Cuentos de Animales

Un Amigo para Siempre

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un bosque muy, muy lejano, lleno de árboles altos y flores de todos los colores, vivían cuatro amigos inseparables: Pedro, una ardilla valiente con una cola esponjosa; María, una coneja astuta con orejas largas y un lazo rosa; Pablo, una rana alegre con grandes ojos y un cuerpo verde brillante; y Daniel, un mapache curioso con una cola rayada.

Un día soleado, los cuatro amigos se reunieron en su lugar favorito del bosque, un claro lleno de luz y rodeado de flores que olían a primavera. Se sentaron en un círculo y comenzaron a planear su próxima aventura. Pedro, siempre lleno de energía, fue el primero en hablar.

«¡Tengo una idea!» dijo Pedro, agitando su cola con entusiasmo. «¿Por qué no exploramos el otro lado del río? Nunca hemos ido tan lejos, y quién sabe qué cosas interesantes podríamos encontrar.»

María, moviendo sus orejas, pensó por un momento y luego asintió. «Me parece una gran idea, Pedro. Siempre es emocionante descubrir nuevos lugares.»

Pablo, la rana, saltó de alegría. «¡Sí! Tal vez encontremos un nuevo estanque con más ranas para jugar. ¡Vamos!»

Daniel, el mapache, miró a sus amigos con curiosidad. «Nunca he cruzado el río. Será una gran aventura para todos nosotros. ¡Vamos ya!»

Con decisión, los cuatro amigos se pusieron en marcha. Caminaron entre los árboles, saltaron sobre piedras y evitaron ramas bajas hasta que llegaron a la orilla del río. El agua fluía clara y fresca, reflejando el sol como si fuera un espejo.

«¿Cómo cruzaremos?» preguntó Pablo, mirando el agua. «No soy muy buen nadador.»

Pedro, siempre valiente, vio un tronco que flotaba cerca de la orilla. «Podemos usar ese tronco como puente. Yo puedo ir primero para asegurarme de que es seguro.»

Pedro se subió al tronco y comenzó a cruzar, con cuidado de no resbalar. Cuando llegó al otro lado, saludó a sus amigos con una gran sonrisa. «¡Es seguro! ¡Vamos, amigos!»

Uno por uno, María, Pablo y Daniel cruzaron el río usando el tronco. Al llegar al otro lado, se adentraron en un territorio desconocido, lleno de árboles gigantes y sonidos nuevos. Caminaron juntos, siempre atentos a su entorno.

Después de un rato, llegaron a un claro diferente al que conocían. Era aún más hermoso, con flores que nunca habían visto y mariposas de colores brillantes revoloteando por todas partes. En el centro del claro, había un gran árbol con una puerta tallada en su tronco.

«¡Miren eso!» exclamó María, señalando la puerta. «¿Qué habrá dentro?»

Con cuidado, abrieron la puerta y encontraron una pequeña casita dentro del árbol. Estaba decorada con muebles hechos de ramas y hojas, y todo parecía acogedor y mágico. En el centro de la habitación, había un baúl dorado.

«¿Deberíamos abrirlo?» preguntó Daniel, su curiosidad creciendo.

«Claro,» dijo Pedro con valentía. «Veamos qué hay dentro.»

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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