Cuando el sol comenzó a ponerse, llenando el cielo de tonos naranjas y rosados, la fiesta llegó a su fin. Los animales del bosque se despidieron uno a uno, y la ardilla les entregó a Arleth y sus amigos un pequeño regalo: una llave dorada. «Esta llave abrirá el secreto más grande del bosque», dijo la ardilla con un guiño, «pero solo lo descubrirán cuando llegue el momento adecuado».
Arleth, Trompita y Feliz regresaron a su hogar en el claro del bosque, cansados pero felices. Se sentaron juntos bajo un gran roble, mirando cómo las estrellas comenzaban a brillar en el cielo. «Hoy ha sido un día increíble», dijo Trompita, bostezando. Feliz asintió con su característica sonrisa, «Cada día en este bosque es una nueva aventura», agregó.
Arleth sostuvo la llave dorada en sus manos, pensando en los secretos que aún quedaban por descubrir. «Creo que este bosque tiene mucho más que mostrarnos», dijo con una sonrisa. «Y estoy segura de que juntos, podremos descubrir cada uno de sus misterios». Trompita y Feliz la miraron con emoción, listos para la próxima aventura que el bosque mágico les tenía reservada.
Y así, con el cielo estrellado como su testigo, Arleth, Trompita y Feliz cerraron los ojos, soñando con las maravillas que les esperaban al día siguiente.
Conclusión: En el bosque mágico, la amistad y la curiosidad llevaron a Arleth, Trompita y Feliz a vivir una increíble aventura que les enseñó el valor de compartir, de la gratitud y de las maravillas que la naturaleza puede ofrecer. Y aunque la llave dorada aún guardaba un gran misterio, sabían que juntos podrían enfrentarse a cualquier reto que viniera.
Esta historia nos recuerda que las mejores aventuras son aquellas que vivimos con amigos, y que siempre hay algo nuevo por descubrir si tenemos el corazón abierto a la magia que nos rodea.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.