Cuentos de Aventura

El Gran Aventura de Ivette y Haizea

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un día soleado en la casa de Ivette y Haizea. Ivette, una niña de cinco años con una sonrisa brillante y una cabellera rizada, estaba en su habitación rodeada de colores. Le encantaba pintarse y disfrazarse. Su lugar favorito era su pequeño rincón de arte, donde pasaba horas creando obras maestras con pinceles y acuarelas.

Mientras Ivette mezclaba colores en su paleta, su hermana mayor, Haizea, entró en la habitación. Haizea, con su larga melena y su espíritu aventurero, era fanática del therian, una forma de expresión artística que combinaba el amor por los animales con la creatividad. “¿Qué estás haciendo, pequeña artista?”, preguntó con una sonrisa.

“Estoy pintando un unicornio que vuela sobre un arcoíris”, dijo Ivette, emocionada. “¿Quieres ayudarme?”

“¡Claro! Pero primero, mira lo que tengo”, respondió Haizea mientras sacaba de su mochila un disfraz de lobo. “Me voy a disfrazar de lobo para el juego de hoy. ¡Vamos a la selva mágica!”

La idea de una selva mágica hizo que los ojos de Ivette brillaran de emoción. “¡Sí! ¡Quiero ser una hada que cuida a los animales de la selva!”, exclamó. Juntas, comenzaron a prepararse. Ivette se vistió con un vestido verde brillante y se pintó la cara con colores que imitaban hojas y flores. Haizea se puso su disfraz de lobo, con orejas grandes y una cola esponjosa.

“Mami, ¡vamos a la selva mágica!”, gritaron al unísono cuando su madre entró en la habitación.

Mami, que siempre apoyaba las aventuras de sus hijas, sonrió. “¡Eso suena divertido! ¿Quieren que les prepare un pícnic para llevar a la selva?”

“¡Sí, por favor!” respondieron emocionadas.

Mientras Mami preparaba bocadillos, las dos hermanas planeaban su aventura. “Recuerda, en la selva mágica, hay que cuidar de los animales y proteger la naturaleza”, dijo Haizea. Ivette asintió, entusiasmada. “Y también hay que encontrar un tesoro escondido”, añadió.

Después de un rato, Mami terminó de empacar el pícnic: sandwiches de mermelada, frutas frescas y galletas de chocolate. “Listas para la aventura, mis princesas”, dijo Mami mientras les entregaba la mochila con la comida.

Las niñas salieron de casa, listas para explorar su jardín, que se convertiría en la selva mágica de su imaginación. Al entrar en su jardín, empezaron a jugar y a actuar como si fueran exploradoras valientes. “¡Cuidado, Haizea! ¡Un cocodrilo se acerca!”, gritó Ivette, señalando un pequeño arbusto.

“¡Rápido, escóndete detrás de la roca!”, dijo Haizea mientras se lanzaba al suelo, riendo. Se pasaron horas corriendo, saltando y explorando, haciendo ruidos de animales y disfrutando de la naturaleza que les rodeaba.

Mientras jugaban, encontraron un árbol grande con ramas que parecían una cueva. “Mira, ¡podría ser nuestra casa en la selva!”, dijo Ivette. Ambas se asomaron y decidieron que era el lugar perfecto para esconder su tesoro. Rápidamente, comenzaron a excavar un pequeño agujero en la tierra y colocaron una piedra brillante que había encontrado Ivette, diciendo que era un diamante.

De repente, Haizea escuchó un sonido extraño. “¿Escuchaste eso?”, preguntó, deteniéndose en seco. Ivette asintió con miedo. “Puede que sea un monstruo”, susurró. Ambas miraron alrededor, y en ese instante, vieron a Mami mirándolas con una gran sonrisa. “¿Qué hacen, mis aventureras?”

“Estamos en la selva mágica y cuidando a los animales”, respondió Ivette, alzando la voz, aún un poco asustada.

“¿Puedo unirme a ustedes?”, preguntó Mami, inclinándose hacia ellas. “Tal vez pueda ser un hada que les ayude a encontrar el tesoro”.

“¡Sí, mami! ¡Ven!”, gritaron las niñas. Y así, Mami se unió a su juego, convirtiéndose en la reina de la selva. Juntos, continuaron explorando, creando historias sobre los animales que encontraban y los peligros que enfrentaban.

Mientras jugaban, Mami les contó sobre la importancia de cuidar la naturaleza y proteger a los animales. “Cada vez que cuidan de su jardín, están ayudando a que los animales tengan un hogar”, les dijo. Las niñas escuchaban atentamente, sintiendo que su pequeña aventura estaba llena de significado.

Después de un tiempo, se sentaron bajo la sombra del gran árbol, cansadas pero felices. Mami sacó el picnic y empezaron a comer, riendo y compartiendo historias. “Este es el mejor día de todos”, dijo Ivette, con un trozo de galleta en la mano.

De repente, Haizea se levantó y dijo: “Tengo una idea. ¿Qué tal si hacemos un baile de agradecimiento por la selva y los animales?”. Las niñas comenzaron a girar y bailar, imitando a los animales de la selva mientras Mami se unía a su alegría.

Fue una celebración llena de risas y creatividad. Ivette pintó pequeños dibujos en la tierra con un palito, creando un arte mágico mientras Haizea bailaba como un lobo. Mami se unió a la danza, haciendo movimientos graciosos que hicieron reír a las niñas.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, llenando el cielo de tonos anaranjados y rosas, las tres se sentaron nuevamente bajo el árbol. “Hoy aprendí que la selva mágica no solo es un lugar para jugar, sino también un lugar para cuidar y respetar”, dijo Haizea, sonriendo a su madre y a su hermana.

“Sí, y que siempre debemos ser felices y agradecidas por lo que tenemos”, agregó Ivette. Mami las abrazó con ternura. “Eso es correcto, mis princesas. Recuerden que siempre pueden crear magia en sus corazones, donde sea que estén”.

Cuando llegó la hora de regresar a casa, Ivette y Haizea sabían que ese día había sido especial. Habían creado recuerdos que nunca olvidarían, llenos de amor y aventuras. Aunque su jardín había sido solo un juego, lo que habían aprendido era real: el amor por la naturaleza, la importancia de cuidar a los animales y, sobre todo, la alegría de estar juntas como familia.

De regreso a casa, las niñas hablaban emocionadas sobre su próxima aventura. “Quizás podamos construir un refugio para los animales en el jardín la próxima vez”, sugirió Ivette.

“Y podríamos hacer más disfraces para nuestras aventuras”, añadió Haizea, imaginando todos los animales que podrían ser. Mami sonrió al ver la chispa de creatividad en los ojos de sus hijas. “Estoy segura de que tendremos muchas más aventuras en el futuro”.

Así, cuando llegaron a casa, se sentaron juntas a planear su próxima gran aventura, conscientes de que la verdadera magia estaba en los momentos que compartían y en el amor que había entre ellas.

Y así, Ivette, Haizea y Mami continuaron creando recuerdos juntos, siempre llenos de alegría y amor, descubriendo que la vida es una hermosa aventura cuando se vive en familia.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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